Energía limpia y fusión local
La fusión nuclear ha sido presentada como el camino para obtener energía no contaminante. Las potencias mundiales encabezan esta investigación, ¿qué tan lejos está el Perú de un recurso como este?
Uno de los miedos generacionales más fuertes de la Guerra Fría fue la catástrofe nuclear. Pero no la de «el dedo que aprieta el botón», sino la siguiente: el dedo que, por no apretar nada o apretarlo mal, desata un accidente como el ocurrido en la planta nuclear de Chernóbil en 1986. Muchos años después, este miedo habría encontrado —por fin— su contraparte de esperanza.
Fue un anuncio del Gobierno de Estados Unidos el que llamó la atención de la comunidad científica: se había logrado, en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, la tan ansiada «ignición por fusión». Es decir, se había obtenido una mayor cantidad de energía que la inicialmente utilizada en el experimento, a través del proceso de fusión nuclear —el mismo que hace brillar a las estrellas y, sin ir muy lejos, a nuestro sol.
Este primer paso, al que aún le aguardan muchos más, es la llave para imaginar un futuro que hasta ahora pertenecía al género de la ciencia ficción. La fusión nuclear, que consiste en la unión de dos núcleos de átomos de hidrógeno, permitiría producir una energía casi ilimitada, a partir de materias primas accesibles y con muy pocos residuos contaminantes.
En comparación, la fisión nuclear —que libera energía mediante la división de los átomos y alimenta a las centrales nucleares del presente— quedaría en desventaja por su gran cantidad de desechos radiactivos y los posibles riesgos de un nuevo Chernóbil o Fukushima.
Investigador. Físico nuclear Rolando Páucar.
¿Un mundo autosostenible?
Causa vértigo pensar en qué traerán los avances futuros. En un país como el Perú, aterrizar esta idea cobra el nivel de las inmensas preguntas celestes. El físico nuclear Rolando Páucar, formado en San Marcos, afirma que el balance positivo obtenido del experimento estadounidense es un paso importante. A partir de este, se podría mejorar la tecnología para desarrollar, en un futuro cada vez menos remoto, un reactor nuclear comercial de fusión —del que bastaría uno solo para cubrir las necesidades energéticas de todo un país.
En esta carrera por la energía limpia, que han iniciado las grandes potencias del mundo, incluso el plazo estimado para el 2060 podría acortarse. Tal vez podamos imaginar un planeta alimentado por la fusión, un pequeño sol en la Tierra que no emitiría gases de efecto invernadero. Este Santo Grial de la energía ilimitada y barata nos vendría bastante bien: sería suficiente para iluminar cada hogar de cada región, por medio de una masiva red eléctrica que bebería de la gran central nuclear. No harían falta el gas de Camisea ni el litio de Puno, ni hidroeléctricas ni termoeléctricas: fusionar los átomos saldría más a cuenta. Seríamos felices.
Rolando Páucar, sin embargo, no es tan optimista. Para el físico nuclear, las ventajas ambientales de este tipo de energía serían más notorias en los países industrializados, que actualmente contaminan mucho más que el Perú. Además, aun en el larguísimo plazo, nuestras capacidades tecnológicas y económicas serían insuficientes para producir un reactor tan sofisticado. Por la fuerte inversión de tiempo y dinero que requiere, la hegemonía energética se disputaría entre Estados Unidos, China, Rusia o las naciones europeas —no así en un sector de Sudamérica sin masa crítica de científicos ni suficiente apoyo del Estado. «Suena un poco fatalista, ¿no?», bromea Páucar.
En cualquier caso, soñar es gratis. Si la fusión nuclear nos permite fantasear con utopías de ciencia ficción, ¿por qué no explorar también su lado opuesto? De momento, parece más probable que esta poderosa energía quede reservada para una oficina oscura, escondida en un amplio edificio, con mil oficinas más, a la que un día ingresará un presidente y, con toda la gravedad de sus dedos nerviosos, presionará el botón rojo. Y desde el núcleo de los átomos se hará la luz.