El documentalista Javier Corcuera prepara el documental "El viaje de Javier Heraud", la travesía vital del vate peruano muerto a los 21 años, contada a través de los ojos de su sobrina nieta. Poemas inéditos, cartas, fotografías y episodios de su vida desconocidos hasta hoy son contados en la película.,Quizá el chico de pies descomunales que antes había hablado de “ríos y montañas”, del otoño y del invierno, y que un día recordó “a su triste patria y a su pueblo amordazado”, a “su miseria en cada puerta” y se dijo que aún era tiempo “de recuperar la primavera”; quizá ese chico sea lo más cerca que hemos estado de tener un Rimbaud peruano o un Che Guevara local o su curiosa intersección. Pero para otro chico, Javier Corcuera, que creció atento a las hazañas del escritor guerrillero y se hizo documentalista, Heraud “fue sencillamente un poeta notable y, como escribió Javier Sologuren, un hombre que supo ajustar su conducta a sus palabras. Y eso es algo que escasea mucho hoy en día”. Por esa fascinación cocinada en familia, la idea de dedicarle una película empezó a dar vueltas en la cabeza de Corcuera tempranamente, cuando decidió estudiar cine. “Siempre pensaba en las películas que le hubiera gustado hacer a Javier, porque él también quiso ser cineasta. Se fue a estudiar cine a La Habana. Y es curioso, dejó muchas pistas para que le hicieran una película: cartas, tramas, historias, poemas, objetos... Es como si lo hubiera tenido planeado, como si supiera que un día necesitarían de todo eso para hacer una película y lo dejó listo”. Los años pasaron y el director de Sigo siendo y La espalda del mundo no rodó esa película... hasta ahora. PUEDES VER: Bob Dylan, amor y poesía Han pasado 53 años desde aquella noche amarga en Puerto Maldonado, en la que tras un enfrentamiento con la Guardia Republicana, Heraud y sus compañeros huyeron hacia el río Madre de Dios. En esa, 19 balas expansivas dum dum, de las que te estallan dentro, reventaron el corazón del escritor de 21 años que había decidido poco antes colgarse el fusil para hacer una revolución como la cubana en el Perú, mientras que su familia lo hacía estudiando cine en Cuba. “Víctima de una cacería humana", escribió el padre de Heraud en una carta al diario La Prensa, denunciando el uso de ese tipo de balas, prohibidas ya en esa época, a pocos días de su asesinato, “desnudo y sin armas en medio del río, a la deriva, sin remos, mi hijo pudo ser detenido”. Pero en cambio, el poeta joven que escribía poemas premonitorios, el que cambió su hogar acomodado por sueños de justicia social, se convirtió, entre pájaros y árboles y balas, en el símbolo más puro de los intentos frustrados de una generación, la de los 60, por cambiar las cosas en el continente. Ariarca y Javier Para El viaje de Javier Heraud, la nueva película de Javier Corcuera, que acaba de entrar a su última fase de rodaje –quedan por filmar las escenas en Cuba y Europa–, el cineasta ha encontrado a algunos de los que estuvieron el día de su muerte, incluyendo a Alaín Elías, que iba en la canoa con Heraud y sobrevivió de milagro; ha recorrido el río en el que lo abatieron, ha vuelto a la ribera donde descansó el cadáver de Javier al sol, ha llegado al cementerio de Puerto Maldonado donde lo enterraron, ha hablado con Adela, su última novia, y con sus amigos de infancia y juventud, y sobre todo, ha dado con la manera de contar esta historia: Ariarca Otero. Como Corcuera, la sobrina nieta de Heraud también escuchó desde niña de las hazañas del tío ausente. Hoy, la joven artista abre el baúl de los recuerdos ante la cámara del director para reconstruir la historia de su tío a través de poemas inéditos, cartas amarillas de su puño y letra nunca publicadas, fotografías desconocidas, algunas incluso tomadas por el propio Javier. “Ella va a buscar a quienes lo conocieron, a los testigos del viaje de su vida y de su muerte. Esa es la película, es ella la que pregunta y se hace las preguntas. Ariarca tiene ahora 21 años, la misma edad de Javier cuando lo mataron. Para mí era importante contarlo desde los ojos de