Entre las condiciones que los norteamericanos impusieron al general De Gaulle por los colosales costos de la II Guerra Mundial se añadió, además del pago de los servicios de la deuda, la exigencia de abrir las salas de cine de Francia a la industria cinematográfica norteamericana, lo que en efecto se hizo.
El presidente François Mitterrand, en un intento por revertir el dominio del cine de Hollywood, impuso la “excepcionalidad” francesa, el imperativo estatal de subvencionar su cine. Hoy en día, cada Estado afirma su propia “excepcionalidad” con el que entra a la pelea por la captura de un nicho en el mercado global. La “excepcionalidad” es también un asunto de geopolítica que apuntala diversos intereses nacionales. De ahí que países tan diversos como Argentina, Brasil, Rusia, China o Estados Unidos subvencionen sus películas.
En el cine peruano se suele distinguir entre el cine comercial de consumo masivo en las salas nacionales y el cine de autor que reseñan los críticos y que recibe distinciones en festivales en todo el mundo. Y en efecto, el cine de autor apuntala una “excepcionalidad” del Perú en el escenario cinematográfico global. Citemos solo a La teta asustada, ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín y nominada al Óscar, un registro inédito en el cine peruano. Pero hoy esta y otras películas de autor son también producciones que llegan al gran público por la plataforma Netflix.
Dentro del cine de autor destaca el cine en lenguas originarias, en particular, en lenguas quechua y aimara. Este cine no solo ha despertado el interés de la crítica (Wiñaypacha, del puneño Óscar Catacora), sino que ya produce éxitos de taquilla (Willaq Pirqa, del ayacuchano César Galindo).
Hablamos de un cine que consolida una presencia internacional. Willaq Pirqa fue una producción peruano-boliviana (Casablanca-Alma Films), además del apoyo de Ibermedia y del Mincul. Esas producciones encuentran circuitos alternativos, pactan alianzas, llegan a públicos cada vez más amplios (con o sin subtítulos). El 27 de noviembre se estrena en Arequipa el I Festival de Cine Quechua.
Algo similar ocurre, a una escala menor, con la literatura en quechua. Basta mencionar la editorial Pakarina Ediciones y la revista Atuqpa Chupan, esta última con lectores y escritores de confines lejanos, Santiago del Estero y Jujuy en Argentina, Cochabamba en Bolivia o Quito en Ecuador.
Con el tiempo, las producciones culturales en lengua quechua pueden postular a eso que Mitterrand llamaba la “excepcionalidad” francesa (quechua) en el mundo. Y no se van a detener.
¿A eso le teme Adriana Tudela? ¿A un cine exitoso en lenguas otras que el español?, ¿a un cine dirigido por cineastas “de regiones”?
¿Le teme a esa creciente presencia lingüística y cultural de “otros” peruanos? Ella y todos sabemos que esa presencia es también poder.
Hinataq kashun (que así sea).
Socióloga y narradora. Exdirectora académica del programa “Pueblos Indígenas y Globalización” del SIT. Observadora de derechos humanos por la OEA-ONU en Haití. Observadora electoral por la OEA en Haití, veedora del Plebiscito por la Paz en Colombia. III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro por “El hombre que hablaba del cielo”.