La primera vez que vi a María Elena Moyano fue en enero de 1987. Yo acababa de mudarme a Villa El Salvador unos meses antes, en octubre de 1986. Fue una época de mucha efervescencia en lugares como Villa, donde había un movimiento barrial fuerte y dinámico; donde había solidaridad entre vecinos y vecinas; donde la Izquierda Unida estaba todavía unida y representaba una esperanza de cambio social.
La vi a María Elena en una marcha por el agua, que ella ayudó a organizar desde Villa El Salvador hacia el centro de Lima. En esa época, en barrios populares como Villa El Salvador, había siempre escasez de agua. En algunas zonas del distrito, donde cada semana habían nuevas invasiones de tierras, no había agua potable; las familias dependían de camiones que vendían el agua a precios bastante caros. En las zonas más consolidadas de Villa, donde la mayoría de casas tenían sistemas de agua, Sedapal limitaba el flujo de abastecimiento. En el primer sector donde yo vivía, por ejemplo, el agua llegaba una vez a la semana, por unas horas. Teníamos que llenar el pozo y varios baldes para tener agua durante la semana.
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Miles de personas caminaron desde Villa hasta la plaza San Martín en el calor insufrible de Lima en enero. Varios dirigentes de Villa hablaron ese día, entre ellos María Elena, exigiendo el derecho del pueblo de Villa El Salvador a tener acceso al agua. Sabía de ella —ya para 1987 era una leyenda en el distrito por su papel en la fundación y dirección de la Federación Popular de Mujeres (FEPOMUVES)— pero verla en acción fue fascinante. Irradiaba confianza, energía, alegría.
La última vez que la vi fue en 1991, no recuerdo el mes. Estaba más ponderada. Era teniente alcaldesa de Villa El Salvador, la primera mujer dirigenta del distrito. Pero estaba bajo asedio. Sendero Luminoso había lanzado una campaña de varios frentes para desprestigiarla. Los militares que se habían asentado en Villa la presionaban para que avale la formación de rondas urbanas contra Sendero —propuesta que rechazó tajantemente—. Buscaba cómo frenar el avance de Sendero en Villa y el espiral de violencia que temía que eso provocaría. Convocó una marcha en el Parque Industrial a favor de la paz, pero llegamos muy pocos a la marcha. Sentí mucha desesperanza ese día. La soledad de María Elena y dirigentes populares como ella, que buscaban defender la paz en tiempos de guerra, era abrumadora.
Hace 30 años Sendero Luminoso mató a María Elena Moyano, de una manera brutal y despiadada. Acabar con su vida afectó profundamente a Villa El Salvador y a la izquierda en todo el Perú. El fujimorismo construyó una imagen de ella como víctima del terrorismo, sin reconocer su lucha contra el hambre y a favor de los derechos económicos y sociales del pueblo peruano, un intento de anular no solo la historia de María Elena, sino también del pueblo del que formó parte.
Doctora en ciencia política por Columbia University. Profesora en George Mason University y Asesora Principal de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), investiga sobre violencia política, autoritarismo, derechos humanos, y justicia transicional en América Latina.