Fernando Ampuero: "Simplemente me siento a una mesa y acometo una historia y entonces afronto todos los retos que se presentan"
Además de su éxito como escritor, Ampuero reflexiona sobre el estado actual del periodismo, lamentando su agonía debido a las fake news, la manipulación tecnológica y la saturación de información en internet.
Los lectores de Fernando Ampuero, que pueden contarse por miles, están de fiesta. Las evidencias son claras: cada libro suyo no solo muestra su maestría, sino lo más importante: transmiten, dicen cosas que conectan con las ganas de vivir. Su último libro, Tanta vida yo te di, es un canto a la nostalgia del amor, pero asumida desde la celebración de la experiencia y desde la intensidad del arrojo. En este sentido, ¿cuáles son los resortes que hacen que Ampuero escriba como lo hace?, ¿en cuánto contribuyó el periodismo, oficio en el que ya es un referente, en su configuración moral de escritor? Ampuero, desde que lo leemos, nunca ha dejado de ser un referente, pero lo cierto es que, desde hace más de diez años, está escribiendo su nombre en letras de oro en la narrativa peruana contemporánea. Eso es indudable.
-Una primera impresión que me deja Tanta vida yo te di es que se trata de un canto de amor a la vida.
Digamos que tal vez sea un canto al amor como fuerza vital, cuyo trasfondo deja ver un sinfín de conductas colectivas. En ese sentido, se incorpora a la tradición del primer canto de la narrativa occidental, la Ilíada, donde por una tal Helena los aqueos y los troyanos se fueron a la guerra.
-Muchos de tus lectores no saben si están leyendo una narración de ficción o no ficción.
Los escritores jugamos con esa ambigüedad. En los libros de memorias que he publicado, como La bruja de Lima o El enano, e incluso en mis crónicas recientes, me muevo en un registro autobiográfico. Sin embargo, en los cuentos, particularmente los de este libro, casi todo es ficción. La voz narrativa de Tanta vida yo te di, por ejemplo, se parece mucho a la mía, pero no soy yo; es solo un personaje con el que recreo una situación emocional socorrida por la ambigüedad, recurso que da verosimilitud al texto. Ahora bien, las premisas de cada cuento proceden de hechos reales.
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-¿Y reconoces algunos cuentos autobiográficos?
Sí. Y no son pocos. El díptico de Lobos solitarios es el modelo más obvio, o bien los cuentos ‘Jamás en la vida’, ‘Criaturas musicales’ y ‘Lagos de piscina con Julio Ramón’.
-¿Crees que el humor o el tono risueño generan una complicidad con el lector? ¿Crees que ayuda a superar barreras?
No me cabe duda. El ingrediente del humor es la levadura de mis historias, pero también, supongo, es un mecanismo de defensa. En todo caso, no es, ni ha sido nunca, una opción deliberada. Yo miro así el mundo, es mi forma de observar todo lo que me inquieta. Me río mucho para no llorar.
-¿Qué forma de humor prefieres?
La ironía; de preferencia, la ironía velada, o que sabe ocultarse en los resquicios más sombríos de la mente. Pero también la ironía que sonríe, y rara vez suscita la carcajada. De joven leí a Oscar Wilde y Bernard Shaw, dos maestros; y reí con las películas de Groucho Marx y Woody Allen.
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-En el relato que da título al libro tenemos la historia de dos personas unidas por una circunstancia dramática. Él se ha quedado dormido en su departamento y ella, su casual vecina, espera a un amante en el suyo. El escenario es Punta Hermosa, mientras está siendo devastada por un huaico, lo que termina por frustrar la cita de amor. ¿Qué hay detrás de eso?
Cosas que a la vez dan pena y alegría, esto es, todo lo que a cualquiera se le ocurra respecto a la soledad, la melancolía, el deseo y la fugacidad del tiempo. Para una vejez en inclemente marcha, no hay cirugía estética que valga; así lo entiende mucha gente. En las redes algunos insanos martillean todo el tiempo con el tema del deterioro: ponen fotos de bellas actrices jóvenes y al lado las ruinas en la que se convirtieron. Eso es una maldad. Pero por suerte también hay gente maravillosa que anhela disfrutar de la vida hasta la última gota: quiere soñar, quiere enamorarse, quiere bailar.
-Me gustaría saber si el periodismo contribuyó a afinar tu narrativa. ¿El periodismo te dio la experiencia que necesitabas para ser un escritor?
