A él le cuesta aceptar que son otros tiempos, que ya no es el jefe de un ejército y que aquí ya no mandan los verdes, que en sus épocas –aunque hoy él quiera disimularlo– hacían toda clase de tropelías.,Hay un exmilitar congresista que no tiene ni idea de en qué mundo vive, en qué época y cómo han cambiado los que le rodean. Así como a nosotros nos cuesta aceptar que éste siga de alguna manera en activo como Congresista de la República, a él le cuesta aceptar que son otros tiempos, que ya no es el jefe de un ejército y que aquí ya no mandan los verdes, que en sus épocas –aunque hoy él quiera disimularlo– hacían toda clase de tropelías. Pero lo suyo no tiene remedio, lo comprobamos cada día en que por desdicha nos llegan noticias suyas. Si estuviera un poco atento y no viviera solo de la nostalgia de lo que nunca fue, de sus prejuicios, su mala entraña y su absoluta ignorancia, se daría cuenta de que en esta sociedad –la que conforman los jóvenes políticos gays que discrimina, los deudos y familiares de desaparecidos y asesinados por los gobiernos de este país a quienes niega, los discapacitados y heridos de guerra de los que se burló haciéndose pasar por uno– ya no caben sujetos de su calaña, de su enanismo moral, de su homofobia alarmante, de su gloriosa falta de humanidad. Tendría que aceptar que sobra, que se ha quedado rezagado, que le han pasado por encima los años y la vida, que ya nadie quiere ver una fotografía suya calato, citando al Teniente Gamboa. Y ahora también, este hombre que debería pasar al retiro pero al retiro absoluto, ha lanzado otra propuesta como todas las suyas, irrelevante: un toque de queda para los chicos menores de 18 años. Perdonen la tristeza, pero hay gente que envejece mal y éste es un caso paradigmático. Nos encantaría reírnos hasta descolgarnos la mandíbula de su propuesta de convertir la juventud en el servicio militar obligatorio, si no fuera porque Edwin Donayre y sus avales –lo peor de cada casa, el cuartel y la iglesia– son todavía peligrosos y profundamente dañinos. Lo serán mientras permitamos que siga gobernando el espíritu carca y criminal que encierra, reprime y mata. Por eso se lo vamos a decir a los Donayre del mundo todas las veces que sea necesario: No pasarán.