La gente anda diciendo, como en esa célebre página de Twitter en Argentina, que este fin de año hay que celebrar con las zapatillas listas.,La palabra “fiscalización” no goza de popularidad en el ámbito personal. Se le asocia con diversas modalidades de intromisión en la vida personal. Desde tus padres revisando tus cosas para ver si tienes drogas o preguntando por qué llegaste tan tarde o, peor aún -avatares de la tecnología y el poder económico-, siguiendo tu rastro nocturno por el móvil. O bien, con el paso de los años, tu pareja revisando tus correos o mensajerías. Y ya en plan ciudadano, Sunat tocándote la puerta en clave SOL. O Apdayc. Esa sería la versión superyoica. El superyó, esa instancia interna que se dedica a plantearnos las más variadas exigencias de vida, la cual tiene un catálogo de castigos dignos del código penal. En donde la culpa ocupa un lugar preponderante. No se crea que es una parte moralista del aparato psíquico. No exclusivamente. Ya Lacan se encargó de hacernos ver cómo en nuestra era, a diferencia de la de Freud, sus imperativos categóricos no son los de Kant (“puedes porque debes”). Más bien nos confronta con la urgencia de gozar (“debes porque puedes”). Esta segunda versión les viene como anillo al dedo a los corruptos. La ley señala el camino de la trasgresión. La sociedad peruana parecía irremisiblemente resignada a este estado de cosas. Hasta se inventó una serie de justificaciones para sobrevivir a ese abuso cotidiano de políticos, funcionarios y poderosos de toda laya. Desde el trajinado “roba pero hace obra” hasta el implícito “es lo que hay”. De pronto algo cambió. Primero fueron dos mujeres. Esto es necesario subrayarlo, porque los cambios profundos siempre vienen de quienes más sufren con el statu quo. Las fiscales Sandra Castro y Rocío Sánchez, al destapar la trama corrupta de la mafia de Los Cuellos Blancos del Callao, pusieron en marcha el caso “Lava Juez”. La eficiente y profesional colaboración de IDL-Reporteros impidió que ese trabajo valiente y altamente riesgoso fuera asfixiado al nacer. Luego vinieron José Domingo Pérez, Rafael Vela y Richard Concepción Carhuancho. Entonces ocurrió lo más potente e inesperado: la ciudadanía salió de su letargo depresivo y los apoyó y sigue apoyando. La esperanza, como la poesía al decir de Gabriel Celaya, es un arma cargada de futuro. Esta fiscalización, a diferencia de la arriba mencionada, es vista con buenos ojos. Queremos cuidarla y fortalecerla, porque se enfrenta a enemigos acorralados y, por ende, tanto más peligrosos. El presidente Vizcarra, quien se juega un partido aparte, ha tomado partido por esta sociedad civil cuyo sistema de protección contra los virus ha reaccionado con inesperado vigor. Puede que sea un alineamiento provisional de los astros, pero es preciso aprovecharlo e impedir que el fiscal de la Nación le dé un golpe mortal a este proceso de salud mental y social. La gente anda diciendo, como en esa célebre página de Twitter en Argentina, que este fin de año hay que celebrar con las zapatillas listas. Quién iba a pensar que un par de zapatos cómodos para salir a protestar, significaran tanto.