Congreso aprueba retiro de la CTS
Política

Jo-Marie Burt: “No interesa la democracia ni la Constitución, es una disputa cruda por el poder”

La politóloga y profesora de la Universidad George Mason responde sobre el papel que puede jugar la OEA en la crisis y los peligros que enfrenta nuestro sistema democrático.

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Jo-Marie Burt, politóloga y docente de la Universidad George Mason (Estados Unidos), es alguien siempre bien atenta a lo que ocurre en el Perú. En esta entrevista responde sobre el papel que puede jugar la OEA en la crisis y los peligros que enfrenta nuestro sistema democrático.

—En el Perú la crisis política vuelve a tomar fuerza. ¿Qué piensa de estos últimos acontecimientos que han llevado a la caída del gabinete de Aníbal Torres?

—Mire, aquí no interesa la democracia ni la constitución, es una disputa cruda por el poder. Lo que está en juego es la institucionalidad democrática y los derechos de los y las peruanos. También me parece totalmente irresponsable invocar, como lo han hecho algunos congresistas de la derecha, la intervención de las fuerzas armadas para resolver esta crisis política.

—¿La participación de la OEA puede representar alguna oportunidad? ¿O es un poco escéptica frente a lo que pueda hacer?

—Cuando se planteó lo de la misión, yo estaba en Perú y escribí una columna en la que decía que era una muy buena opción ante la evidente tensión entre el Ejecutivo y el Congreso. Me parecía que ofrecía la oportunidad, en un espacio internacional, de generar un diálogo entre los sectores en pugna y que mantienen al país en permanente crisis. Pero cuando llegó la misión, sí empecé a tener algunas dudas.

—¿Por qué?

—Primero, por la recepción de parte de un sector de la derecha. La Resistencia estuvo en el aeropuerto, luego fueron al hotel de los miembros de la misión para insultarlos y acosarlos. Quizás ese sector está molesto con la OEA porque no les hizo caso con su discurso de fraude, porque es un argumento insostenible. Sin embargo, lo que más me preocupó fue la conformación del grupo. Me llamó la atención Mario Búcaro, el canciller de Guatemala. Yo trabajo investigaciones desde hace algunos años sobre Guatemala y sigo todo el proceso de captura de la justicia, el creciente autoritarismo, el cierre de todos los espacios cívicos y las persecuciones contra jueces, periodistas, dirigentes comunales. Es imposible llamar democrático al gobierno guatemalteco.

—Al gobierno de Alejandro Giammattei.

—Exacto. Un gobierno que tiene a más de 200 personas viviendo en el exilio, entre ellos dos exfiscales generales, a una expresidenta de la corte a quien no le permitieron que asumiera su cargo. Claro, va a haber elecciones el próximo año, pero es pura fachada. ¿Cómo es posible que en una misión que pretende velar por la democracia y el equilibro de poderes en el Perú envíen personas como este señor? Pero también hay otro miembro de la misión cuya presencia hay que cuestionar: Eladio Loyzaga.

—Excanciller de Paraguay y vocero de la misión.

—Él milita en el Partido Colorado y es del ala pro Stroessner, del exdictador. Fue uno de sus operadores. Es una persona que tiene toda una serie de señalamientos. Que una persona así conforme el grupo, deja mucho que desear, ¿no? Me preocupa, yo tenía mucha esperanza y creo que el Perú necesita un mecanismo para salir de su crisis.

—Bueno, pero puede haber cambiado su discurso en el tiempo.

—Es cierto que muchas personas se reciclan, eso lo vemos también en el Perú, pero es importante saber a quiénes tenemos en frente.

—¿Qué cree que podría pasar a partir de ahora con la OEA?

—No lo tengo claro y, hasta donde he podido averiguar, la misión tampoco ha dejado muy en claro qué rutas podrían tomarse. Llegaron y se fueron.

—Ese es un buen punto. En efecto, el grupo lo conforman cancilleres en ejercicio, con responsabilidades importantes en sus países. Eso fue un poco raro. Quizás hubiese sido más práctico que vinieran expertos.

—En realidad, sí, Incluso hubiese sido más interesante una misión como las que envía la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que son grupos interdisciplinarios de expertos independientes, que se han enviado a México, a Nicaragua. Esas misiones son de personas que se dedican por varios meses a concertar con diferentes sectores del país, a indagar sobre lo que ocurre y recomiendan cosas muy concretas sobre la base del derecho internacional y las obligaciones internacionales del Estado. No descarto que algo así se podría dar en el futuro.

—¿Usted cree que el sistema democrático peruano está en real peligro?

