No hay rastro de las denuncias contra Figari. El padre Víctor Huapaya, presidente del Tribunal Eclesiástico, y el cardenal y arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, tienen que responder rápidamente sobre qué pasó con las denuncias realizadas contra Luis Fernando Figari, supuestamente enviadas a Roma. Por una razón: porque en Roma no están. Los abusos del Sodalicio (Parte IX), Luego de conocerse la doble vida de Germán Doig, quien fuera el número dos del Sodalitium Christianae Vitae (SCV), el Tribunal Eclesiástico, que depende del arzobispado de Lima y cuyo moderador es Juan Luis Cipriani, recibió tres denuncias por abusos sexuales y psicológicos contra Luis Fernando Figari, fundador de dicha institución católica. Las tres llegaron a dicha instancia eclesial a lo largo del año 2011, como se documenta en la investigación periodística “Mitad monjes, mitad soldados”. PUEDES VER: Disponen investigar a Cipriani por encubrir abusos en Sodalicio Desde entonces, nunca quedó claro dónde terminaron o qué pasó con estas delicadas y gravísimas demandas. En el 2014, el entonces director de la Oficina de Comunicaciones del SCV, Erwin Scheuch, señaló que nunca habían recibido “denuncias civiles o eclesiásticas” en contra de su movimiento o de alguno de sus miembros (ACI Prensa, 18/3/2014). Luego del anuncio de Scheuch, tratamos de contactar entonces con el padre Víctor Huapaya, de la familia espiritual del Opus Dei, y con Figari, pero nunca nos respondieron las llamadas, ni los correos electrónicos, ni nada. Simplemente, optaron por no darnos cara. En paralelo, tomamos contacto con una de las víctimas sexuales de Figari, quien nos respondió que, hasta ese momento, luego de casi cuatro años de haber presentado formalmente su denuncia, no había recibido ninguna comunicación del Tribunal. Esa misma semana de octubre, en Filadelfia, el papa Francisco anunciaba: “Los crímenes contra menores no pueden ser mantenidos en secreto por más tiempo”. El sábado siguiente a la presentación de “Mitad monjes, mitad soldados” (22/10/2015), el padre Luis Gaspar, de las filas del Opus Dei, reemplazó al cardenal Cipriani en su programa de Radioprogramas del Perú, pues este último había viajado a Chile. El clérigo Gaspar, quien además es juez del Tribunal Eclesiástico, explicó que dicha entidad solo juzga causas diocesanas. En consecuencia, si el Sodalicio es una sociedad de derecho pontificio, depende exclusivamente de la Santa Sede y el Tribunal no tiene competencia en el caso Figari. Ante estas declaraciones, “Santiago” (uno de los testimonios más contundentes contra Figari en “Mitad monjes, mitad soldados”) nos hizo llegar una carta para entregársela a El Comercio. Ahí decía: “Presenté personalmente mi denuncia al juez Gaspar y al presidente del Tribunal, Víctor Huapaya, el 16 de marzo del 2011. Desde entonces y hasta hoy, nunca recibí ninguna comunicación del Tribunal, del Arzobispado ni de la Santa Sede o de cualquier otro órgano o persona de la Iglesia. Si esto no es negligencia o inacción ¿qué es? Me parece que la gravedad de la denuncia que realicé debió ameritar por lo menos un contacto de gentileza, de atención. O de información mínima sobre el procedimiento”. Y sobre la supuesta “incompetencia del Tribunal”, “Santiago” añadió: “¡¿Por qué no me lo dijeron entonces?! (…) Todo esto me parece inverosímil. Y tan poco creíble, que, muy a mi pesar, me inclino a admitir que estamos frente al tradicional modus operandi de la Iglesia frente a circunstancias como la mía, tal como ocurrió con los casos de Maciel y Karadima. Ignoran las denuncias, manteniendo un injusto e intolerable silencio con nosotros, con la esperanza de que desistamos del proceso y que caigamos en el olvido, convirtiendo los portones del Tribunal en un cementerio de víctimas”. Inmediatamente, apareció en un par de medios el otro abogado de Cipriani, Natale Amprimo, y repitió lo que dijo Gaspar, añadiendo otros elementos. Que el Tribunal no es competente para juzgar denuncias contra laicos (como Luis Fernando Figari, es decir). Que el Tribunal, sabiéndose incompetente, elevó las denuncias a Roma. Pero no dijo cuándo ni a qué instancia vaticana. Más todavía. Uno de los autores de esta nota, en septiembre del 2011, entregó otra de las acusaciones contra Figari al mismísimo presidente del Tribunal. Y se le explicó al padre Huapaya del señalamiento gravísimo que contenía el sobre manila que estábamos poniendo en sus manos. Huapaya nos dijo que no nos preocupáramos, que iba a revisar el caso e investigarlo, que cualquier consulta nos llamaba, pero en ningún momento nos dijo que el Tribunal era incompetente en el caso Figari. El sábado 30 de octubre, el propio cardenal Cipriani desde su púlpito radial le dedicó todo su programa a este tópico. Y en un momento de su justificación, dice: “Pregunta a estos que denuncian: ¿Por qué no van a la fiscalía? (…) ¿Quién le impidió a usted?”