La nueva ofensiva

Francisco Sagasti asegura que los grupos que perdieron poder con el final del efímero régimen de facto de Manuel Merino de Lama operan contra su gobierno.

Los hechos son bastante evidentes. Está la denuncia del ubicuo Edgar Alarcón contra Luis Roel, vicepresidente del Congreso, una clara amenaza contra la Mesa Directiva, de cuya estabilidad depende la presidencia de Sagasti. Asimismo, la renuncia del exministro del Interior Rubén Vargas, obligada por la suma de sus torpezas y la inmunda campaña de desprestigio lanzada en su contra.

También está la aprobación por insistencia de la ley que ordena «devolver» los aportes de la ONP. Algo que, como han repetido todos los economistas serios del país, es imposible, porque este sistema redistribuye entre los pensionistas el dinero que ingresan los aportantes o, lo que es lo mismo, porque no genera ahorros.

La norma, manifiestamente inconstitucional, es, además, un atentado contra nuestra economía: los 15 mil millones de soles que tendrían que ser devueltos deberían provenir del tesoro público, justo ahora que la pandemia nos ha dejado sin dinero.

Por si faltaran pruebas, es claro que por estos días se han relanzado las mismas narrativas inventadas para cercar a Martín Vizcarra. Desde la izquierda se dice de nuevo que este es el gobierno de la Confiep y, desde la extrema derecha, que quienes gobiernan son «caviares», «rojos» y «terroristas». Todo esto envuelto en un discurso especialmente virulento, donde proliferan las mentiras más ramplonas y cobardes.

Era evidente que esta escalada llegaría tarde o temprano, puesto que esos mismos intereses mafiosos que depusieron a Vizcarra siguen presentes en el Congreso, donde conviven mafias de todo pelaje: la minería ilegal, las universidades de mala calidad, los acusados por la corrupción de Odebrecht, los “Cuellos Blancos del Puerto” o quienes aspiran a indultar a Antauro Humala.

Ante este escenario, a Francisco Sagasti solo le resta mostrar firmeza y decisión. Reconocer que este libreto incendiario es el mismo que se repitió para desgastar las presidencias de Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra, allanando el camino de su derrocamiento.

Olvidarse del voto de confianza obtenido con holgura por el gabinete de Violeta Bermúdez, porque los ataques vendrán por el lado de la Mesa Directiva del Congreso. Recordar que su presidencia se sostiene en la legitimidad que le confirieron los tres millones de peruanos que marcharon para echar a Merino y su corte de zombies, llegando a exponer e incluso sacrificar sus vidas.

Y, sobre todo, comprender que esta disputa escapa a las normas de la política, puesto que responde a las urgencias de un puñado de mafias criminales, que necesitan destruir al gobierno para controlarlo, eludir a la justicia y prosperar.