Con el plasma de los recuperados se busca salvar a los infectados
Tratamiento experimental. El también llamado “plasma convaleciente” usa los anticuerpos presentes en el plasma de quienes superaron el COVID-19. Nunca antes se usó en el Perú, pero se espera que pronto pueda realizarse como ensayo clínico.
“No es algo mágico. No hay nada mágico en la ciencia”, dice el infectólogo Eduardo Gotuzzo en referencia al “plasma convaleciente”. Este tratamiento no es nuevo, tiene más de 100 años, pero hoy se perfila como una alternativa más para luchar contra el COVID-19.
Consiste en usar los anticuerpos que se encuentran en el plasma (la parte líquida de la sangre) de quienes se recuperaron de este mal, para transfundirlos en pacientes graves. “Las personas que se recuperaron del COVID-19 forman anticuerpos contra la infección. Entonces, se espera que el plasma de estas personas se le pueda dar a los infectados como parte de esta lucha”, explica la infectóloga Camile Webb.
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Este tratamiento experimental ha sido usado en diversas infecciones por otros coronavirus como el SARS en el 2003, así como en la influenza AH1N1 y el hantavirus. “Es histórico, se ha usado en los albores de los bancos de sangre y siempre se pensaba que el plasma salvaba, pero se dejó de usar porque aparecieron otros medicamentos y vacunas, entonces consideraron que no era necesario”, detalla Ina Pérez, patóloga clínica y coordinadora médica de Bancos de Sangre de la Red de Clínicas y Centros Médicos AUNA en el Perú (AUNA).
Actualmente, en otros países como China, Estados Unidos y España ya se viene usando esta terapia y los resultados son promisorios. Los pacientes disminuyeron su carga viral, su requerimiento de ventilación mecánica y obtuvieron una mejoría clínica. Ninguno falleció. “Pero aún es una terapia experimental. El mundo de la medicina es así, hay que probarlo con evidencia”, dice Pérez.
La Agencia de Medicamentos y Alimentación (FDA, por sus siglas en inglés) señala que esta terapia debe darse en un contexto de ensayo clínico, para pacientes moderados y graves.
Aunque parece sencillo, “no es un procedimiento de rutina, requiere ambientes diferenciados y equipos especiales”, explica Pérez. “El proceso no es tan simple. Se requiere una tecnología adecuada para sacar la sangre y quedarnos solo con los anticuerpos”, detalla Gotuzzo.
En el Perú, hay dos clínicas privadas que están trabajando con el Ministerio de Salud para que pronto pueda ser una realidad. “En el país nunca se ha utilizado, pero estamos viviendo una situación que nunca había sucedido. Existe un gran interés en poder acoplarnos a los esfuerzos que se aplican en otros países”, agrega Pérez.
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¿Cómo se obtiene?
La técnica para obtener el plasma es llamada aféresis (separar los componentes de la sangre). Para ello se necesita la donación voluntaria de pacientes que se hayan recuperado de COVID-19, pero que cumplan con ciertos requisitos: haber superado el virus al menos 14 días antes, no tener síntomas y poseer un buen nivel de anticuerpos.
“La extracción es mecánica, pero el contexto es distinto. Siempre trabajamos con gente que esté completamente sana, por eso es importante el protocolo de investigación”, explica Pérez, quien enfatiza en que el donante debe tener venas anchas. En la extracción de plasma por aféresis, los glóbulos rojos se devuelven al donante. Después de 15 minutos de reposo, la persona regresa a su casa.
Luego, el plasma entra a un laboratorio de procesamiento donde pasa por un proceso de inactivación viral, que deja indetectable todo riesgo de presencia de bacterias o virus para que quede apto para su uso.
Tras ello, el “plasma convaleciente” se divide en tres partes y se congela “como si fueran libros y los vamos codificando”, anota Pérez. De un donante se puede extraer hasta 600 mililitros (ml) de plasma, el cual se dividirá en 3 bolsas que servirán para la primera dosis de hasta 3 pacientes con COVID-19.
Cuando el médico aprueba que un paciente con coronavirus sea candidato para tratarse con esta terapia, se descongela el plasma y se prepara para ser transfundido. En su primera dosis, un paciente necesita una bolsa de 200 ml. El proceso se repite a las 48 horas, por lo que se necesitará otra bolsa igual.
La clave
No es una vacuna. Cuando una persona produce anticuerpos, es posible que permanezcan muchos años, pero no ocurre lo mismo cuando son transfundidos. Por ello la importancia de una vacuna que estimule a las células a producir sus propios anticuerpos, dice Camile Webb.
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