AFP y EFE
Poco conocida más allá de Polonia, es la tragedia de la pequeña ciudad de Wielun, la Guernica polaco-judía bombardeada de manera masiva por la Luftwaffe (fuerza aérea) y la artillería nazis en la madrugada del 1º de setiembre de 1939: era el comienzo de la II Guerra Mundial.
“Al alba, cuando aún estaba gris afuera, me despertó un sonido extraño, un rugido potente que nunca había oído. De pronto, el techo se fisuró y los vidrios estallaron en pedazos. Nuestras ventanas daban a la calle donde cayeron las primeras bombas, un poco más lejos, sobre el hospital”.
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Zofia Burchacinska tiene hoy en día 91 años, pero se acuerda perfectamente del día en que su ciudad se convirtió en el primer blanco de la guerra iniciada por Adolf Hitler.
El sonido estridente que aterró a la niña de 11 años, hace 80 años, provenía de sirenas, apodadas "trompetas de Jericó", ubicadas en el tren de aterrizaje de los "bombarderos en picada" Junkers Ju 87.
"Huimos con mi madre atravesando la plaza del mercado, ya repleta de escombros. Una parte estaba en llamas, se trataba de una perfumería que ardía, llena de productos inflamables", recuerda Burchacinska.
"La ciudad solo era fuego. La gente corría para todos lados, huían, algunos sin vestimentas. Vi muertos, heridos. Humo, ruido, explosiones. Todo ardía...", cuenta la sobreviviente.
“Wielun, donde murieron niños, mujeres y ancianos, es un símbolo de la guerra total”, dice el historiador Jan Ksiazek, director del museo de la Tierra de Wielun.
La orden de bombardear Wielun, una ciudad de unos 16.000 habitantes del centro de Polonia, la dio el general Wolfram von Richthofen, el exjefe de la Legión Cóndor, cuyos aviones habían arrasado la ciudad vasca de Guernica en 1937, un drama que inspiró la famosa tela de Picasso. En los dos casos se trató de masacrar a una población civil sin defensa con el objetivo de sembrar el pánico.
A partir de ahí, las fuerzas alemanas desplegaron su “guerra relámpago”, lo que les llevó a conquistar fácilmente una Polonia abandonada por sus aliados (Reino Unido y Francia).
Luego, el 17 de setiembre de 1939, las fuerzas soviéticas invadían Polonia desde el Este en virtud del pacto Ribbentrop-Molotov, lo que borraba del mapa a este país centroeuropeo.
Tras ser dividida por nazis y bolcheviques, Polonia perdió la mayor parte de su Ejército, casi un millón de hombres, mientras su población civil, especialmente la de origen judío, comenzaba a sufrir el drama de la ocupación.
Alrededor de 70.000 soldados murieron en esas primeras semanas de guerra, 130.000 resultaron heridos y 700.000 fueron hechos prisioneros por los alemanes o los rusos.
“Es probable que los alemanes se hayan dado cuenta de que Wielun era una ciudad bi-cultural. La población polaca dominaba, seguida por la población judía. Aquí no había minoría alemana, contrario a otras ciudades del centro de Polonia”, analiza el historiador Tadeusz Olejnik.
Además, "en los primeros informes alemanes, se explica el ataque contra Wielun en el hecho de que la ciudad albergaba una importante población judía. En 1939, sobre cerca de 16.000 habitantes, exactamente el 33,39% eran judíos", agrega el profesor Olejnik.
Los judíos supervivientes fueron primero encerrados en un gueto, luego, en el marco de la "solución final", enviados al aislamiento de Lodz o al campo de exterminio de Chelmno nad Nerem para ser asesinados en "camiones de gas".
Tras la guerra, Wielun fue reconstruida. Hoy en día es una bella y próspera ciudad de 25.000 habitantes, con calles y parques cuidados, orgullosa de su identidad de antigua ciudad real fundada en el siglo XIII.
Existe orgullo entre la sociedad polaca por su heroica resistencia contra la invasión nazi y soviética, y por acontecimientos como el Alzamiento de Varsovia de 1944 o la victoria de los Aliados contra los nazis en Montecassino (Italia), en la que fueron decisivos los soldados polacos en el exilio.
Los polacos siguen recordando la II Guerra Mundial con una mezcla de angustia y orgullo, y una sensación de que su país estaría ahora infinitamente mejor de no haber sido por ese conflicto.