Hablar mal del tránsfuga es lo políticamente correcto pero, no obstante la mala prensa que recibe, crece el consenso alrededor de que este suele ser, con frecuencia, el único camino para quienes tienen la legítima aspiración de hacer política en un contexto de partidos débiles que no merecen llamarse así pues no pasan de ser un grupo de gente que se junta poco antes de la elección para tratar de llegar al poder. El debate se ha reavivado ahora que se están confeccionando las listas de candidatos mediante el reclutamiento de personas que vienen de una agrupación para matricularse en otra que le vislumbre una mejor posibilidad de llegar al Congreso. Peruanos Por el Kambio de Pedro Pablo Kuczynski y Alianza para el Progreso de César Acuña son percibidos en este momento como combis a las que se están subiendo personas de procedencia diferente, mientras que de Perú Posible de Alejandro Toledo y del Partido Nacionalista de Ollanta Humala/Nadine Heredia se están bajando los pasajeros. Pero seguramente pronto se verán sorpresas en la conformación de las listas de Fuerza Popular de Keiko Fujimori y Alianza Popular de Alan García/Lourdes Flores por la convocatoria de gente igualmente disímil. El problema con la mala imagen del tránsfuga en el Perú es que se asocia a una decisión impulsada por el vil metal debido a que eso fue lo que ocurrió en masa durante el fujimontesinismo, pero no hay registros de que ese motivo siga vigente. Lo que hay, más bien, es el objetivo de permanecer en política en un contexto en que los partidos políticos son organizaciones caudillistas sin más interés que servir de plataforma para que el cacique llegue al puesto que ambiciona, y sin ofrecer los incentivos para que sus miembros –con la excepción de una minoría alineada servilmente con el jefe– sientan que les conviene permanecer en el partido en el largo plazo. Por ello, los políticos sienten que su principal vinculación no es con el partido en el que están inscritos sino con el colectivo específico que lo eligió. Esto haría que sea condenable que un político termine en listas de candidatos con las que ha tenido una trayectoria claramente antagónica pero no con los que le pudieran ayudar a mantener ese nexo. El transfuguismo es, finalmente, la expresión de un problema mayor, el de la falta de partidos políticos, y antes que dedicarse a criticarlos, y hasta hacer listados de gente que ha cambiado de agrupación, sería más útil que los medios le dedicaran más tiempo a las razones de por qué los partidos no son capaces de retener a sus miembros por mucho tiempo. En el fondo, el tránsfuga no es otra cosa que la expresión estridente de la demora en realizar la reforma política y de los partidos en el Perú.