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Sociedad

La solidaridad no alcanza para llenar ollas de los pobres

En busca de alimentos. Dirigentas de ollas comunes recorren puestos del Mercado Mayorista de Santa Anita pidiendo donaciones para seguir atendiendo a 250 mil vulnerables. No siempre logran lo suficiente y deben emplear sus propios ingresos.

Cada lunes. Los comerciantes del mercado de Santa Anita donan sus productos para que miles de ollas comunes sigan alimentando a los más vulnerables. Foto: Félix Contreras/La República
Cada lunes. Los comerciantes del mercado de Santa Anita donan sus productos para que miles de ollas comunes sigan alimentando a los más vulnerables. Foto: Félix Contreras/La República

Julia Ninahuamán se levanta a las 5 a.m. para ir al Mercado Mayorista de Santa Anita. Después de viajar durante dos horas en bus desde Manchay, ella recorre –con un saco en la mano– los puestos de cientos de comerciantes pidiendo donaciones para la olla común Villa Jesús que dirige.

Como la suya, otras organizaciones recurren a la recuperación de alimentos ante las necesidades que tienen. Independencia, Rímac, Villa El Salvador, Comas, Pachacámac y San Juan de Lurigancho son los seis distritos que se turnan para realizar esta tarea todos los lunes, de 8 a.m. hasta las 11 a.m.

“Cada semana le toca a un distrito. De este modo, nosotros venimos cada mes y medio”, explica Julia. En el caso de Pachacámac, acuden doce personas, una dirigente por olla. Con esperanza, pero también con el temor a ser rechazadas, entre ellas se distribuyen y recorren los más de 300 puestos que tiene el mercado.

“Somos de las ollas comunes. ¿Nos podrían colaborar?”, es la frase que repiten una y otra vez. Si bien a veces reciben grandes donaciones, en otras ocasiones deben escuchar un no por respuesta. “Uno sabe lo que es ser pobre y por eso los ayudamos”, comenta Juan, dueño de un puesto de papas, quien regaló un kilo de este producto.

Los comerciantes les donan sobre todo lechuga, olluco, culantro, perejil, productos que son de fácil vencimiento. Sin embargo, cuando no logran recolectar el peso necesario, deben emplear sus propios recursos. Un saco de papas les puede costar hasta S/ 90, eso sin considerar las verduras.

Puesto por puesto. No siempre reúnen lo suficiente. Foto: Félix Contreras/La República

Puesto por puesto. No siempre reúnen lo suficiente. Foto: Félix Contreras/La República

Luego de tres horas reúnen todo lo recuperado y lo trasladan hasta la cochera, donde un camión prestado las recoge y lleva hasta Manchay. Allí, en una de las ollas beneficiadas, inspeccionan los productos y los dividen en partes iguales. “Separamos aquellos alimentos malogrados y armamos paquetes para que todas las ollas tengan variado”, dice Julia.

Se estima que desde diciembre del año pasado hasta mayo último se han recuperado al menos 45 toneladas de alimentos para estas ollas comunes. Pero a pesar de la gran solidaridad de los comerciantes, lo recolectado solo alcanza para 2 días. El resto de la semana deben hacer actividades y juntar el dinero de las raciones que venden para comprar los insumos.

Y es que las 2.447 ollas comunes que hay en Lima deben idear diferentes estrategias para continuar subsistiendo y atender a los más 255 mil comensales que tienen. “Por más que se ha reglamentado la ley de las ollas, todavía no hay un apoyo directo”, lamenta Julia.

Cabe mencionar que el 9 de junio se aprobó el reglamento que establece la modalidad para repartir alimentos a estas organizaciones. No obstante, hasta el momento no se aplica.

Según la presidenta de la Red de Ollas Comunes de Lima, Fortunata Palomino, el reglamento está en implementación y aún podría tomar varios meses para ser una realidad. “Mientras tanto, se tiene un presupuesto de 96 millones de soles hasta diciembre”. Agrega que se está a punto de firmar un acuerdo con la Empresa Municipal de Mercados a fin de incluir a más distritos. A largo plazo, se espera que sean 17 en total.

Pero esta ayuda sigue siendo insuficiente ante la crisis económica y el alza de precios que afrontan a diario las familias y estas ollas comunes en especial. Es por ello que proponen hacer un convenio directo con los productores agrícolas para así comprar las verduras y tubérculos a precio accesible. “Aquí nos ayudan con buena voluntad, pero a veces no nos dura”, dice Julia.

El menú. Lo reunido es repartido entre varias asociaciones. Foto: Antonio Melgarejo/La República

El menú. Lo reunido es repartido entre varias asociaciones. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Kits de emergencia alimentaria

Yanin Reyes, investigadora

El proyecto contempla como trasfondo una distribución sostenible de recursos ante la necesidad que nace en pandemia por la carencia de recursos y que hoy seguimos viendo.

Eso se puede contrarrestar con la sobreproducción de los agricultores a través de un proyecto en el que se les adquiera esa merma a los agricultores y se destine a las ollas comunes.

A través del Ejército como primera fuerza en desastres, con ayuda de la Iglesia y organizaciones sin fines de lucro, puedan distribuirlas. Y así hasta que el Estado brinde una solución definitiva. Las ollas comunes son una creación de la necesidad inmediata de subsistir; esperemos que el Gobierno vea una mejora por estas familias y formalice estas iniciativas de urgencia.

La palabra

Valerie León, coordinadora de Slow Food en Perú

“A través de la recuperación, los comerciantes entregan lo que consideran sus excedentes. De esta forma ayudan a las ollas comunes y a miles de personas. Además, evitan que los alimentos se transformen en residuos orgánicos”.