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En el Perú ¿conversar es pactar?, por Irma del Águila

“De ahí que en Perú no se entienda la negociación de mínimos con una derecha democrática en los progresismos realmente existentes, en el Brasil de Lula, en Colombia con Petro y el Chile de Boric”. 

El 27/12, la Coalición Ciudadana sacó un manifiesto en el que, entre otros puntos, llama a impulsar una salida constitucional que incluya adelanto de elecciones. Más allá de las observaciones puntuales, se destaca el esfuerzo por construir consensos entre peruanos. No es tarea fácil en un país donde “conversar” con el adversario político es anatema.

Esto es así por la ausencia de partidos políticos. De ahí que en el Perú no se entienda la negociación de mínimos con una derecha democrática en los progresismos realmente existentes, en el Brasil de Lula, en Colombia con Petro y el Chile de Boric.

En comentarios en redes, se critica que el manifiesto de la Coalición inicie un diálogo muy amplio o muy estrecho: por qué sí el PPC, por qué no cierta izquierda, etc. Reclamos legítimos con los que se concuerda, en parte. Sin embargo, ¿por qué cuesta tanto discutir el fondo del manifiesto? ¿Y el desafío de consensuar salidas políticas? De eso hablamos menos.

Hay que decir que las propuestas de una Coalición Ciudadana y la de la Iniciativa Democrática tienen hoy un alcance urbano, de clases medias y capitalino. Por otro lado, los movimientos que organizaron las protestas contra el Gobierno ilegítimo de Dina Boluarte mantienen, a pesar de los contactos políticos, sus diferencias respecto de una ruta de salida política. Existe fragmentación y tampoco hay “un pueblo” detrás (como se imagina en las idealizaciones “del pueblo”), propio de intereses divergentes de sociedades andinas complejas. Se sabe lo que no se quiere, pero lo que se quiere en común es terreno eriazo, por cultivar.

Los movimientos sociales no han reeditado las movilizaciones de 12/22 a 3/23, en parte por el acoso y la represión estatal y las penurias económicas que han impactado en el “ingreso de los hogares” y “con la recesión”, sostiene Enrique Antay desde Andahuaylas. Eso no significa que la protesta no vuelva a “prender”, porque el sentimiento de agravio persiste. Sobre todo el reclamo de justicia para los deudos.

En definitiva, en un país poco habituado a dialogar mínimos políticos. En un país fracturado entre Lima y regiones, pero también entre las élites de las ciudades andinas y el campo, se requeriría de partidos y liderazgos capaces de “zurcir” un todo nacional que sea lo suficientemente aceptable (hegemónico). Eso no existe.

Mientras tanto, Enrique Antay, comunero de Pomacocha y psicólogo en “la Ruiz”, observa a la gente en Andahuaylas cansada, dolida. Y sin liderazgos, “un tiempo hablaron de Antauro, creo que la gente perdió identificación con él”. De Pedro Castillo “se sigue hablando con pena, pero van aceptando que no gozaba de mucha capacidad”, señala. El tejido de las relaciones políticas entre peruanos está por armarse. Necesita de partidos políticos con vocación hegemónica, capaces de pensar el todo, ese entramado diverso y tupido llamado Perú.

Irma Del Águila

Por ahí

Socióloga y narradora. Exdirectora académica del programa “Pueblos Indígenas y Globalización” del SIT. Observadora de derechos humanos por la OEA-ONU en Haití. Observadora electoral por la OEA en Haití, veedora del Plebiscito por la Paz en Colombia. III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro por “El hombre que hablaba del cielo”.