Estos días se discute qué conviene al Frente Amplio frente a la segunda vuelta. ¿Debe apoyar a Pedro Pablo Kuczynski? ¿O mantenerse al margen? En este artículo intento evaluar fríamente esta pregunta, dejando de lado importantes criterios éticos sobre lo que implicaría ponerse de lado frente a un retorno del Fujimorismo. Comienzo con los argumentos del FA por mantenerse al margen. Primero, puede diluir la identidad que van construyendo. Si esta identidad se basa en la crítica al modelo económico y la lucha contra empresas extractivas, escoger entre dos opciones muy similares en estos aspectos podría leerse por sus votantes como un acomodo. La base electoral del sur podría sospechar de un nuevo liderazgo que los abandonará, que no tiene problema en pactar con sus rivales. Más si PPK no movió un dedo para criticar los insultos, incluido el de terroristas, dirigidos durante las últimas semanas de campaña a Mendoza y sus votantes. Segundo, puede cargar con una derrota ajena. El voto no es endosable y es posible que en las zonas del territorio en las que ganó el FA ahora gane Keiko o aumente claramente su apoyo. La derrota podría ser leída como compartida, mejor no meterse. Dos argumentos importantes, sin duda, pero me inclino por un gesto hacia PPK por tres razones. Primero, ponerse de lado minimiza valores tan importantes como el modelo económico para la naciente identidad del FA. Si la izquierda estuviese en segunda vuelta, la derecha tendría menos costos de ponerse de costado o apoyar al fujimorismo, pues muchos de sus votantes sitúan al modelo antes que otros valores. Pero la agenda de la izquierda y sus votantes se ha construido desde más valores que el antimodelo: derechos humanos y corrupción. Si los dos candidatos son “lo mismo” nos están diciendo que estos temas son secundarios. Y digan lo que digan de PPK sus críticos, la percepción en estos aspectos es mucho mejor que la del Fujimorismo. Segundo, puede ayudar a reducir su antivoto. El excelente resultado del FA no debe hacer que pierdan de vista que sus resultados en sectores urbanos y el norte fue mucho peor que su promedio nacional, incluso en sectores que votaron por Humala. Y este antivoto creció a fines de campaña en parte porque un sector amplio de la población se compró la campaña de miedo de antidemocráticos y violentistas. Aunque muchos ataques fueron deleznables, hay que evaluar por qué pudo pegar esta campaña. Señalar que a pesar de las similitudes económicas y a pesar de los insultos recibidos, se prefiere un candidato con mejores credenciales democráticas puede ayudar a reducir esos antis y mostrar una nueva izquierda. El FA tendrá por dos meses la atención de los medios y de votantes que le son adversos. No se trata de diluir su identidad, pero sí de reducir resistencias con potenciales votantes. Finalmente, porque de llegar al poder Keiko será un rival directo en esas zonas rurales en las que ganaron. Sí, pueden ser asociados con la derrota, pero más riesgo me parece dejar al Fujimorismo solo con su discurso en esas zonas por dos meses. En los noventa el combo obra pública y programas sociales pegó, como se vio en la elección de 1995 y, en menor medida, 2000. Marcar desde ya las diferencias entre el FA y el Fujimorismo puede ayudar a cimentar en el sur la identidad antifujimorista en los años que vienen. No se me ocurre que este apoyo implique abrazos ni acuerdos programáticos cuando son evidentes las diferencias, están frescos los insultos y serán oposición de ganar PPK. Bastaría con un gesto señalando que en esta disyuntiva Kuczynski es una mejor opción. Veo este apoyo más como el mensaje de “votar con la nariz tapada” de la izquierda francesa cuando, en la disyuntiva Chirac-LePen, optó por el primero. Por supuesto, el principal interesado en acercarse a los votantes del FA debería ser PPK, pues necesita al sur. Los gestos más claros tendrían que venir de su lado.