(*) Anibal Velásquez, Asesor de Alianzas y Políticas Públicas del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas
En el Perú, el debate sobre la reforma del Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE) ha estado enfocado principalmente en aspectos logísticos, como la modalidad de entrega y la transparencia en el abastecimiento. Sin embargo, los recientes casos de enfermedades transmitidas por alimentos asociados al programa nos recuerdan lo verdaderamente esencial: ¿por qué necesitamos un programa de alimentación escolar?, ¿qué están comiendo nuestros estudiantes?, ¿y cómo influye eso en su salud, aprendizaje y bienestar?
Los programas de alimentación escolar bien diseñados son una intervención eficaz, rentable y multisectorial, con impactos positivos en nutrición, salud, matrícula y aprendizaje, y retornos de hasta 10 dólares por cada dólar invertido (Education Commission, 2023; Bundy, 2024). Alcanzan a 420 millones de niños en el mundo, sostenidos mayoritariamente con fondos nacionales, incluso en países de bajos ingresos. La evidencia respalda sus beneficios en asistencia, rendimiento académico, crecimiento, calidad de dieta y prevención del sobrepeso (Wall, 2022; Wang, 2021; Jacob, 2021; Locke, 2024).
En el caso peruano, las evaluaciones de Qali Warma muestran resultados mixtos, con beneficios cognitivos en niños pobres que asistían sin haber desayunado en casa (MIDIS, 2019). Además, persisten preocupantes indicadores nutricionales: en 2022, el 14 % de los escolares tenía exceso de peso (MINSA), y estudios señalan que los desayunos con productos industrializados se asocian con mayor obesidad, mientras que las comidas preparadas reducen ese riesgo (Francke et al., 2021). Dado que el exceso de peso infantil alcanzó el 8,4 % y afecta al 64 % de la población general, la prevención de esta malnutrición debe ser una prioridad en la reforma del PNAE. Evidencia internacional respalda esta dirección: en Brasil, una mayor adherencia al PNAE se asocia con menor sobrepeso (Boklis-Berer, 2021), y los programas con educación nutricional logran reducir el índice de masa corporal en adolescentes (Jacob, 2021).
La pregunta clave es cómo garantizar el acceso a alimentos frescos, saludables, culturalmente apropiados, sostenibles y fiscalmente viables. La respuesta pasa por evaluar modalidades adaptadas al contexto nacional, respaldadas por evidencia internacional y experiencias locales exitosas. En el Perú, muchas escuelas ya preparan alimentos, y fortalecer estas iniciativas mediante mejoras en infraestructura, asistencia técnica y apoyo a las familias podría potenciar significativamente su impacto. Aunque el 93 % de las escuelas recibe productos para preparación local, menos del 3 % cuenta con cocinas adecuadas, y muchas carecen de acceso a servicios básicos como agua potable (37,5 %) o electricidad (78,1 %). La responsabilidad de la preparación recae principalmente en las familias, quienes enfrentan limitaciones estructurales y no cuentan con la asistencia técnica ni la supervisión nutricional necesarias.
Ante la actual situación, el MIDIS solicitó al PMA implementar un piloto en 35 escuelas de Cusco, Ayacucho y Piura, brindando comidas calientes preparadas en las propias escuelas con alimentos frescos, mediante una subvención económica. El objetivo es fortalecer las capacidades de escuelas que ya venían preparando alimentos con insumos del PNAE. Con apoyo de la cooperación internacional y FOSPIBAY, también se desarrollan proyectos para impulsar la agricultura familiar y mejorar cocinas, almacenes y centros de acopio.
El piloto, que desde el 17 de marzo atiende a 8,693 escolares con desayunos y almuerzos según corresponda, es gestionado por Comités de Alimentación Escolar (CGAE) integrados por padres de familia, quienes compran los alimentos, contratan personal y supervisan el servicio. El programa cuenta con menús diseñados por nutricionistas, asistencia técnica, monitoreo y controles de calidad e inocuidad.
El piloto es una oportunidad clave para generar evidencia que oriente una política pública enfocada en mejorar la nutrición, el aprendizaje y la confianza en el PNAE. Como destaca Bundy (2024), muchos países, como México, Colombia y Brasil, están migrando hacia modelos con preparación de comidas en las escuelas usando productos locales, lo que mejora la adecuación cultural y apoya la agricultura sostenible. En Ciudad de México, por ejemplo, se realizan transferencias monetarias a comités de padres para gestionar la preparación de alimentos.
En el contexto actual, tras la extinción del Programa Nacional de Alimentación Escolar en el Perú, la reforma del nuevo programa debe sustentarse es la mejor evidencia disponible. Existen abundantes estudios internacionales que identifican prácticas exitosas y factores clave para alcanzar resultados en capital humano, nutrición, educación y bienestar estudiantil.
Para ello, es fundamental convocar la experiencia de expertos nacionales e internacionales, así como aprender de experiencias exitosas de otros países. En esa línea, se creó la Coalición Global de Alimentación Escolar, conformada por 97 países —incluido el Perú— y con el PMA como secretaría técnica. Esta Coalición brinda apoyo a los países para fortalecer sus capacidades a través del acompañamiento de expertos reconocidos a nivel internacional.
Apostemos por lo esencial: se necesita un PNAE para alimentar bien a nuestros niños y adolescentes para que puedan aprender, crecer, desarrollarse y prosperar… mientras disfrutan de comidas nutritivas, saludables, seguras y deliciosas.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.