Cultural

Jon Fosse, el hipnótico

Nobel. Comentamos algunos de los títulos de Jon Fosse, ganador del último Premio Nobel de Literatura. Analizamos tres de las cuatro novelas que circulan en librerías peruanas.

Jon Fosse. Foto: difusión
Jon Fosse. Foto: difusión

No siempre encuentro merecidos los premios que otorga anualmente la Academia Sueca. Muchas veces están condicionados por criterios políticos o vínculos personales. No obstante, la decisión de otorgar el Premio Nobel a Jon Fosse no podría parecerme más acertada. El escritor noruego se ha traducido a todos los idiomas tras obtener el galardón y ha llegado a manos de lectores que quizás jamás hubiesen gozado con su obra de no ser por la visibilidad que da el premio. Se trata, sin duda, de un escritor notable. En español solo he podido conseguir cuatro novelas. Nada de teatro, poesía o ensayos.

Lo primero que leí fue Blancura (Random House) y quedé sorprendido. La trama es casi una sola escena que continúa. Un hombre maneja sin dirección definida hasta que su vehículo queda varado al final de un sendero boscoso en una tarde tardía de otoño, con la luz del día casi extinguida y los primeros copos de nieve cayendo. En lugar de retroceder para buscar ayuda o quedarse en el automóvil, decide, de manera temeraria y sin comprender completamente su razón, aventurarse en el bosque. Sin escapatoria, se extravía y la noche lo envuelve. En esa pérdida se encuentra con una luz y una serie de figuras que lo llevan a recordar y reflexionar. Es una novela breve, que se lee de un tirón gracias a la prosa hipnótica del autor. Casi no hay puntos y no existen divisiones de párrafos. La sonoridad atrapa y, por ello, es recomendable leerlo en voz alta. El libre fluir de la conciencia se maneja a la perfección a través de un ritmo constante. Por momentos, recuerda a la introspección de Proust y a la prosa de Beckett. La novela te atrapa, pero no ofrece un universo complejo y memorable.

Trilogía (Seix Barral/De Conatus), en cambio, revela una enorme capacidad narrativa en el autor. Fosse mantiene la hipnosis, pero plantea una estructura narrativa compleja. Divide la obra en tres partes, que pueden —no recomendaría— leerse por separado. Hay tres tiempos y diversos puntos de vista. Al empezar, nos encontramos con una pareja de adolescentes —Asle y Alida— próximos a ser padres buscando sobrevivir en una sociedad hostil. El autor logra conmovernos con los personajes. Nos volvemos sus cómplices e identificamos con su lucha. Pero Fosse oculta una serie de datos que irá soltando luego. En la segunda parte, nos damos cuenta de qué tan ciegos estábamos. El hombre es un asesino dispuesto a cualquier cosa con tal de perseguir su proyecto de familia. El motivo es noble, pero el medio despreciable. La pareja está criando al pequeño Sigvald fuera de lo rural, pero en esa dinámica se revelan pistas sobre lo que esconde el padre. No obstante, aún hay huecos en la historia. El escritor nos ubica cerca del desconocimiento y sospechas de Alida, que realmente no está al tanto de todo lo que ha hecho su pareja en su proceso de establecimiento en la ciudad. Nada huele bien, pero aún no conocemos la naturaleza real de Asle y los hechos.

Solo la tercera parte cierra el telón completando la historia desde una realidad situada muchos años después. Ales, la segunda hija de Alida —con otro hombre—, reconstruye la historia del padre de su hermano junto a su madre ya anciana. Así, todo lo que veníamos infiriendo termina de completarse. Se trata de una gran historia sórdida narrada con un minimalismo y una simpleza que le otorgan un carácter único.

Ahora, cuando creía haber leído lo mejor, me encuentro con Melancolía (Random House). La novela es simplemente una obra maestra. Esta vez, Fosse se centra en la historia de Lars Hertervig, pintor paisajista noruego. El estilo de los otros libros se mantiene, pero en este caso, Fosse usará varios narradores. La mayor parte del libro tenemos a Hertervig como narrador. Al inicio, parece un sujeto normal, le creemos, pero conforme pasamos las páginas se nos revela como un narrador poco confiable. Está loco y en lo único en lo que realmente sabemos es que es un gran pintor y que su percepción de la realidad está muy distorsionada. El autor nunca nos lo dice, pero nos lo muestra a través de las contradicciones y mentiras que se dice el propio personaje dentro de su monólogo interior. A pesar de que también duda de su talento, Fosse se ocupa de dejarlo claro a través de la aparición de otro personajes. Hertervig narra primero desde el Düsseldorf que educaba a grande pintores y luego desde un sanatorio. Las siguientes partes del libro completan la historia con otras voces.

El segundo narrador crea una suerte de metaficción de un escritor contemporáneo noruego escribiendo sobre el pintor del siglo XIX. La sección final da la objetividad que nos da también el tercer segmento de Trilogía a través de la voz de Oline, hermana de Lars, que ya muy anciana recuerda constantemente a su hermano fallecido. No solo aporta coherencia al relato, sino que ofrece a otro personaje estupendo. Fosse consigue retratar el paso del tiempo a través de la memoria, pero también del deterioro. El libre fluir de la conciencia se alterna con la terrible realidad que enfrenta la anciana Oline. Se olvida de las cosas, se confunde, no controla la expulsión de sus residuos y apenas puede caminar. La novela no deja de fluir con un ritmo hipnótico a pesar de las casi cuatrocientas páginas que la componen. La repetición que caracteriza a Fosse da no solo musicalidad a su prosa, sino cierto toque religioso o espiritual similar al del mantra o rezo. Los temas, como siempre, son muy humanos. Estamos frente a un escritor completo, total, que logra tanto forma como una profundidad filosófica, psicológica y conceptual notable. Ya dedicaré otro artículo a Septología, su más extensa obra.