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Sociedad

La lucha contra los remanentes del terrorismo en el Vraem en plena pandemia del coronavirus [VIDEO]

Hace tres meses, cuando la COVID-19 recién llegaba al país, un soldado peruano tuvo que dejar a su esposa e hijos para enfrentar a los remanentes del terrorismo en el Vraem. Aquí su historia.

Desde hace más de 90 días, un soldado a quien llamaremos ‘Comando’ fue calificado para formar parte del patrullaje en una de las zonas más peligrosas en el Valle entre los ríos Ene y Mantaro (Vraem). Sin que pudiese evitarlo, ello le generó el golpe más duro: alejarse de su familia en medio de la crisis mundial que ha causado la COVID-19.

Desde hace más de cuatro décadas, con la expansión del terrorismo en el Perú, miles de personas han vivido historias de tragedia y abandono. Esa misma sensación está latente hoy en cientos de soldados, quienes se enfrentan contra los remanentes del terrorismo en el país.

“Todas las unidades militares salen a patrullar para evitar que los pobladores infrinjan las normas impuestas por el presidente Martín Vizcarra; sin embargo, no descuidamos la parte operativa contra el terrorismo”, asegura, con voz firme, ‘Comando’.

El soldado, quien se vio obligado a alejarse de su esposa e hijos para llegar a esta zona de conflicto, forma parte de la Base Central del Fuerte Pichari, donde cientos de militares peruanos se preparan física y psicológicamente antes de realizar sus operaciones.

Es una de las bases contrasubversivas, que están encargadas de la ejecución para ubicar a los cárteles del narcotráfico y los remanentes de Sendero Luminoso.

“Llegamos al terrorista por intermedio del narcotráfico. Los narcotraficantes los contratan para que les brinden seguridad y puedan llevar su cargamento (droga) al punto que tienen como objetivo”, comenta el uniformado.

Con este aporte, ‘Comando’ deja en claro que los narcoterroristas pagan sus deudas con dinero o armamentos y el terrorista brinda seguridad para el traspaso de la droga a la frontera de Brasil.

Debido a la crisis por el coronavirus, las Fuerzas Armadas establecieron el cambio de horario en las patrullas de operaciones contrasubversivas. “Ahora nos dividimos en tres turnos para cubrir las 24 horas. No solo debemos cuidarnos de los ‘tucos’, sino también de no contraer el virus”, sostuvo.

Históricamente, el Vraem representa una de las zonas más conflictivas del país y el lugar en el que miles de soldados han perdido la vida en la lucha contra el terrorismo. Actualmente, un enemigo invisible forma parte de los adversarios: la COVID-19.

Las rondas de patrullaje en las zonas más ‘picantes’ no solo han variado en el tiempo, sino también en la indumentaria. Los guantes, el tapabocas y la distancia social son necesarios para que los combatientes continúen en actividad.

“Cuando hacemos control encontramos drogas, fusiles, propaganda subversiva y más, ahora, también le damos prioridad a las rondas por la emergencia sanitaria y salimos a las intervenciones cuando hay una orden”, detalla.

Esta semana, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas reafirmó que, en medio de la pandemia, los trabajos continúan en la zona del Vraem para lograr su pacificación, tan esquiva a pesar del paso de los años.

Para ‘Comando’, pertenecer a una unidad de operaciones contrasubversivas es un orgullo. Él sabe que la vida está llena de sorpresas y su único consuelo es terminar el día para comunicarse por medio de una videollamada con sus familiares.

“Es difícil, pero uno tiene que ser fuerte”, asegura. “Estoy muy orgulloso de pertenecer a mi institución, sobre todo a esta unidad. Si mi patria necesita que cumpla dos misiones, las voy a acatar porque es lo que me toca vivir”.

Así como él, otros soldados peruanos también anhelan con ansias reencontrarse con los suyos, después de cumplir con su misión.

Carmen Masías Claux, fundadora del Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas (CEDRO) y exjefa de Devida, dio detalles sobre los programas en el Vraem para erradicar la mayor cantidad de hoja de coca.

El 43% de las hectáreas de hoja de coca están en el Vraem y el 98% es del narcotráfico. 10 mil hectáreas son controladas por la Empresa Nacional de la Coca (ENACO) para el uso tradicional y el otro porcentaje va destinado al mercado negro.

Masías asegura que para controlar el narcotráfico, lo primero es formar alianzas entre el Estado y las comunidades. Esto va de la mano con un plan de desarrollo para los cultivos como café, cacao, etcétera. De igual forma, se deben crear programas de salud, alimentación y seguridad para paliar la pobreza y el hambre.

“Se tiene que mirar a las zonas de mayor vulnerabilidad con otros ojos y con un presupuesto que permita una calidad de vida y una sustitución de cultivos, pero dentro de un desarrollo alternativo y sostenible”, ratificó la expresidenta de Devida.