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El capital de la confianza, por Hernán Chaparro

“Se ha crecido económica y demográficamente. El mundo rural y urbano se han redibujado, pero las normas de convivencia no se han reestructurado para incluir a los nuevos actores e instituciones...”.

(*) Psicólogo social, Facultad de Comunicación, Universidad de Lima.

La falta de confianza, la necesidad de crearla o restablecerla, es un tema que aparece en estos días con frecuencia en la preocupación por los asuntos públicos. Su significado se matiza cuando se habla de confianza económica, social o política. 

Se mide y se habla de la confianza empresarial, así como de la confianza de los consumidores porque es un componente fundamental en la actividad económica. 

A su vez, la confianza social es una parte esencial de la asociatividad y de la voluntad para participar en algún tipo de grupo donde necesidades expresivas o funcionales se canalicen. La confianza en la política se toma en cuenta para evaluar la gestión del ejecutivo en general, de diversas entidades públicas, del Congreso

La confianza es un elemento esencial del capital social, ya que es la base de las relaciones interpersonales y la cooperación dentro de una comunidad o sociedad. Cuando las personas confían en los demás, están más dispuestas a colaborar, compartir recursos y participar en actividades colectivas.

La confianza tiene que instalarse como norma social extendida y es ahí cuando se constituye como un capital fundamental para el desarrollo. No es solo una confianza básica en “mi grupo” sino en los otros grupos. Tiene un costo porque supone respetar ciertas reglas, sobre todo las no escritas, pero tiene diversas ganancias.

¿Y cómo andamos? Los estudios del Barómetro de las Américas han mostrado sistemáticamente que en Perú la confianza interpersonal está por debajo del promedio de la región (43% vs 56% en el 2021).

La baja confianza social se ve en la dificultad de diversas organizaciones para convocar y mantener la participación de las personas en tareas comunes. Basta ver las dificultades de los gremios, organizaciones de sobrevivencia y demás para tener una idea de la situación.

La confianza, si existe, es más intra que intergrupal. La política es más bien el mundo de la desconfianza y el parroquialismo. La confianza empresarial en la economía es baja y eso repercute en los niveles de inversión. A su vez, la confianza en el empresariado no suele ser alta y esto limita las inversiones.

Con relación a la confianza del consumidor, desde el 2020 está en el rango “pesimista” y de ahí no sale. Durante mucho tiempo la desconfianza social o política no afectaba el clima económico, pero eso ya no es así. No son relaciones mecánicas, pero sí están vinculadas.

De una u otra manera, la confianza forma parte de un capital que no hemos construido adecuadamente. En nuestra historia hay sinfín de desencuentros e intereses que no terminan de encontrar puntos básicos de convivencia. Si algo se logró, se nos ha escurrido al no poder redefinirlo dentro del conjunto de cambios que hemos experimentado como sociedad. Se ha crecido económica y demográficamente.

El mundo rural y urbano se han redibujado, pero las normas de convivencia no se han reestructurado para incluir a los nuevos actores e instituciones. La confianza se reconstruye a través de los vínculos y las normas sociales que conllevan. Es a través de ellos que se tiene que redefinir. 

Más que mano dura, necesitamos consensos duros. En un entorno de instituciones precarias, se necesita liderazgos que no abusen del poder, sino que articulen intereses diversos. Es algo que no cambiará para el 2026, pero que forma parte del reto de ser viables. Hay diversas iniciativas que apuntan a ello y parte del reto es ir hilvanándolas.

larepublica.pe
Hernán Chaparro

La otra orilla

Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.