Jaime Saavedra: No es una buena señal haber tenido escuelas cerradas 2 años y con el silencio de los padres
Es director de Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe del Banco Mundial. Fue ministro de Educación. Será uno de los invitados del Hay Festival Arequipa que va del 9 al 12 de noviembre.
Duró más de mil días como ministro de Educación en los gobiernos de Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski. En ese periodo empujó varias reformas pro la educación pública: universidades fiscalizadas por Sunedu, meritocracia en la selección de docentes de colegios, jornada escolar completa en secundaria, currículum escolar con enfoque de género. Pero, el Congreso de la República controlado por el fujimorismo lo censuró por unas supuestas denuncias de corrupción que tiempo después no tuvieron fundamento. Saavedra ha escrito una memoria de su paso por este ministerio. “Estamos tarde, Una memoria para recobrar la educación en el Perú” no solo es un desahogo de esta experiencia sino deja algunas reflexiones para convertir la educación pública en un servicio eficaz. De ello hablará Saavedra durante el Hay Festiva.
–Varias de las reformas que emprendió ya no existen. Por ejemplo, la Sunedu ha sufrido una transformación de tal manera que el control lo tienen otra vez las universidades.
Avanzamos en varios frentes. Eran cambios que deben continuar, las mejoras que necesita educación son de una magnitud muy grande. Es como si hubiésemos subido mil metros de una montaña que tiene ocho mil. Si hay retrocesos se debe continuar. Es una responsabilidad de la sociedad vigilar que esto continúe.
–En su libro usted es crítico con la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) , un organismo responsable del mal manejo de las universidades. Se hicieron cambios recientes en Sunedu que vuelven a la estructura de la ANR.
No conozco los detalles de la nueva configuración, habrá que ver si actúan en función de los intereses de las universidades o de los estudiantes. Cuando se inició la reforma se consiguió un ente neutral, que velaba por los intereses de los estudiantes y no de los proveedores públicos ni privados. En la medida que este consejo directivo funcione así la reforma puede continuar. ¿La ANR funcionaba así? La respuesta es no, lo hacía en función a los intereses de las universidades.
–Entiendo que le quiere dar el beneficio de la duda a esta nueva reconfiguración, pero es volver al esquema anterior.
Claro, eso no facilita las cosas. Dependerá de cómo actúen esos representantes, si predominan los intereses de las universidades y no de los estudiantes se configurará de facto un retroceso. No sé qué decisiones habrán tomado. Pero, obviamente, como usted dice, es más complicado, los candados institucionales que existían se han quebrado.
–Hay sectores críticos que cuestionan a Sunedu y avances, lo califican como un tramitador, solo se fijaba que las universidades tengan algunas condiciones para funcionar.
Cerraron varias universidades. Es bastante más que un trámite decir que esta universidad no puede convocar a más concursos de admisión porque no pasa con estándares mínimos de calidad. Yo la crítica que le haría a Sunedu era su falta de ambición, estaba solo mirando niveles mínimos de calidad, claro, es indispensable para evitar que los chicos sean estafados. Pero no estaba mirando la excelencia, por ejemplo, cuántas universidades peruanas tenemos en el top 100 del ranking de universidades de América. La reforma, en su conjunto, no estaba dándole suficiente énfasis a la acreditación y a la búsqueda de calidad y excelencia. Esa sería mi crítica.
–Y también exigencias en investigación y cómo estas aportan al desarrollo de la sociedad.
Claro, pero ese es un piso mínimo, en la investigación, debemos buscar la excelencia. Es indispensable que como sociedad seamos rigurosos con las universidades. Vi noticias para crear nuevas. Hacer un buen proyecto demanda talento humano y requiere muchísimos recursos. Es una institución que formará jóvenes. Decir, bueno creemos una universidad, es una irresponsabilidad.
–En su libro usted dice que a la política se le debe tener alejada de las decisiones educativas.
Las decisiones en educación tienen que ser técnicas y pensar cómo puedo dar el mejor servicio posible a los niños. ¿A quién contrato como director o maestro?, ¿cómo los evalúo?, ¿cuál es el piso mínimo que pongo para el funcionamiento de universidades? Todas esas decisiones se deben definir de una manera técnica.
–¿Las grandes reformas dependen de un poder político constituido?
Introducir la meritocracia en la selección de maestros y directores. Eso efectivamente es una decisión política. Pero, ¿cómo se contrata depende de lo técnico? La política no definirá si yo contrato a un fulano como director porque es amigo de alguien o del alcalde o porque conoce a esta persona en la Ugel o es del partido tal.