alguien de su edad, era la manera de traerlo a nuestros días, de hacer una película que los jóvenes sientan cerca”. La ayuda de la familia, en especial de la hermana del poeta, Cecilia Heraud, autora de la biografía de Heraud, Entre los ríos, también ha sido fundamental. “Javier dejó un dolor muy grande en muchas personas, les cambió la vida –explica Corcuera. He conocido personas, como los que lo vieron morir, que nunca lo conocieron en vida y que, sin embargo, se sienten marcados, y ahora dicen que Javier es su hermano, que aprendieron a quererlo. Hay un verso de Javier que me gusta mucho y que quizás define esto de lo que estamos hablando: ‘arrancar es siempre dejar algo/ un hueco/ una raíz fina’”. Por eso germinó esta historia en Javier, en Ariarca, de una raíz fina. Si hay algo que estructura El viaje de Javier Heraud, afirma el director sin dudarlo, es la poesía: “Javier escribió su muerte con una precisión increíble. Habla en un poema de su herida en el pecho. En otro poema dedicado a una mosca les dice: ‘Solo espero no alimentarla/ y no verla en mis entrañas/ el día que si acaso /me matan en el campo/y dejan mi cuerpo bajo el sol’. Todo esto luego sucedió, y Javier lo escribió años antes. Cuando publicó su primer libro, El Río, le escribe una dedicatoria a su hermano: “Javier Heraud, el muerto de la familia”. Apenas tenía 18 años. Parecía saber lo que le iba a pasar. Su poesía era visionaria, se adelanta a su destino”. Como en todas las películas de Corcuera, la poesía es algo escondido que un día se descubre. Como en el momento en que Adelita, la novia, le confiesa a Corcuera y a Ariarca que cuando terminaron, ella le devolvió los poemas que él le había escrito y el poeta decidió meterlos en una botella y enterrarlos en los cimientos de su casa, que luego fue remodelada. El director desentierra literal y metafóricamente el legado de un escritor heroico. “Adelita le devolvió muchos de sus poemas, pero no todos, se le traspapelaron, me dijo, se quedó con algunos..”. El documentalista es como un guardián de la memoria personal y colectiva, por eso le sorprende tanto a Corcuera que teniendo el Perú tantos escritores universales no existan documentales que recojan sus historias, “ni siquiera hay un gran documental sobre César Vallejo”. Muchos de los que conocieron a Heraud aún viven, de ahí la importancia de recoger estos testimonios antes de que se pierdan para siempre, asegura el director que vive entre Madrid y Lima. Por ejemplo, Javier recuerda un poema de su padre dedicado a Heraud que dice: “hoy tarde me he probado tus zapatos/y en confianza te lo digo/que me quedan grandes/tus zapatos donde cabíamos todos”. Todas las personas con las que Corcuera habló le mencionaron lo grandes que eran los pies del poeta de El Río. Calzaba 45 y eso era motivo de bromas para sus amigos. Decían que lo envidiaban porque calzaba como Maiakovski. “En la película Alaín Elías, el compañero de Heraud en la canoa, dice que ‘sobrevivir es recordar todos los días” añade Corcuera. Entre las anécdotas del rodaje hay una digna de ser filmada para otro documental. El proyecto de documental de Corcuera ganó el premio DAFO que en la misma edición también premió a una película de ficción sobre su vida dirigida por Eduardo Guillot, “En busca de Javier”. Por coincidencia, ambos directores arrancaron el rodaje un año después y en la misma semana, así que sus rodajes se cruzaban en los mismos espacios. “Parecía una broma de Javier, que era muy gracioso”–cuenta Corcuera–. “Un día estábamos rodando en el patio de letras de la casona de San Marcos y en el patio de al lado estaban rodando la otra película. Yo estaba filmando a mi padre, que fue muy amigo de Javier, y de pronto aparecía Javier Heraud (el actor vestido de época) y se ponía a hablar con mi papá. Se cruzaban los tiempos y mi padre estaba encantado de poder volver a conversar con su amigo”. El padre del documentalista y amigo del poeta sentenció: “El único consuelo que nos queda, es que nosotros, los amigos de Javier, estamos cada día más viejos, y Javier está cada día más joven”.