Festival de Cine de Lima: entrevista a Kiro Russo, premio al mejor director
Kiro Russo es una de las voces más aclamadas del cine boliviano actual. En esta entrevista exclusiva, el director nos cuenta acerca de cómo se hizo “El gran movimiento”, la cinta que recibió el respaldo unánime de la crítica pese a no ser elegida mejor película.
Un compañero de estudios del director paceño Kiro Russo me lo describió como “alguien que desde la facultad ya se veía que haría cosas diferentes”. Russo, nacido en La Paz en 1984, se alzó como mejor director en el reciente Festival de Cine de Lima por “El gran movimiento”, un filme que lideró el grupo de avanzada de la filmografía boliviana en este evento junto a obras que también recogieron excelentes comentarios de la crítica, tales como “Utama”, de Alejandro Loayza Grisi, y “El visitante”, del cochabambino Martíb Boulocq, película que recibió el premio al mejor guion. El rol boliviano no debe pasar desapercibido; incluso la gran ganadora peruana, “Willaq Pirqa”, es una coproducción peruano-boliviana que comparte casa productora con “Utama”.
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Sobre el papel, “El gran movimiento” trata de un grupo de mineros que reclama volver a sus puestos laborales tras un despido. Uno de ellos, Elder, cae enfermo y recibe los cuidados de Mama Pancha, una anciana que luego lo deriva a un médico brujo algo extravagante mientras el resto encuentra empleo en un mercado. Pero este planteamiento simple viene sumergido en un cóctel de surrealismo altiplánico donde las imágenes y las sensaciones importan más que la historia misma. El resultado es una cinta transgresora y única, que perfila su narrativa con un nítido sello de autor. Añade a los logros el hecho de haber sido filmada en celuloide, no en digital. “Yo le hubiera dado sin dudas el premio a mejor película”, me dice el crítico de cine y docente Isaac León Frías.
Russo estudió Dirección en la Universidad de Cine de Buenos Aires junto a Álvaro Luque —director del documental “La danza de Los Mirlos”—, quien me hizo el comentario inicial. Comenzó dirigiendo cortos como “Enterprisse” (2010) y en especial “Juku” (2012), que recibió varios premios en diversos festivales. Tras otros dos cortos como “Nueva vida” y “La bestia” (ambos de 2015), en 2016 estrenó “Viejo calavera”, que sería el primer filme de la trilogía minera, la cual incluye a “El gran movimiento” como segunda entrega. Si bien la peruano-boliviana “Willaq Pirqa” ha recibido la mayor cobertura de la prensa al cierre del Festival de Lima, el filme de Russo se llevó cuatro preseas: mejor dirección, mejor película con temática de trabajo otorgado por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), primera mención honrosa a la mejor fotografía (para Pablo Paniagua, otro compañero de estudios) y mención honrosa a la mejor película de la crítica internacional.
Russo no pudo venir en persona a recoger sus premios. Esta entrevista se hizo poco antes de la noche de premiación del viernes 12 de agosto.
Tráiler de “El gran movimiento”
—Lo primero que quería preguntarte es cómo se origina “El gran movimiento”, una película bastante conceptual que también nos devuelve de alguna manera a una forma de cine que se ha olvidado que es el celuloide; usas la película, usas algunos trucos de la vieja escuela para contar tu historia.
—Bueno, Sandro, te cuento que es un proceso muy largo para llegar a ‘El gran movimiento’. Yo tengo un proceso cinematográfico de muchas contradicciones con la forma tradicional del cine, también con la idea del guión, no con la idea solamente de pensar en la narración, sino que me interesa mucho la forma cinematográfica del cine. Y esta película, específicamente, ha nacido por mi amistad con Max Eduardo Bautista Uchasara, quien es el chamán de la película, y podemos decir que lo conozco desde el 2004 y nada, es un gran amigo mío y, obviamente, para mí ha sido una persona que me ha inspirado muchas cosas de mi vida porque es un sabio, un tipo que está en los límites del sistema y esto para mí lo conecta mucho a la ciudad en su forma de ser.
Hace unos años, después de hacer ‘Viejo calavera’, habíamos hablado con él para hacer una película y conectar esta idea de ciudad con la de las ‘sinfonías de la ciudad’. Me parece que ‘El gran movimiento’ es una película realmente muy posmoderna en la realidad, en su forma, y en su presentación, y en su estructura. Eso hace que la película sea bastante críptica y que tiene muchas capas, que tiene muchas interpretaciones; justamente en las críticas me pareció muy curioso el nivel de diversidad, de cosas que se pueden sacar de la película, ideas incluso opuestas. Eso me parece muy interesante.
—Mientras la veía tomé algunas notas porque me generaba todo tipo de discursos y pensamientos, “un surrealismo obrero-indigenista boliviano”. Bebes de muchas fuentes, ¿cuáles son?, ¿quiénes fueron tus influencias en pantalla?
—La verdad es que yo soy muy cinéfilo, he visto muchísimo cine, me encanta mucho el cine. Obviamente esta película tiene una conexión o un rescate o una reinterpretación del montaje soviético y de las ‘sinfonías de la ciudad’ de los años 20. Y también tiene por otro lado guiños a cosas mucho más Clase B, me parece, como terror de Clase B o videoclip, o sea tiene como todas esas esas capas. Por eso te decía que para mí es muy postmoderna. Creo que rompe con la idea de linealidad y de superación de lo antiguo que es justamente la idea de lo moderno. De alguna manera, es un mosaico y es una saturación total de información, que también para mí es algo muy contemporáneo, que tiene que ver con la saturación misma de las imágenes que estamos viviendo en la época misma, por eso también de alguna manera la película acaba como acaba, con esa celebración. La película hace rupturas dentro de su propio discurso al hacer citas literales de otras películas para algunos cinéfilos. Por ejemplo, en el final la música es una reinterpretación de ‘El hombre de la cámara’ de Dziga Vértov.