–Hace un recuento de todas las reformas en educación a lo largo de la República. Con Alberto Fujimori se promovió una liberalización de la educación para permitir la presencia de privados. ¿A partir de ahí comenzaron los problemas?
No creo que esa sea la razón del deterioro. Sí, es cierto que no se invirtió lo suficiente en la educación pública. Pudo haberse hecho ambas cosas, abrir al privado e invertir en lo público. No se invirtió lo suficiente en educación pública con alguna esperanza de que el sector privado cumpliera un rol mucho más grande.
–Usted también dijo que las universidades se habían convertido en plataformas y fuentes de financiamiento de emprendimientos políticos.
Las universidades se usaban para todo, emprendimientos políticos. Eran parte de un holding más grande de conjunto de empresas. No había proyectos educativos serios. Claro, no era el caso de todas.
–¿ Ese sector político que usó la universidad como proselitista llegó al congreso y fue quien promovió su censura como ministro?
Bueno, sí, obviamente hubo intereses políticos en el proceso de censura.
–En la primera parte del libro habla sobre la censura, una suerte de memoria de cómo ocurrieron los hechos. ¿Siente que el presidente Pedro Pablo Kuczynski no lo respaldó?
Ahí me quedo con los hechos, hubo un respaldo. El proceso de censura continuó, son decisiones políticas que dejo para que los periodistas o los politólogos juzguen sobre cuáles fueron las decisiones más correctas o la implicancia de tomar decisiones distintas. Rescato del presidente Kuczynski de pedirme continuar. Sentía que en la educación se adoptaba como política de Estado. Hubo un acto de desprendimiento de los dos presidentes, cuando le acepté al presidente electo mi jefe aún era Ollanta Humala; a él le parecía una buena idea. PPK recibió algunas presiones para que no continúe, me tildaban como enemigo de lo privado, estábamos regulando las universidades. Eso a él no le importó. Él tenía interés en fortalecer la educación pública básica y superior.
–En el fracaso de las reformas en educación se culpa a los sindicatos, pero usted también responsabiliza a la derecha ultraconservadora que, por ejemplo, se opuso al currículum con enfoque de género.
El currículum con enfoque de género lo tiene cualquier país civilizado. Un currículum que dice: niños y niñas tienen los mismos deberes y derechos. La educación sexual y reproductiva tiene que estar en el currículum en un país con altas cifras de violencia familiar, embarazo adolescente y feminicidios.
–¿Percibe un retroceso en la educación peruana tras la pandemia?
Dos años de cierre escolar ha sido un shock dramático, no solamente en Perú sino de manera global. Antes de la pandemia ya se hablaba de una crisis de aprendizaje, ello se ha agudizado de manera dramática. Ha sido lamentable que las escuelas se hayan mantenido cerradas tanto tiempo. Aún no he visto data de la magnitud del retroceso en el caso peruano, para otros países sí hay datos de pre y pospandemia y se aprecia claramente un año perdido de aprendizajes. No es igual para todos, algunos chicos han tenido algún acceso a la educación a través del zoom, esa es la minoría. La mayoría estuvo desconectado del sistema escolar, más aún los de inicial, esos años serán difíciles de recuperar.
–El libro cita que en países en desarrollo, el 53% de niños no entiende lo que lee y en países de pobreza, el 89%.
El cálculo en América L atina es que esas cifras tras la pandemia aumentaron 13 o 14 puntos. Ya los chicos regresaron a la escuela y hay países que han acelerado sus procesos de aprendizajes y otros países no hicieron mucho.
– ¿Cuál va a ser el impacto a futuro no de tener estos jóvenes con una decisión de educación?
Potencialmente podemos tener una generación (de 4 a 20 años) perdida si se le compara con la generación anterior o la que viene. Pueden terminar con dos años menos de escolaridad por la pandemia. Hay tiempo para recuperarse, pero si no hacemos algo agresivo esos chicos tendrán menores ingresos en el futuro y menor productividad.
–¿La clase política peruana es el reflejo de su mala educación?
Es difícil hacer esa correlación tan clara. No solo nos falta un interés de la clase política sino de la sociedad por el servicio que le prestamos a nuestros niños y jóvenes. No es una buena señal que hayamos mantenido dos años las escuelas cerradas y que los padres no hayan reclamado. En países desarrollados sí ocurrió ello, padres y educadores coincidían que se debía abrir las escuelas. Además porque no había ninguna evidencia de que eso tuviera un impacto sobre la pandemia. Esa presión social por abrir las escuelas no la vi en Perú.