Nos toca ser vigilantes, si acaso el delincuente intentara algún movimiento público, no clandestino. Lo apañan grandes poderes. Los mismos que liberan a Keiko dejan escapar al juez.,Hoy no he dejado de recibir mensajes de gente que quiere que encuentre a César Hinostroza vivo o muerto y lo entregue a la justicia. Hoy he salido a la calle sin rumbo pensando que podía encontrarle. Primero me dijeron que estaba en el barrio gay, en Chueca, luego en cierta comisaría, pero en seguida empezaron las especulaciones a cerca de que ya habría partido de polizonte hacia alguna frontera que le permita llegar lo más pronto posible a un destino en el que no sea extraditable. Estamos acostumbrados a que a esta ciudad venga lo mejorcito de cada casa: aquí consiguió su máster trucho Acuña, aquí vive Alan García, aquí se mudó Aldo Mariátegui. Y siguen nombres. La asociación de peruanos en Madrid ha llamado mañana a una asamblea abierta para movilizarnos si por algún milagro de octubre reapareciera. Nos toca ser vigilantes, si acaso el delincuente intentara algún movimiento público, no clandestino. Lo apañan grandes poderes. Los mismos que liberan a Keiko dejan escapar al juez. El éxito de su fuga en las narices de nuestras autoridades solo revela que son lo mismo y que el fujimorismo nunca dejó de gobernar. Cuando pienso en Hinostroza pienso en autodefensa. Pienso en escrache. Pienso con indignación. Pienso en todo lo que este sistema de justicia nos debe a las mujeres, a las niñas violadas, a esos otros del mundo, que no tenemos cuellos blancos, ni amigotes en los juzgados. No hay nada que desearía más que encontrármelo a la altura del Puente de Toledo, por ejemplo, muy cerca de mi casa. Así que salgo otra vez a la calle, camino y camino, mirando las caras, buscando al individuo que concentra las peores aberraciones del Perú: misoginia, corrupción y cobardía, pero no está. El tremendo juez en fuga tiene los mejores padrinos. Es a ellos a quienes debemos borrar de nuestra vida. No hay nada en el mundo que me gustaría más que encontrarme a Hinostroza en Madrid. Luego les cuento.