En el Perú, el piso no está parejo para los niños desde el inicio de sus vidas. El lugar de nacimiento, el patrimonio y nivel socioeconómico de los padres, el origen étnico y la lengua materna son algunas de las circunstancias que los niños no eligen y que, sin embargo, pueden determinar en buena medida las trayectorias futuras de sus vidas. Varias de estas circunstancias adversas pueden ser compensadas o eliminadas mediante políticas públicas adecuadas para el cierre de brechas. Una de las principales es ofrecer una enseñanza de calidad que garantice logros satisfactorios, no solo en la adquisición de conocimientos, sino también en habilidades socioemocionales. Pero estas circunstancias también pueden agravarse por políticas antitécnicas, no basadas en la abundante evidencia disponible.
Esta semana, el Gobierno decidió, mediante un decreto, de manera improvisada y sin concertación alguna, la suspensión de clases durante toda una semana. Las declaraciones del ministro (ir)responsable han apuntado a desconocer los impactos negativos, acudiendo a la realidad de un país virtual. El ministro incluso intentó negar la realidad de la medida. A la frase de antología “el puente no se cayó, se desplomó”, se ha añadido un nada convincente “clases virtuales no, clases remotas”. Se ha minimizado el impacto de una semana de clases perdidas, olvidando las duras lecciones de uno de los cierres más prolongados de escuelas en el mundo durante la pandemia, que en el Perú se extendió incluso cuando todas las demás actividades habían retornado a la presencialidad. Este viernes, las escuelas permanecieron cerradas, pero la selección peruana disputó un partido de fútbol con lleno completo en un estadio situado en el mismo eje vial que el lugar de las reuniones del APEC.
El ministro ha demostrado un desconocimiento alarmante de la situación crítica de los aprendizajes. Incluso se aventuró a sostener que nos fue mejor durante la pandemia: “Acabamos de recibir un informe de la OCDE, en el que señala que Perú fue uno de los países que mejor resistió y afirmó conocimientos en lectura y ciencias durante la pandemia, a pesar de las dificultades”. Esta afirmación merece un cero en comprensión lectora, pues los mismos resultados de las pruebas PISA de la OCDE muestran una realidad muy distinta. En la prueba tomada en 2022 a una muestra de 6.968 escolares de 15 años en 337 instituciones educativas, los logros de aprendizaje tanto en lectura, matemáticas como en ciencia están muy por debajo de los promedios de los países de la OCDE, a la cual el Perú aspira a pertenecer. Peor aún, las notas promedio en matemáticas y ciencias están por debajo del nivel 2, que según la OCDE “marca el nivel de competencia en el que los estudiantes comienzan a demostrar habilidades que les permitirán participar de manera efectiva y productiva en la vida”. Las pruebas de lectura apenas se sitúan un punto por encima de este nivel.
Entre 2018 y 2022 no hubo ninguna mejora en las pruebas de lectura y ciencias, mientras que en matemáticas se observó una caída en el puntaje promedio (de 400 a 391) y un incremento en el porcentaje de alumnos que no alcanzaron el nivel necesario de competencias (de 60,3% a 66,2%).
El ministro también decidió ignorar los informes sobre los resultados de las evaluaciones anuales de aprendizajes que realiza el propio ministerio. Los datos del 2023 muestran un panorama sombrío. En el caso de segundo de secundaria, entre 2022 y 2023, el porcentaje que no alcanza el nivel satisfactorio en matemáticas subió de 86,7% a 88,7% a nivel nacional, y de 80,4% a 84,7% en la capital. En lectura, el porcentaje que no logra un aprendizaje satisfactorio también creció: de 80% a 81,6% a nivel nacional, y de 70,4% a 73,8% en Lima. Situaciones similares se observan en segundo y cuarto de primaria, y en estudiantes de segundo de secundaria de Educación Intercultural Bilingüe (EIB).
Decir que los alumnos “afirmaron conocimientos” no se condice con la realidad. La gran mayoría de los estudiantes no alcanza el nivel satisfactorio, y en 2023 la situación ha empeorado. La suspensión de clases no hará sino agravar los ya deficientes resultados de este año.
Obligar a los escolares a realizar clases virtuales, presentándolo como una “oportunidad” para que los padres estén “más cerca” de sus hijos, refleja un desconocimiento total de las características del empleo en el Perú. Más de la mitad de los trabajadores en Lima y Huaral tienen un empleo informal, principalmente como independientes o pequeños empresarios, y muchos no pueden trabajar de forma remota. Aún aquellos que sí pueden hacerlo encuentran incompatible el cuidado de los niños con el acompañamiento escolar, una tarea que recae principalmente sobre las madres, agravando las brechas de género.
Además, la suspensión de clases afecta más a los estudiantes de colegios públicos, cuyos padres suelen tener ingresos diarios y carecen de acceso a internet o computadoras. Esto agrandará aún más las brechas educativas según niveles socioeconómicos. En 2023, en el estrato más bajo, solo el 17,9% de los escolares de segundo de secundaria alcanzó un aprendizaje satisfactorio, frente al 35,4% del estrato más alto.
Para los 690.890 niños de escuelas públicas en Lima y Huaral que dependen del programa Qali Warma, la suspensión significó una semana de privación alimentaria, en un contexto de alta incidencia de anemia y hambre. Según la Enaho 2023, casi la mitad (46,7%) de los niños de nivel inicial y primaria en escuelas públicas de Lima vive en hogares que no logran cubrir sus necesidades calóricas.
La escuela no solo es un espacio de aprendizaje académico. También es crucial para el desarrollo de habilidades socioemocionales que permiten a los niños interactuar más allá del círculo familiar. La suspensión de clases presenciales no hace sino agravar las consecuencias del prolongado cierre decretado durante la pandemia.
El acceso a la educación es la piedra angular para el desarrollo de nuestra sociedad y la formación de ciudadanos con derechos y valores compartidos. El Gobierno parece temer a la juventud que, en el futuro, tomará las riendas del país. No se entiende de otra manera esta medida que la aparta de las instituciones donde se forman como ciudadanos.