Una segunda mirada a la pasada jornada de interpelación revela que no ha sido precisamente un triunfo para el fujimorismo. El espectáculo de la calidad personal de algunos de sus congresistas emblemáticos, enmarcado en un contexto supuestamente educacional, le recordó a la ciudadanía por qué la aprobación del Congreso anda por un solo dígito. La interpelación terminó teniendo la dinámica y el sabor de un asalto al paso, con falsedades, groserías, despropósitos, maltratos personales, tonterías, y ha llevado a muchos a preguntarse de nuevo por qué se le paga US$ 6.000+ a algunos de esos representantes, que ni siquiera agradecen con una dosis de decoro ante las cámaras. Para Keiko Fujimori la victoria consistiría en haber puesto en marcha la salida de Jaime Saavedra del gabinete. Esa sería la tarea cumplida, el entregable que esperaba el lobby universitario. La idea de que sin Saavedra la reforma en la educación se detendrá evidencia una deficiente comprensión de lectura en Fuerza Popular. FP se ha jugado a una estrategia vagamente putchista que depende del choque, de la inmediatez, del abultamiento de bíceps. Su deseo de derribar a un ministro (el más apreciado en las encuestas) evidencia la necesidad de demostrar que una bancada intelectualmente zombie sí funciona, como una suerte de jefatura de personal del Ejecutivo. Quizás el gobierno no necesita ir a la cuestión de confianza, que después de todo es también una imagen en el espejo del cargamontón naranja contra Saavedra. Quizás bastaría una estrategia para mantener la firmeza en los propósitos y las políticas, mientras el fujimorismo protagoniza pataletas pírricas. Frente a la estrategia de martillo que postulan FP y sus socios, el gobierno haría bien en desarrollar una estrategia de tornillo. Pero claro, esa estrategia de la serenidad y la paciencia tiene que ser diseñada, asumida y mantenida. No pasará mucho tiempo antes de que FP empiece a sentir los efectos de su mala conducta. Pero ninguna estrategia del gobierno funcionará si no ataja a los fujimoristas que tiene en sus propias filas, si no termina con la ambivalencia que los está llevando a contratarlos y despedirlos con similares dosis de irracionalidad. Una estrategia de tornillo es antes que nada un ejercicio de firmeza política.