— ¿Qué implica el incremento de los niveles de pobreza? ¿Es un jalón de orejas al caudal de la economía?
Hay que entender lo ocurrido para ver el problema de manera desagregada. Vemos dinámicas regionales diferenciadas. Por ejemplo, en el ámbito rural la pobreza en el 2022 está en sus niveles más bajos históricos, si no me equivoco, desde el 2004. Cosa inversa ocurre con Lima. Estamos con 27% de la pobreza y nos regresa a un periodo de muchos años atrás, prácticamente al 2006, incluso, la diferencia es abismal respecto al resto urbano. La dinámica de pobreza en la capital es bastante preocupante. Casi un tercio del total de pobres están aquí.
— Entonces, urge redireccionar las soluciones…
No se considera aún la población vulnerable, que hace que la pobreza en el área urbana varíe fuertemente. El resultado de ahora nos refleja que 9 de cada 10 nuevos pobres, por así decirlo, residen en el área urbana. Lo que se tiene que hacer urgente es idear nuevas estrategias de lucha contra la pobreza urbana porque las que se generaron a principios del siglo como Juntos o Contigo se dirigen a las áreas rurales como la sierra, donde la tasa de pobreza bordeaba cerca del 80%. No es que abandonemos estas políticas, pero nos debemos adecuar.
— Por ejemplo, ¿hacia dónde apuntar?
Se debe garantizar una mejor reinserción al mercado de trabajo. En el caso de las mujeres, por poner un caso, se deben establecer guarderías infantiles urbanas como en otros países para alentar su retorno al mercado laboral. La protección social también debe nutrirse para los adultos mayores. Debemos anticipar las soluciones y no esperar que nos estalle en la cara.
— ¿El panorama se complica con el menor crecimiento económico previsto para este año?
La experiencia refleja que las fases de fuerte crecimiento (económico) llevan a fuertes reducciones de la pobreza. También vemos que el efecto de redistribución ha sido relativamente bajo respecto al efecto del crecimiento, y que este se ha dado a detrimento de los más pobres. Hay un contraste muy fuerte en los deciles de pobreza y riqueza. Más allá del modelo, hay un problema de eficiencia en el Estado para llevar sus políticas públicas y llegar a la población. Pese al modelo liberal, también está fallando la falta de atención a las políticas para reducir la informalidad.
— ¿Y si continuamos aplicando bonos para ayudar a los más pobres?
Creo que de manera general a más largo plazo hay que desbonificar las políticas, pero no debemos abandonarlas mientras haya situaciones de emergencia. Tenemos a las ollas comunes, las que deben seguir recibiendo el apoyo del Gobierno por su importancia, más aún viendo que el déficit calórico, que representa la cantidad de hogares con un consumo adecuado de calorías, se ha disparado. En Lima se ha disparado a cerca del 45%, superando a otras regiones o al ámbito rural. Hay más hambre en Lima, por así decirlo, que en el ámbito rural.
Buena parte de la pobreza está concentrada en zonas urbanas. Foto: difusión
— ¿Cómo quedamos en la foto a nivel regional?
Distintos países enfrentan distintos contextos. Venezuela y Argentina por ejemplo están con pobreza generalizada e inflación. Tengamos cuidado con los instrumentos de política que frenan la expansión de la economía, como el alza de las tasas de intereses que encarece el crédito. No es el momento para encarecerlo.
— ¿En cuánto se normalizaría la tasa de pobreza?
Es difícil de decirlo. Tenemos ahora un estancamiento del gasto, pero con crecimiento de la pobreza por la deformación de la distribución del gasto perjudicando así a los más pobres. La inflación los golpeó más porque gastan sus pocos ingresos en alimentos, y estos son los que más han subido. La inflación ha sido mayor donde los más pobres, a diferencia que en los hogares ricos.