—La democracia peruana está en peligro, por diferentes razones. Hay una clara voluntad golpista por parte de un sector de la derecha que ni siquiera quería reconocer la victoria electoral de Pedro Castillo. Esa voluntad golpista está ahí, se manifiesta cada tanto. Cuando sectores importantes de la política y de la sociedad dejan de creer en la democracia, esta se pone en peligro. No solo pasa en Perú, pasa en mi propio país (Estados Unidos). Hace algunos años hay un gran sector del Partido Republicano dispuesto a dejar de trabajar por la democracia con tal de hacerse del poder. En la ciencia política hablamos de una oposición semi leal o desleal. Cuando hay una oposición desleal, es algo muy desestabilizador para la democracia.

—¿La oposición peruana es desleal?

—La derecha en Perú, definitivamente, se ha convertido en una oposición desleal. Desde hace tiempo. Pero con más rabia y convicción y tal vez con más poder en estos años. El otro riesgo que yo veo es el debilitamiento institucional de la misma democracia. Los peruanos y peruanas lucharon muy duro para recuperarla en el contexto de una dictadura y cleptocracia terribles. Se hicieron reformas para garantizar elecciones imparciales y libres, para reformar el Poder Judicial y otras instituciones, sin embargo, con esa transición pasaron dos cosas: no se terminó de concretar para tener una democracia más robusta y, además, el modelo neoliberal impuesto en el fujimorismo y que no ha sido modificado ha terminado generando mayores niveles de desigualdad y disconformidad. El régimen político, sea democrático o autoritario, tiene que rendir beneficios para la población, o corre el riesgo…

—De perder legitimidad.

—Exacto. Y, creo, eso es lo que ha venido pasando. Finalmente, en el Perú terminan peleándose los políticos y la gente común y corriente se muere de COVID. El Perú no es el país más pobre, pero tiene el nivel de fatalidad más alto del mundo en la pandemia. Eso te dice mucho sobre la desigualdad y del terrible estado de la salud pública. Es una muestra de la debilidad del sistema económico y de cómo eso mina a la democracia.

—¿Qué piensa de Pedro Castillo?

—Él llega a la presidencia por cosas del azar. El azar es parte de la política, eso lo sabemos desde Maquiavelo. Los medios de comunicación habían demolido con campañas de terruqueo a los candidatos, no solo de la izquierda, sino también a los del centro. Y se abrió un espacio, porque había personas que buscaban una alternativa al fujimorismo. Y Pedro Castillo llegó y así creció. Es una persona que, a la vez, encausó un sentir en las regiones que votaron por él debido a lo que representa en términos identitarios: alguien del campo, rural, profesor, de un sector pobre e históricamente marginalizado. Llegó al poder en parte por el antifujimorismo y por la capacidad de captar a peruanos y peruanos que se sienten relegados. Dicho esto, como gobernante, es evidente que no tiene nivel, que su capacidad de liderazgo, de gestión, de dirigir a un país…

—¿Es muy pobre?

—Es muy pobre, es muy, muy pobre. Y eso podría resolverse hasta cierto punto con un equipo de asesores al cual escuchar. Al inicio de su gobierno, a pesar del caos, tuvo a algunas personas buenas en el gabinete, pero, ya sabemos, eso se fue desdibujando. Es un nivel de inestabilidad que no deja gobernar. Ahora, a pesar de su poca capacidad de liderazgo, de generar buenos equipos de trabajo, termina siendo un político más o menos astuto. Con todo, se ha mantenido un año y medio en el poder y la derecha no ha logrado generar…

—Un clima social lo suficientemente fuerte para impulsar su salida.

—Claro. Castillo es un presidente no muy popular, con un 25%. Pero el Congreso tiene un nivel de aprobación todavía menor. Entonces, el desprestigio de toda la institucionalidad, a fin de cuentas, es lo que más preocupa. Yo no sé si el eslogan “que se vayan todos” puede resolver el tema en Perú porque si mañana llamamos a nuevas elecciones…

—¿El menú podría ser muy parecido?

—Sí. El sistema político peruano es heredado de una dictadura, la Constitución del 93 fue escrita luego de un golpe de Estado. Y yo creo que es tiempo de pensar en reformular el sistema político peruano, en llegar a un nuevo acuerdo político. El dilema es cómo hacerlo, cómo garantizar que una Asamblea Constituyente sea representativa, que se elija a gente capaz, con idoneidad e integridad. A estas alturas, la respuesta tiene que venir de la sociedad civil. La clase política peruana ha demostrado en estos últimos años que no tiene la capacidad ni el interés en fortalecer y construir la democracia. Eso tiene que nacer de la gente.

—Desde abajo.

—Desde abajo.

Profesión; periodista. Doctor por la Universidad de Salamanca (Instituto de Iberoamérica).