(*) Economista y docente.
Comprensiblemente, las recientes declaraciones de Julio Velarde, afirmando que buena parte de la población pobre del Perú podría salir de la pobreza con apenas 11 soles adicionales al mes, vendiendo medio kilo de papas más o un emoliente más, han sido recibidas con una mezcla de incredulidad y sorna. Ciertamente esas reacciones son merecidas, especialmente considerando que vienen de quien, como presidente del Banco Central de Reserva, está a cargo de la política monetaria. En todo caso, al menos parece que el buen Velarde dejó de lado sus intentos de reinventar la economía para explicar que el Perú no está en recesión.
Pullas aparte, las declaraciones de Velarde preocupan por lo que traslucirían. Aproximarse a un tema tan complejo y controversial como la pobreza, enfocándose en que con 11 soles mensuales basta para salir de pobre, reflejaría cómo desde la mentalidad tecnocrática se puede terminar desconectado de la realidad.
Entendamos que la pobreza monetaria se define mediante la “línea de pobreza”, equivalente a una canasta básica de consumo que al año 2022 se calculaba en S/415 mensuales por habitante, acorde al INEI. Que alguien sea pobre monetario o no, depende de cómo se ubique su gasto con respecto a dicha canasta. ¿Es tu gasto mayor a S/415? Entonces, no eres pobre. ¿Es tu gasto menor a S/415? Entonces, eres pobre. Sencillo, realmente.
Ahora bien, el problema con la pobreza monetaria es que, aunque es un concepto muy útil, tiene serias limitaciones. Una de esas limitaciones es que la línea de pobreza al final resulta una referencia abstracta y, en parte, arbitraria; más allá del cuidado con el que se elabore. Con línea de pobreza de S/415, si tu gasto es S/ 416, técnicamente ya no eres pobre. ¿Pero alguien se atrevería a decir que con apenas un sol adicional basta para salir de la pobreza y dejar de padecer sus efectos y secuelas? Este absurdo del sol más o sol menos, evidencia los problemas con la mera medición monetaria de la pobreza.
Por ello, a nivel global se viene promoviendo la medición de la pobreza multidimensional, que considera las múltiples carencias y desventajas que las personas pobres sufren en educación, salud, vivienda, trabajo, acceso a servicios, etc. Así, se resuelven paradojas como la de Madre de Dios, región postergada si las hay, pero que gracias a la magia del dinero de la minería ilegal y el narcotráfico figura entre las regiones con menor pobreza monetaria, aunque en muchas otras dimensiones socioeconómicas claves dicha región es un desastre.
Limitar la discusión de la pobreza a lo monetario es un error, pues la explotación laboral, la carencia de servicios esenciales, la inseguridad alimentaria, la vivienda precaria y tantos otros factores que afectan y limitan a las personas, no pueden dejarse de lado. Más aun, incluso considerando válido que con 11 soles mensuales se sale de la pobreza, ello apenas implicaría a una fracción del universo de pobres. Con datos del 2022, la brecha entre el gasto promedio de un pobre y la canasta básica es S/103 mensuales; bastante más que los 11 soles de Velarde.
En esa misma línea, celebrar el mero crecimiento numérico del empleo, sin considerar la informalidad y precariedad de dicho empleo, o afirmar que la economía no está en recesión porque algún indicador aislado es positivo, son otros ejemplos de la mentalidad tecnocrática que impera en muchos sectores del Estado, limitada a ver si cuadran las cifras macro en azul, desentendiéndose de la realidad de la pobreza y la inequidad que afecta a millones de peruanos, cuyos problemas ciertamente no se resolverán únicamente con 11 soles adicionales al mes.