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Friaje que mata

El cíclico fenómeno afecta a los más pobres, a los más vulnerables, a los olvidados.

El inicio de la temporada invernal marca una época en la que se deben adoptar las medidas preventivas para evitar las enfermedades estacionales y los efectos que vienen de la mano del frío.

Pero cuando se trata de los pobres, los pobladores de zonas rurales, los moradores de los Andes del sur de nuestro país, ya no solo es un problema de clima, se trata de poner en riesgo la vida. Es la muerte de los niños por enfermedades respiratorias, los cultivos que se van a echar a perder por efecto del hielo, los animales que no pueden soportar las bajas temperaturas.

Lo más difícil de entender es que se trata de un fenómeno climático cíclico, capaz de prever sus efectos, adoptar medidas para enfrentarlo sin mayores complicaciones ni pérdidas que lamentar. Pero cada año circula información sobre los resultados de la devastación, se hacen evaluaciones y estadísticas, se sufren pérdidas.

En la capital y las ciudades principales se hacen jornadas de recojo de prendas de abrigo y campañas para sensibilizar a las personas sobre los efectos del fenómeno que se vive a más de 3 mil metros de altura. En el plano de las acciones del Estado en las zonas afectadas, hay iniciativas para enfrentar las consecuencias, pero resultan insuficientes si es que no van acompañadas de acciones precautorias.

¿De qué se habla cuando se exigen acciones preventivas? Básicamente, de planes para reducir los efectos devastadores del clima. Se trata de viviendas mejoradas que pueden mantenerse abrigadas y en las que haya espacio para la protección de los animales domésticos y de la preservación de invernaderos para las verduras y el panllevar.

También se trata de niños, niñas y ancianos con su medicina preventiva para evitar las enfermedades estacionales, con ropa suficientemente caliente para garantizar que podrán paliar los efectos de las bajas temperaturas. Y lugares en los cuales mantener las semillas conservadas para salvaguardar la siembra futura.

Por ello, aunque cualquier iniciativa pública o privada de recolección de prendas de abrigo para las víctimas del friaje es encomiable, resulta insuficiente y pone en evidencia que se ha carecido de una política del Estado, capaz de velar por los más pobres, los más vulnerables, los abandonados de siempre.