“Es impráctica, incómoda para niñas y adolescentes que son seres físicamente activos, y es, finalmente, un símbolo de feminidad impuesta”.,El debate que se ha iniciado con el pedido del congresista Alberto de Belaunde para que el Ministerio de Educación imponga a los colegios que el uso de la falda debe ser opcional viene mostrando varias cosas interesantes acerca de nuestra sociedad. Primero, muchos nos hemos enterado – aun siendo padres de hijas escolares – que según el ministerio el uso de la falda es opcional. Es decir, pese a que existe la opción, la mayoría (¿o todos?) de colegios en el Perú sigue perpetuando su uso por las niñas. Eso nos dice que pese a que la libertad está dada para sus usuarias, los intermediarios que en este caso son los colegios, no acatan o abrazan esa libertad ni la ponen a disposición o en conocimiento de las niñas o sus padres. Por tanto, la libertad extendida por el ministerio a las alumnas no se ejerce, no llega hasta ellas. Las niñas siguen sujetas a no ejercer esa libertad. Segundo, entre quienes se oponen más ferozmente al cambio están principalmente la gente más conservadora que asocia esa libertad a una serie de prejuicios ridículos como que el desuso de la falda incide en las inclinaciones sexuales de las niñas, o que darles esa opción abona al libertinaje de las mujeres y subvertimiento del orden y control de reglas que un colegio debe ejercer. Todos argumentos tan estúpidos que no me detendré a rebatir, pero que expongo porque muestran el grado de idiotez al que llega gente conservadora que irradia su terror a la libertad y a lo que ven como pérdida de control y poder mediante reglas aunque éstas sean imprácticas y retrógradas. Tercero, están los que desvalorizan la importancia relativa del tema, pero importancia al fin. Esos que dicen que hay asuntos más relevantes que discutir en torno a la educación nacional y mayores urgencias. Son los mismo que cuando hay, por ejemplo, una desgracia que se vuelve noticia, salen a despotricar en contra de quienes ofrecen su ayuda aduciendo que hay niños que se mueren de frío en Puno o de hambre en el Perú (o en Calcuta para los fines). Esta gente es peor que la del punto dos, no tanto por estúpidos, sino porque esconden su desagrado a la propuesta libertad usando argumentos absolutistas para un problema enfocado como este, que si bien no es el comienzo ni el fin para solucionar el problema de educación del país, es un tema que merece importancia, merece ser abordado y merece conclusiones y consenso. ¿Por qué? Explico en el último párrafo. El uso de la falda ha pasado por diversas etapas en la historia de la humanidad. De hecho los hombres también las usaron en la antigüedad y aun las usan en algunas culturas. Pero es indubitable que la falda se convirtió en un símbolo de feminidad con el tiempo y que acortarla en los años 20, 40 y 60 fue paulatinamente simbolizando la liberación femenina de las normas social impuestas por la cultura masculina hegemónica. Cuando en los años 30 algunas mujeres se atrevieron a usar pantalones, esos actos fueron considerados símbolo de la libertad femenina. Hoy, que desde las sociedades occidentales democráticas se lucha por desmontar el andamiaje de subyugación macho-hembra, el uso de la falda en cualquier ámbito de vida no puede menos que ser electivo, sino seguimos sedimentando esa estructura social en la que el hombre-poder dicta lo que la mujer debe usar o no. La falda escolar no puede escapar a este dilema. Por que es un dilema para una sociedad el deshacerse de tradiciones atávicas, desde las más simples hasta las más complejas. Y cuesta cambiar hábitos, sin duda, pero es la única forma de avanzar como sociedad: deliberar y actualizar los usos a las nuevas y más sanas reflexiones y argumentos racionales. La falda escolar es impráctica, incómoda para niñas y adolescentes que son seres físicamente activos, y es, finalmente, un símbolo de feminidad impuesta que en todo caso debe ser de libre elección de su usuaria. Quienes no entienden eso y se oponen, están mirando debajo de la falda.