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La impresionante “ciudad monumento” construida para ser la nueva capital de un país de América Latina, pero no salió como esperaban

La construcción de esta capital fue rápida, ambiciosa, pero sobre todo colosal. Tenía un diseño futurista en forma de "avión" o "cruz" y buscaba ser el centro político, social y económico del país.

A pesar de su diseño moderno y funcional, Brasilia ha enfrentado críticas por su dependencia del automóvil y la desconexión con la vida cotidiana de sus habitantes. Foto: composición LR/housity
A pesar de su diseño moderno y funcional, Brasilia ha enfrentado críticas por su dependencia del automóvil y la desconexión con la vida cotidiana de sus habitantes. Foto: composición LR/housity

En la década de los 50, Brasil construyó una megaciudad en el centro del país, su nueva capital: la colosal Brasilia, una hazaña para América Latina. Bajo el gobierno de Juscelino Kubitschek, la metrópoli debía dejar atrás al pasado colonial de Salvador de Bahía y Río de Janeiro, las antiguas capitales, pero en el camino algo no funcionó como se imaginaba.

La idea de trasladar la capital de Brasil al interior ya había sido discutida desde el siglo XIX, a modo de lazo para integrar mejor las diferentes regiones del país. Sin embargo, no fue hasta el mandato de Kubitschek que el proyecto se concretó. La decisión de crear una nueva capital fue también un símbolo del progreso y modernización del país, y un intento de reducir la presión demográfica en las ciudades costeras.

Para el diseño de la nueva ciudad, se organizó un concurso público, que fue ganado por el urbanista Lúcio Costa en 1957, quien no quería solo una ciudad moderna cualquiera, sino como "un monumento". El diseño de Brasilia es famoso por su plan maestro en forma de "avión" o "cruz", con áreas específicas para funciones gubernamentales, residenciales y comerciales. Oscar Niemeyer, uno de los arquitectos más importantes del siglo XX, fue el responsable del diseño de muchos de los edificios icónicos de la ciudad, incluidos el Congreso Nacional, la Catedral Metropolitana y el Palacio de Planalto.

La “ciudad monumento” construida para ser la nueva capital de Brasil

La construcción de Brasilia fue rápida y ambiciosa: en solo cuatro años (1956-1960) se construyeron grandes edificios, avenidas y viviendas para los trabajadores. La obra atrajo a miles de migrantes de todo Brasil —conocidos como "candangos"—, quienes fueron esenciales para llevar a cabo el proyecto en tan poco tiempo.

El lugar elegido fue el Planalto Central, una región remota y poco desarrollada. Esta ubicación fue clave para los objetivos del gobierno de integrar el interior del país y, a pesar de las dificultades logísticas y geográficas, el proyecto avanzó rápidamente.

Brasilia fue concebida como una ciudad moderna y funcional, diseñada para el uso del automóvil, con amplias avenidas y zonas separadas según su función. Los edificios diseñados por Niemeyer combinan líneas curvas y materiales modernos como el hormigón, y son representativos del movimiento modernista. La ciudad también fue pensada para limitar el crecimiento desordenado, con espacios verdes, y una organización rigurosa en su expansión.

En 1960, Brasilia fue oficialmente inaugurada como la nueva capital del país. A pesar de su diseño futurista y su rápida construcción, en sus primeros años la ciudad enfrentó críticas por la falta de infraestructura adecuada y la dificultad de adaptación de los nuevos residentes.

Entonces, ¿qué salió mal con Brasilia?

Desigualdad social y segregación urbana

Una de las principales críticas a Brasilia fue la falta de consideración por la clase trabajadora. Aunque la ciudad fue construida por miles de obreros migrantes (candangos), muchos de ellos no pudieron quedarse en la ciudad planificada. La estructura original de la ciudad no contemplaba viviendas accesibles para estos trabajadores, lo que provocó que la mayoría se estableciera en las periferias, creando ciudades satélites.

Estas áreas crecieron sin la planificación rigurosa que tuvo el centro de Brasilia, lo que resultó en una clara segregación entre la élite gubernamental, que vivía en la zona central, el Plano Piloto, y las clases trabajadoras, que vivían en áreas periféricas con menos acceso a servicios y transporte.

Dependencia excesiva del automóvil

Brasilia fue diseñada bajo la influencia del urbanismo modernista, donde el uso del automóvil era central para la movilidad urbana. Las amplias avenidas y distancias entre áreas funcionales (residenciales, comerciales y gubernamentales) hicieron que el coche fuera prácticamente indispensable.

Esto generó problemas de tráfico, contaminación y una ciudad que no es amigable para los peatones. La falta de transporte público eficiente en sus primeras décadas acentuó este problema.

Desconexión con la vida cotidiana brasileña

El diseño monumental y futurista de Brasilia, aunque visualmente impactante, no se adaptó bien a las necesidades diarias de sus habitantes. Las áreas residenciales fueron diseñadas de manera uniforme y funcional, pero algunos especialistas señalaron que carecían de vida comunitaria y de espacios donde las personas pudieran interactuar socialmente de manera espontánea.

La disposición rígida de las "supercuadras" (grandes bloques residenciales) y la separación de usos (comercial, residencial, gubernamental) crearon una ciudad que, para muchos, resultó demasiado artificial.

Límite de la integración nacional

Uno de los grandes objetivos del traslado de la capital al interior era promover el desarrollo de las regiones más remotas de Brasil. Sin embargo, el impacto económico y social de Brasilia se limitó principalmente a la ciudad y a su entorno inmediato.

Si bien es cierto que Brasilia logró crecer como centro administrativo y político, no tuvo el efecto expansivo que se esperaba en términos de desarrollo económico para otras partes del país. Las regiones costeras y los grandes centros urbanos como São Paulo y Río de Janeiro continuaron siendo los motores económicos del país.

Todo muy caro y problemas logísticos

La construcción de Brasilia fue un proyecto extremadamente costoso, que implicó enormes recursos económicos y humanos para llevar a cabo en tan solo cuatro años. Esto generó tensiones presupuestarias y desvió recursos que podrían haberse destinado a otros proyectos de infraestructura más necesarios en otras partes del país.

Además, la ciudad, ubicada en una región remota, enfrentó desafíos logísticos importantes, como el transporte de materiales y la creación de una infraestructura básica en un lugar hasta entonces poco desarrollado.

Desafíos de adaptación de sus residentes

En los primeros años, muchos de los habitantes que se mudaron a Brasilia desde ciudades como Río de Janeiro encontraron difícil adaptarse a la nueva ciudad. La falta de oferta cultural, de infraestructura adecuada en algunos aspectos (como la salud y la educación) y la sensación de aislamiento fueron algunas de las críticas recurrentes. Aunque con el tiempo la ciudad ha crecido y desarrollado una vida cultural más rica, los primeros años fueron marcados por estas dificultades.

Descentralización limitada del poder

Uno de los principales objetivos de trasladar la capital a Brasilia era descentralizar el poder político y administrativo de las grandes ciudades costeras, especialmente de Río de Janeiro.

Sin embargo, en la práctica, muchas de las dinámicas de poder y la influencia económica siguen concentrándose en ciudades como São Paulo y Río de Janeiro. Aunque Brasilia se consolidó como el centro político, no logró cambiar significativamente el desequilibrio regional en términos económicos.