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Sergio Ramírez: “La novela crea territorios míticos”

Sergio Ramírez. El escritor nicaragüense, invitado a la FIL de Lima, comenta sobre el universo y las técnicas de la narrativa vargasllosiana.

Sergio Ramírez
Sergio Ramírez

Por Pedro Escribano

Sergio Ramírez se refugia del invierno de Lima en un sofá. Esta vez, invitado por la FIL de Lima, no vino a presentar un libro, sino a participar en el “Universo Vargas Llosa”, el homenaje que la Cámara Peruana del Libro le hace al nobel peruano. Se confiesa lector del autor de La casa verde desde cuando era adolescente y que aprendió a escribir, cuando, como un mecánico, empezó a desmontar pieza por pieza la novela La ciudad y los perros. Reconoce esa virtud al escritor y piensa que bien merecido tiene el homenaje que recibe en la presente feria del libro.

“Es natural que una figura como la de Mario Vargas Llosa, un autor universal, con su literatura, impacte en un país como Perú”, afirma Sergio Ramírez en su hospedaje, en San Isidro.

“Yo creo que Colombia –argumenta– es el universo García Márquez, incluso la marca país se define ahora como realismo mágico. Un escritor logra transformar el perfil de un país. Para eso es la literatura, crear imágenes nuevas de un país, como la Venezuela de Rómulo Gallegos. Doña Bárbara se salió de las páginas de la novela y hoy Doña Bárbara es un personaje independiente de la novela. La Guatemala de Asturias también es un país mágico. Mucho más mágico de lo que es gracias a Asturias. O el Buenos Aires de Borges. El México de Rulfo no existe”.

De pronto los escritores se convierten en íconos de su país.

Así es. También está el Chile de Neruda. Son escritores tan grandes que hay una gran cartografía literaria en América Latina. Gracias a la literatura tenemos una visión muy distinta de nuestros países.

En Vargas Llosa hay un abanico de escritores. ¿Cuál es el Vargas Llosa que más lo inquieta?

Vargas Llosa es creador de un territorio literario. Cuando uno abre La ciudad y los perros, que es la novela de un muchacho, una novela que asombró a las letras hispanoamericanas viniendo de un personaje muy joven. La edición original de Seix Barral tenía un plegable en la primera página, que era el mapa de Lima. La ciudad y los perros ya se definía como una de las primeras novelas urbanas en América Latina. Ya no era la novela rural. En ese mapa, Lima de los 50 no era una gran ciudad, era modesta. Vargas Llosa inventó una gran urbe que no existía. Es el poder que tiene la literatura, como el México de Rulfo no existe. O el Buenos Aires de Borges, un Buenos Aires completamente diferente. La novela crea territorios míticos que después la gente queda viendo como si fuera la verdadera.

Crean metrópolis…

Sí, la gran metrópolis de La ciudad y los perros, pero quizás solo había un millón de habitantes. Ese es el Vargas Llosa inquietante.

Álvaro Vargas Llosa dice que en la última novela que publicará su padre –Tiempos recios, sobre el golpe de Estado a Jacobo Árbenz en la Guatemala de los 50– ha visto al Vargas Llosa periodista ayudando al Vargas Llosa novelista.

Es que nunca ha dejado de ayudarle, porque en La fiesta del Chivo es un monumento de investigación también. Lo mismo que la investigación de la guerra de los canudos, que lo ayudó a escribir La guerra del fin del mundo.

Y eso que tenía el desafío de superar el libro Los sertones, de Euclides da Cunha.

Creo que el lector lo aprecia mucho a la hora de leer un libro como esos. Siente que el escritor sabe de qué está hablando. Siente que el escritor se documentó, que no está improvisando, que está dándole una atmósfera, un ambiente apropiado de la novela, y que tras eso hay una gran investigación. El lector inteligente, y no hay lector que no lo sea, sabe bien, se da cuenta de que el autor está cometiendo flojeras y está llenando abismos de información con invención barata.

Usted tendrá una charla con él. Así, en síntesis, dos o tres puntos que va a comentar allí.

De todo esto que hemos estado hablando. Yo he sido un lector muy devoto de Vargas Llosa desde que yo era adolescente. Nunca me he perdido un libro suyo. Y aprendí muchísimo como escritor. Yo con Vargas Llosa aprendí muchos secretos de la escritura, porque él es un gran estilista. Experto en armar una trama narrativa. Entonces, cuando uno está aprendiendo a escribir, ve la novela como un mecánico y quiere desarmarla por piezas para ver cómo está hecha. Eso me pasaba con los libros de Vargas Llosa, porque en La ciudad y los perros termina siendo una novela policiaca, porque él va escondiendo quién es el Jaguar, va dosificando información y lo revelará en el momento apropiado. Es una técnica en la cual, desde muy joven, Mario era experto.

Otra vez Dolores Morales

Usted ha dicho policial, ¿Dolores Morales, su personaje inspector en Ya nadie llora por mí, volverá en otra novela?

Eso es lo que estoy escribiendo ahorita. Tengo cinco capítulos escritos. Estoy ahí, no sé, porque si me trabo y retomo el hilo cinco meses después, tengo otro proyecto paralelo.

Dolores Morales, ¿un pretexto para develar la corrupción nicaragüense?

Dolores Morales es un antiguo guerrillero, que tendrá hoy unos sesenta años. Entró muy jovencillo a la guerrilla, perdió una pierna. Usa una prótesis, un bastón. Conoce cómo fue la lucha contra Somoza. Conoce cómo ha evolucionado la situación en el país. No es ningún intelectual. Es un hombre que de guerrillero pasó a policía. Pero ha sido testigo de los cambios que ha tenido el país. Él representa esa vieja conciencia guerrillera e idealista del país que se quiso construir para sustituir a la de la dictadura somocista. Él va siguiendo esa evolución que nos ha llevado a otra dictadura. Que sea una tragedia, pero tiene un enorme filón narrativo. Volver otra vez la rueda al mismo punto. Y él es testigo de todo esto, él y todos los personajes que lo rodean. En ese sentido, Dolores Morales es un alter ego de quien lo ha creado. Claro que hay diferencias entre los dos, yo me trato de meter en su camisa y ver el mundo como él lo ve. Pero también ve el mundo como yo lo veo. Tenemos esa conexión.