Juicio final. La Dirandro, la Procuraduría General de México y la DEA indican que la familia estaba vinculada al tráfico de pasta básica, para luego convertirla en cocaína y enviarla a EE.UU. Sus abogados han denunciado y tachado las versiones de acusadores y peritos para probar que su fortuna no procede de los negocios de los asesinados Perciles y Simón Sánchez.,La oscura década de los Sánchez Paredes,La oscura década de los Sánchez Paredes,Óscar Castilla C. y Ernesto Cabral Ojo-Publico.com El 24 de junio de 1980, el confeso narcotraficante Masías León Mariños, condenado al olvido en los archivos de la Dirección Antidrogas de la Policía (Dirandro), fue detenido en la ciudad portuaria de Chimbote, luego de una operación que involucró el decomiso de pasta básica cerca de Ecuador. La historia de aquel personaje nunca hubiera trascendido de las páginas del atestado policial si no fuera porque se atrevió a identificar al financista de la organización, un miembro de una familia que operaba desde las frías alturas de la sierra de La Libertad y comprador de la pasta básica que había traído desde el Alto Huallaga. "(Yo) recibí 20 millones de soles de Perciles Sánchez Paredes para comprar droga en Uchiza", reveló León Mariños, a pocos días de su captura. PUEDES VER Acción Popular buscará conformar lista alterna al fujimorismo para Mesa Directiva Frente a la fiscal de la investigación el detenido llegó a decir que "toda la familia Sánchez se encontraba en buena posición económica por dedicarse al narcotráfico". Casi cuatro décadas después, el eco de aquella manifestación sigue resonando en los anales de la lucha antidrogas en el Perú. Ojo-Publico.com –en el marco del lanzamiento de una plataforma periodística llamada NarcoMapa– revisó los antecedentes más remotos del caso, en atestados por incautaciones de pasta base en los '70, informes de la DEA y de la Procuraduría General de México de los '80. También declaraciones de traficantes como Masías León y pesos pesados del negocio que acusaron a Perciles Sánchez, condenado a 15 años de prisión y luego absuelto en medio de un escándalo judicial, al igual que a sus hermanos, de estar vinculados con el narcotráfico. La saga histórica del clan Sánchez Paredes, que hoy se escribe desde la Sala Penal Nacional, empezó con los hijos de los campesinos Simón Sánchez y Sumilda Paredes: los hermanos Perciles (1938), Manuel (1942), Orlando (1944), Fortunato (1948), Amanda (1951) y Simón (1958). Nacidos en Mollebamba, un pequeño distrito ubicado entre La Libertad y Áncash, los herederos de la prolífica familia han sobrevivido a diferentes investigaciones por sus negocios con firmas colombianas y mexicanas, y a los asesinatos de Simón en México en 1987 y Perciles en Perú en 1991, para luego crear un emporio minero que ha llegado a exportar toneladas de oro a Estados Unidos, Europa y Asia. Fantasmas del pasado Los reportes más antiguos revelan que Perciles Sánchez empezó como traficante en los '60 en el Huallaga. Sin embargo, los rastros más contundentes de su polémico pasado emergen en los '70. Entonces, el primogénito de la familia era un hombre con más de 40 años y estaba asociado con Manuel, Orlando y Fortunato, en compañías de transportes, inmobiliarias y constructoras en Trujillo. Hoy se conoce, según los reportes entregados por la DEA al Ministerio Público, que los hermanos operaban pistas de aterrizajes clandestinas en el norte del Perú en aquellos días, desde donde enviaban cargas de droga a México. En 1980, momento clave en el historial de la familia, Simón Sánchez arribó a México con apenas 22 años. Ese mismo año, Perciles cayó en prisión por la incautación de la pasta básica que León Mariños compró en Uchiza; mientras que Manuel y Orlando eran acusados como jefes de una organización criminal que traía droga desde el Huallaga, a raíz de la inspección policial de un inmueble y un depósito de camionetas en Ate Vitarte. Los atestados de la época confirman que las órdenes de captura contra los naturales de Santiago de Chuco estaban a la orden del día, al mismo tiempo que se iniciaba