. E insistió en que las denuncias fueron derivadas a Roma. Otra vez, sin decir cuándo ni a qué dicasterio vaticano. “Santiago”, a través de otra carta, esta vez publicada en La Mula, (4/11/2015) le respondió al purpurado peruano. “(¿Por qué no fui a la fiscalía?) ¿Quizás porque tenía quince años y había estado bajo un largo y severo régimen de adoctrinamiento y un malévolo sistema detalladamente descrito en el libro Mitad monjes, mitad soldados? (…) ¿Realmente usted esperaba que justo después de que él clavase el aguijón envenenado en mí, y yo, desconcertado, confuso y aturdido, colectase material destinado a aportar pruebas que puedan tipificar el delito? ¿Lo dice en serio?”. Al poco tiempo, volvió a salir Amprimo para subrayar que el Tribunal “no es competente” y “no puede juzgar a un laico” y que el rol del arzobispo como “moderador del Tribunal” solo sirve para “proporcionarle papel para la fotocopiadora”. Revelaciones desde Roma Pues bien. Ahora que, en estos momentos, un grupo de jerarcas del Sodalicio se encuentra en Roma haciendo las últimas gestiones para formalizar las sanciones a Luis Fernando Figari y ver cómo se materializa la intervención del Sodalitium Christianae Vitae, se acaba de producir una inesperada e insólita revelación. El vicario general del Sodalicio, José Ambrozic, le envió un correo electrónico el pasado miércoles 4 de mayo a “Santiago”, donde le indica que están ante “una coyuntura particular”. “El proceso canónico –apunta Ambrozic– lo está viendo el Vaticano. Esto lo hace la Congregación de Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA). Ellos tienen varias noticias de terceros respecto a los abusos de Figari, pero muy pocos testimonios, y estos sobre cosas de menor gravedad, y eso limita la radicalidad de lo que pueden hacer con Figari. Si tú estuvieses dispuesto a presentar un testimonio escrito y firmado, detallando los abusos que sufriste, sería de gran valor (…) Yo tengo una última reunión este viernes 6 de mayo a las 8.30 am (hora de Roma) con el secretario de la Congregación, el arzobispo Monseñor José Rodríguez Carballo y, si me lo envías por email el día de mañana jueves, podría entregarle el testimonio el viernes en propia mano”. Luego de que Santiago le manifestó su comprensible estupor, Ambrozic le respondió algo sorprendente: “Sandro Moroni es elegido Superior General en diciembre del 2012, y en junio del 2014, habiendo oído rumores que el tribunal de Lima había enviado los expedientes a la CIVCSVA, le pide a dicha congregación información al respecto y esta le dice que tiene acusaciones, pero se niega a dar más información. Hoy sabemos que tu acusación nunca fue enviada del tribunal de Lima a la CIVCSVA”. “Santiago” le responde en negritas: “El 16 de mayo del 2011 entregué en manos del p. Víctor Huapaya mi denuncia formal contra Luis Fernando Figari Rodrigo firmada notarialmente”. Y le adjunta un facsímil con el cargo firmado y fechado. ¿Qué pasó con la denuncia de “Santiago”? ¿Las de “Lucas” y “Juan”, que acusaban también a Figari de abusos sexuales, tuvieron el mismo destino? Habiendo pasado cinco años de la entrega de la primera denuncia de “Santiago” (marzo de 2011) al Tribunal Eclesiástico, ¿podría ensayar el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, una explicación? Carta pública del testigo “Santiago” a monseñor Cipriani “Pasé décadas buscando a alguien que recibiera mi denuncia formal por abusos psicológicos y sexuales contra Luis Fernando Figari Rodrigo, el fundador del Sodalitium Christianae Vitae (SCV). Encontrar el canal es bastante más difícil de lo que parece. En mi caso, la Fiscalía no se presentaba como alternativa, pues cuando pude aceptar los hechos, las evidencias ya se habían borrado. Sin pruebas, ¿qué hacer? Para la psique dañada, el tiempo es estático. Sin embargo, en el mundo el tiempo pasa tan rápido que el crimen termina prescribiendo. Pero la esperanza no se extingue. Así, cuando se hizo pública la vida delictiva de Germán Doig, me señalizaron una ruta para encaminar mi acusación. El 16 de mayo del 2011 entregué personalmente mi denuncia escrita y firmada en las manos del p. Víctor Luis Huapaya Quispe, Vicario Judicial y Presidente del Tribunal Eclesiástico con la presencia del Juez Luis Gaspar Uribe y de mi hermano. En estos cinco años he sabido de este documento dos veces. La primera, el 24 de octubre del 2015, cuando el Juez Gaspar afirmó que ellos “a su debido tiempo, han remitido (las denuncias) al tribunal competente, que es la Santa Sede”. Esta información fue confirmada por el Moderador del Tribunal, el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne. La segunda, el 5 de mayo (el jueves pasado). El Vicario General del SCV me sorprendió al entrar en contacto conmigo desde Roma. En su llamada me solicita mayores datos sobre el paradero de mi denuncia, ¡pues no la encuentra en ninguna oficina de la Santa Sede! Un documento tan importante, redactado con un enorme esfuerzo psicológico, que lleva la esperanza para que la justicia llegue, ¡no puede desaparecer! ¿Se imaginan el susto del Vicario del Sodalicio, José Ambrozic, cuando Monseñor José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (el famoso “tribunal competente”), le dice: “No, no tenemos ninguna denuncia grave contra Figari”? ¡Sin denuncia, no hay acusado! ¿Dónde está mi denuncia, padre Huapaya y cardenal Cipriani? ¿Podrían indicarnos dónde la enviaron?” (“Santiago” de Mitad monjes, mitad soldados).