Cuando los festejos por las independencias de Chile y el Perú de España (1818 y 1821) están a la vuelta de la esquina, se hace necesario una revista de los imaginarios que en cada país representan el acontecimiento. En los círculos académicos se han multiplicado las revisiones al tema, pero la discusión no ha sobrepasado sus extramuros para proyectarse a la sociedad. Al contrario, el discurso sobre la Independencia de España que predomina en los manuales escolares de las excolonias sudamericanas difunde relatos fracturados y nacionalistas. Se conoce que hubo dos corrientes libertadoras, del norte y del sur, pero la narración se centra en la emancipación de cada país, dejando muy relegada la visión de conjunto y sus efectos integracionistas. El caso más distante a este esquema es el peruano por la evidente dificultad de invisibilizar la confluencia de dichas expediciones en el país para finalizar el proceso separatista de España. Sin embargo, esta particularidad no reduce el sesgo de los relatos nacionales que tienden a ningunear la participación chilena en nuestra Independencia. De hecho, Bernardo O´Higgins es un personaje casi desconocido para los jóvenes escolares, a diferencia del celebérrimo José de San Martín. La cuasi negación del aporte chileno a la independencia del Perú puede rastrearse hasta la generación novecentista que encabezaron José de la Riva Agüero y Víctor Andrés Belaúnde. El historiador Rubén Vargas Ugarte es un representante tardío de esta y en su Historia General del Perú (1871-1884) es posible rastrear las claves del referido discurso. Así pues, Chile no habría sido indiferente solo ante la independencia del Perú, obstaculizando los planes de San Martín y Lord Cochrane, sino inclusive ante la suya, la que no se hubiese realizado sin la llegada del militar argentino. Asimismo, Bernardo O´Higgins es presentado como una excepción patriótica en Chile, país inmerso en la anarquía y la confusión. Al contrario, la vocación patriótica peruana se expresa incluso antes de la llegada de San Martín, a través de las proclamas separatistas de algunas ciudades del norte y el oriente, junto a la gran acogida que habría encontrado el general Álvarez de Arenales en la sierra, entre octubre de 1820 y enero de 1821. En estas líneas no buscamos discutir las tesis de Vargas Ugarte; intentamos presentar una problemática historiográfica que importa porque influye también en la subjetividad de los hombres y mujeres que dirigen la política exterior de nuestros países. Así pues, la versión tradicional chilena del evento presenta el mismo enfoque patriótico, con lo que sus conclusiones son contrarias a las del padre Vargas. Tal es el caso del historiador Sergio Villalobos, que despliega la orgullosa tesis de la independencia del Perú obtenida de manera unilateral por el esfuerzo chileno. Al finalizar este análisis, dos conclusiones saltan a la luz. La primera es el rol inconsciente que hasta hoy juega la Guerra del Pacífico en la reciproca percepción que nos tenemos peruanos y chilenos, la que se extiende al relato de otros acontecimientos en los que la colaboración fue el derrotero común. La otra es la posibilidad de difundir, en el marco del Bicentenario, una unidad escolar sobre la independencia hispanoamericana que podamos compartir los países involucrados para sentirnos parte del mismo proceso fundacional y alternar la mirada nacional con una más cosmopolita y regional. Volveremos sobre el tema. (*) Historiador e internacionalista. Véase Parodi Revoredo, Daniel. ‘Peruanos patriotas y chilenos fidelistas. La Independencia en la obra de Rubén Vargas Ugarte’. En: Roncagliolo, Rafael y otros. La frontera disputada. La ruta de la Sentencia de La Haya. Lima, PUCP, 2017.