una temporada de sangre y fuego por la ofensiva de Sendero Luminoso contra el Estado y el ascenso de los primeros cabecillas del tráfico de drogas en Perú. La violencia –que remecía Colombia con el cartel de Medellín y México por el crimen del agente DEA Enrique Camarena– no tardaría en alcanzar a los Sánchez Paredes. Simón, instalado en Rancho Luna, un lujoso fundo en Pachuca (a hora y media del Distrito Federal), fue asesinado junto a su pareja y un mexicano en 1987. Tenía 29 años, pero estaba bastante involucrado en el negocio de las drogas. La policía mexicana que llegó al lugar descubrió un narcolaboratorio con 135 kilos de cocaína, insumos químicos y armas de guerra. Además arrestaron a un ahijado de Perciles Sánchez, Elmer Vásquez Peláez (18); e incriminaron a dos hijos de Manuel Sánchez: Fidel Sánchez Alayo (18) y Luis Felipe Sánchez Luna (19). Perciles conoció la noticia mientras cumplía 15 años de prisión por narcotráfico. Poco después, en 1991, la muerte alcanzó a este último en Trujillo, tras salir de la cárcel por la anulación de su sentencia. Tenía 53 años. Tras la muerte del benjamín y del primogénito de los Sánchez Paredes, el Ministerio Público y la Procuraduría Antidrogas sostienen que los hermanos sobrevivientes, Manuel, Orlando y Fortunato, junto a Fidel Sánchez, se hicieron millonarios después de blanquear el patrimonio ilícito de Simón y Perciles. Entre 1992 y el 2007, cuando se inició la investigación de la Policía Antidrogas que hoy los ha sentado en el banquillo de los acusados, la familia liberteña ha edificado un próspero negocio inmobiliario, ganadero y agroindustrial que tuvo su punto más alto cuando crearon la Cía Minera Santa Rosa (Comarsa) en 1992. Sin embargo, la época de la bonanza absoluta acabó en el 2007, cuando la Policía Antidrogas lanzó una ofensiva contra la familia Sánchez Paredes, que había pasado de los reportes de inteligencia a las revistas del jet set limeño. Una década después, la batalla legal se encuentra en la Sala Penal Nacional, en donde los abogados de los procesados han tachado las versiones de acusadores y peritos para probar que la fortuna de sus clientes no procede de los negocios de Perciles y Simón Sánchez. Incluso, lograron una condena contra el narco Jorge Chávez, 'Polaco', por falsedad. Los narcos hablan El 2009, 'Polaco', confeso narcotraficante del Huallaga y ex lugarteniente de Fernando Zevallos 'Lunarejo', había revelado que el menor de los Sánchez Paredes fue ejecutado por su meteórico ascenso en el negocio de las drogas en México e identificó al presunto responsable del crimen. Llamado como testigo en la investigación policial contra el clan liberteño, y preso en el penal de Guayabamba (Iquitos), se atrevió a decir: "Juan Quintero se había confabulado con Jorge López Paredes ya que [Simón Sánchez] era una verdadera competencia en el narcotráfico de la zona pues quería copar el mercado de [envío de droga] de México a Estados Unidos". Ojo-Publico.com conoció que 'Polaco', al hablar de Juan Quintero, se estaba refiriendo a un viejo conocido de los mayores traficantes peruanos de los '90: el capo Juan José Quintero Payán, leyenda del narcotráfico en México, y jefe de organizaciones delictivas tras el fin del cartel de Guadalajara. Sin embargo, 'Polaco' no fue el único narcotraficante que habló del supuesto nivel que los procesados alcanzaron en el mundo de las drogas. Uno de los primeros fue Lucio Tijero Guzmán, prominente personaje de este negocio ilícito. En el 2001, mientras purgaba prisión en Lima desde 1994, sindicó a Perciles Sánchez como su socio en el tráfico de cientos de kilos de pasta básica en la ruta "Tingo María, Iquitos y Leticia (Colombia)", en los '80. En el 2009, Tijero dijo que también conoció a Simón Sánchez en México en 1987 y que aquel le envió dinero para la compra de cocaína y el posterior despacho a Estados Unidos. Después de estas coordinaciones, Tijero –quien falleció el año pasado– cayó detenido en Miami y acabó convirtiéndose en informante de la DEA. También en el 2001, Óscar Benítez Linares, narcotraficante confeso