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—Tu película ha fijado la mirada en el cine boliviano, un cine que para el gran público peruano no es tan conocido. Otra película como “Utama” también ha sido muy bien recibida. ¿Qué está sucediendo en Bolivia?
—Tenemos una tradición históricamente con lo que ha pasado con el Grupo Ukamau. Puedo decir que, a pesar de que Bolivia tiene poco cine, tiene un cine que ha sido fuerte siempre históricamente y que ha influenciado incluso a otros países y a otros realizadores. No tenemos ninguna estructura, ningún apoyo para hacer películas, pero el año 2019, al final de la gobernación de Evo Morales —antes del golpe de Estado— ha habido un fondo (para el cine). Esto ha hecho una gran diferencia, porque aquí hay mucha gente que está haciendo cine, en ese pequeño tiempo creo que tenemos 50 películas que se han hecho en Bolivia; dentro de esas películas, hay una diversidad de propuestas y creo que muy buenas películas. Pero aparentemente eso también va a ser una isla otra vez, porque no hay ningún ningún cambio. A pesar de todos los premios que ganado en estos dos años el cine boliviano, no ha habido ninguna repercusión realmente a nivel institucional.
—¿Cuál es la verdadera historia, cuál es el mensaje que tú quieres dar con “El gran movimiento”? Cualquiera de todos podemos sacar una conclusión propia pero, ¿cuál es la que tú querías dar?
—Yo quería mostrar un estado, o al menos tratar de mostrar la imposibilidad de mostrar un estado de la cuestión del sistema en Bolivia, pero en el mundo, a la vez. Intentar hacer una ecografía del sistema, estratificaciones, y también ver de una manera audiovisual las capas del sistema, me parece que esa es la intención.
Pero también hay una intención sinceramente muy estética y muy cinematográfica. A veces me han sorprendido también ciertas críticas o lógicas que han buscado en la película, extra-conceptuales. A mí lo único que me interesa es disfrutar de un plano, me gusta mucho el cine. Creo que la película es muy cinéfila y apela a eso. Obviamente, hay gente que le cuesta mucho más entrar a una propuesta así, porque la gente está acostumbrada a buscar sólo la historia. Por lo menos en esta película, no me interesaba profundizar tanto la historia; no sé, mi película ‘Viejo calavera’ tiene un poco más de historia. Me gusta generar experiencias y también generar preguntas, para mí es muy interesante.
—Mencionabas “Viejo calavera”. ¿Cuál es la línea que emparenta lo con este trabajo? ¿Es tu obsesión revisar la identidad boliviana, hablar de una Latinoamérica donde Bolivia quizá se siente excluida?
—Para mí, Bolivia está reflejada en que las temáticas de las películas, son súper Latinoamericanas e incluso universales; también porque son películas de temática laboral. Otra cosa que a mí me sigue interesando muchísimo es la mina, y la mina vista desde diferentes puntos de vista. (En ‘El gran movimiento’) era más la experiencia de la ciudad casi como un tercer personaje, un poco es una película más alejada del espectador común. Me parece incluso por lo que habías mencionado hace rato con lo del (celuloide de) 16 mm; mucha gente me ha dicho ‘¿por qué quieres que se vea tan vieja la película?’. Es una cosa de textura pero también de discurso, en el sentido de conectar la película con esas películas antiguas. También hay un chiste que se hace mucho, como que dicen que ‘Bolivia está en otra época, está atrasada’, que ‘estamos tal vez en la nouvelle vague…', por eso se ve así la película, no sé, es un chiste que dice uno en realidad.
—El uso de ese zoom desde un plano general al incio de la película hacia partes de la ciudad es un recurso bastante sencillo pero potente, que te va sumergiendo en una una realidad alterna a donde tú nos quieres llevar. ¿Cómo fue el trabajo con el director de fotografía Pablo Paniagua?
—Yo soy un director muy obviamente visual, parto las películas por los planos, no por las historias, entonces sé muy bien qué quiero filmar. Pablo es uno de mis socios colaboradores máximos porque somos mejores amigos y realmente me entiende muy bien para encontrar ciertas texturas, ciertas formas que estoy pensando, soy súper obsesivo con eso. El tema (del zoom) viene de un corto, nada ha sido una cosa azarosa que apareciera de la nada. Es un corto de 2015 que se llama ‘Nueva vida’, que son puros zoom ins (acercamientos) a un mismo espacio. Estaba filmada desde un departamento en Buenos Aires donde yo vivía, tenía una época muy voyeurista. Pablo tiene un gusto alucinante con relación al color. Igual hablamos mucho, pero como es colorista realmente agrega muchísimo. No le permito iluminar casi nada. No muchos fotógrafos están interesados en trabajar de esa manera.
—Una vez terminado “El gran movimiento”, ¿que se viene después?
—El final de la trilogía minera; sigo trabajando en las minas, pero ahora estoy trabajando la misma temática desde otro punto de vista, o sea, es un poco más narrativa y además que tiene que ver con personajes femeninos. Me interesa mucho ir al mismo lugar pero hacerlo de otra manera; estoy en un momento de investigación. Pero la verdad, cuándo se filmará la película, eso no se sabe.