Durante mucho tiempo, uno de los mayores enigmas de la fisiología humana era si el ritmo de sueño y vigilia de 24 horas significaba solo un hábito que podría modificarse o formaba parte de un reloj biológico propio de nuestra especie.
Por ello, en 1938, Nathaniel Kleitman, profesor de Fisiología en la Universidad de Chicago, se embarcó en la búsqueda de un lugar donde no se pudiera distinguir el día y la noche para llevar a cabo un experimento sin precedentes.
El sitio elegido fue Mammoth Cave (Kentucky, EE. UU.), el sistema de cuevas más extenso del mundo.
Allí, en una cámara de 20 metros de ancho y 8 metros de alto, Kleitman y su alumno Bruce Richardson decidieron ser los voluntarios de su propio experimento y sometieron sus cuerpos a días de 28 horas.
Kleitman, a la izquierda; y su alumno Richardson, a la derecha. Foto: The Scientist Magazine
Dado que al interior de las cuevas no hay acceso a la luz solar, los investigadores usaban la iluminación de lámparas y linternas para simular el periodo diurno.
El itinerario era dormir 9 horas, trabajar 10 horas y disponer de 9 horas de ocio.
En tanto, el alimento era proporcionado por los cocineros del Mammoth Cave Hotel.
Interior de la cueva donde Kleitman y su estudiante pasaron 32 días. Foto: Nathaniel Kleitman Archives
Uno de los mayores inconvenientes era la temperatura constante de 12 grados Celsius, por lo que requerían algunas capas de ropa, según detalla Kleitman en el libro que publicó al año siguiente.
Cuando los investigadores querían dormir, simplemente apagaban las lámparas y se acostaban en sus camas configuradas en estructuras diseñadas para mantener alejadas a las ratas durante la oscuridad total.
Además de proporcionarles la comida, el hotel les facilitó los muebles que utilizaban.
En total, pasaron 32 días, que en la cueva se vivieron como más de 37 días. Durante toda su estadía, ambos investigadores habían registrado constantemente su proceso de adaptación.
Kleitman concluyó que no logro adaptarse al nuevo ciclo de sueño y vigilia, por lo que experimentaba algunas ‘noches’ de insomnio y ‘días’ de fatiga. En cambio, Richardson, que era 20 años más joven, se adaptó tan solo una semana después de haber comenzado el experimento.
Los resultados de este interesante experimento y otras investigaciones de Kleitman sirvieron como base de lo que ahora se conoce como cronobiología: el estudio de los ritmos circadianos.
Los ritmos circadianos son cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de 24 horas, según el Instituto Nacional de Ciencias Médicas Generales de Estados Unidos.
Hoy, Kleitman es conocido como el padre de la investigación moderna del sueño.