e informante de la DEA desde los '90, sindicó a Fidel Sánchez Alayo, hijo de Manuel y sobrino de Simón y Perciles, como socio del cubano Rubén Santana Martínez y de Jorge López Paredes, en operaciones para enviar cocaína a los Estados Unidos en 1994. Entonces, Fidel Sánchez tenía 25 años, ya estaba instalado en Lima después de salir de México tras el crimen de su tío Simón (en donde se le abrió un proceso por tráfico de drogas), y venía acabando sus estudios de Ingeniería Industrial en la universidad Ricardo Palma. Benítez Linares –quien también cumple condena en Piedras Gordas y fue pieza clave en la condena de ‘Lunarejo’– fue uno de los primeros en sindicarlo como traficante. Debieron pasar ocho años para que Chávez Montoya, 'Polaco', confirmara la versión de Óscar Benítez y entregara detalles inéditos sobre las reuniones entre Fidel Sánchez y el traficante cubano. Durante la investigación de la Dirandro que hoy se encuentra en juicio público, 'Polaco' reveló que Jorge López y Rubén Santana le contaron que el hijo de Manuel Sánchez fue enviado con su tío Simón a Rancho Luna para que "aprenda cómo se realizaban las coordinaciones de las actividades del narcotráfico desde Perú, México y Estados Unidos". Además, dijo que él se reunió con Fidel Sánchez entre 1992 y 1994 en Miami. En el caso de Jorge López Paredes, peso pesado en la historia del narcotráfico en el Perú y referenciado junto con Perciles Sánchez en los '80, se confirmó que mientras vivía en México le decían 'El Sapra', el mismo nombre que utilizaba un personaje que visitaba Rancho Luna. Durante la inspección del narcolaboratorio también se halló una tarjeta con su nombre, mientras que su esposa Beatriz Ríos es pariente de los Sánchez Paredes. Jorge López se había mudado al Distrito Federal en 1992 y ocho años después fue detenido y extraditado al Perú. De hecho, antes de las manifestaciones de los condenados Jorge López, Lucio Tijero, Óscar Benítez y Jorge Chávez, la DEA ya conocía que los Sánchez Paredes exportaban droga a los Estados Unidos. En 1989, el narcotraficante peruano Luis Antonio Tafur Mesones (Amazonas, 1942), tras ser detenido por tráfico de dos cargamentos de cocaína (478 kilos y 353 kilos) en Miami, contó que conocía a los hermanos "Perciles, Manuel y Orlando desde mediados de los '70". Dijo además que aquella familia "es una de las organizaciones más grandes de Perú... y que utilizaban de 3 a 4 pistas de aterrizaje cerca a Bayóvar (norte del país), para enviar pasta base de cocaína [que era] procesada en clorhidrato de cocaína". Para rematar dijo que usaban México como punto de transformación de la droga por el acceso que se tenía a dos insumos químicos claves: el éter y la acetona. No solo eso, Tafur Mesones –quien figura junto a Perciles Sánchez en un atestado de fines de los ‘70– también dijo que Simón era el "hombre del dinero", ya que en 1987 financió la compra de droga con US$ 1.2 millones, para trasladarla de Perú a Colombia y de ahí a Estados Unidos, y que además contactó al menor de la familia liberteña con Lucio Tijero para el traslado de cocaína hacia Bahamas y para la compra de una aeronave Aero Commander, que finalmente fue incautada por la DEA tras la captura de este último. A los anteriores se suman los operadores y empleados detenidos en el narcolaboratorio de Simón tras su asesinato en México. Todos confesaron, luego de ser intervenidos, que se dedicaban al negocio de convertir pasta básica en cocaína. Empezando por los peruanos Carlos Dancourt Rossi, quien aceptó ser el intermediario del fallecido para enviar sus despachos de droga a Miami; y Walter Saavedra Domínguez, quien victimó al menor de los Sánchez Paredes y llegó a trabajar con los hermanos Manuel y Fortunato en Trujillo. Fue condenado por el homicidio y también por narcotráfico. Desde hace medio año el Caso Sánchez Paredes está en juicio público, como hace tres décadas ocurrió con Perciles Sánchez. Sin embargo, ahora la justicia espera la revancha. * Con la colaboración de Alonso Balbuena, Daggiana Gómez y Miguel Loayza (PUCP). Lea más en: Ojo-publico.com