El periodismo contribuyó para que estableciera una estrategia de escritura clara, fluida y directa, y además, por supuesto, me dio calle. Pero lo que más me nutrió para ser un escritor lo encontré en los libros. Leo de forma incansable, a toda hora. De muchacho todos mis amigos soñaban con ser un escritor como Albert Camus. Y esto ocurría en otros países. Hace poco descubrí un comentario de Susan Sontag sobre la muerte de Camus. Ella dijo: “Todos sentimos esa muerte como algo personal”. Eso fue; su muerte para mí fue un mazazo, dolió de veras. Me habría gustado conocerlo.
-Tienes un nombre en el periodismo, y aunque la pregunta peque de ingenua: ¿cómo ves al periodismo de hoy?
El periodismo que yo conocí, el que nació y creció en el siglo XIX y floreció en el siglo XX, está agonizando. Morirá herido por el robo instantáneo de las primicias, los fake news, los fanatismos de toda índole, y, sobre todo, las nuevas tecnologías, como la IA manipuladora que aún está en pañales. Además, hay el problema del internet, que permite que todo fulano se sienta periodista. Por lo tanto, veo su futuro con escepticismo.
-Este libro tiene seis textos. Cinco son los cuentos que escribiste el año pasado y el sexto es una crónica del 2022. Se suele decir que los textos cortos necesitan un proceso de maceración, ¿pero hubo alguno que tuviera una mayor maceración?
Solo la crónica la tenía bien macerada. La llevaba conmigo, en el equipaje de la memoria, por lo que no tuve que investigar. ‘Noches de bohemia en Lima’ fue escrita con la soltura de una charla entre amigos. Y, bueno, gustó…
-Te quedas corto, creo. Yo hubiera dicho lo que sentí cuando la leí: que esa crónica la has escrito en estado de gracia. Y lo mismo puedo decir de esos cuentos donde apuestas por un amor beligerante, con tus personajes, que no le temen a las dificultades mientras luchan hasta el final, como en ‘Pecados de familia’ o ‘Las lágrimas se secan solas’. ¿El amor es una batalla?
Siempre. Y también una guerra de baja intensidad; después de la conquista, viene el tramo más largo y difícil: conservar lo conquistado. Claro que a algunos se les pasa la mano. Eso sucede en el cuento ‘Los amores canallas’.
-Hasta hace poco se discutía de la narrativa del yo como de algo novedoso cuando tú ya estabas de regreso.
No soy un teórico. Simplemente me siento a una mesa y acometo una historia y entonces afronto todos los retos que se presentan. El uso del yo, como una fórmula consciente, jamás la sufrí; el yo se hallaba vigente cuando nací a la literatura. Unos dicen que Joyce lo tomó de la obra de un desconocido autor francés de fin del siglo XIX, Édouard Dujardin, y lo aplicó como “fluido de la conciencia” en el Ulises, para el famoso monólogo interior de Molly Bloom. Virginia Woolf hizo a la vez algo similar. Y por ahí otros atribuyen la paternidad de esa técnica a Tolstói y a Rousseau. ¿Qué importa esto? El discurso del yo había sido inventado mucho tiempo atrás por la gente que habla en las calles.
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-¿Cómo ves la situación del Perú y el mundo? Como periodista estuviste en etapas complicadas: el horror terrorista de los 80 y la dictadura del 90.
Imposible contestar sobre una cuestión tan amplia. Pero lo que está claro es que hoy dominan los capitalismos imperialistas: el chino, el ruso y el norteamericano. Los dos primeros son capitalismos de corte autoritario, enfrentados al tercero, el sheriff planetario, que tiene aún la sartén por el mango, con la colaboración de Europa. El Perú, por su parte, ha entrado en una etapa de desgobierno y delincuencia generalizada, tanto en el poder como en las calles. Y, por si fuera poco, nadie piensa en el bien común.
-Nunca antes había sido tan evidente la relación de algunos congresistas de la República con grupos ilegales. ¿Tenemos ahora el peor congreso de nuestra historia? ¿Qué opinas?
Opino lo mismo que la mayoría de la población peruana. Que se vayan.
-Algunos esperaron mucho tiempo a una presidenta mujer. Deben estar decepcionados. Para ti, ¿Dina Boluarte gobierna?
Lo dudo. Todo indica que madame Rolex llegó en mala hora.