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1992-2022: El pasado sí es prólogo del presente

“Perú Libre comparte con el fujimorismo la misma visión explotativa, instrumental, del Estado. El poder es una herramienta para acopiar beneficios y alimentar clientelas”.

Al censurar al lamentable ministro de Salud, el Congreso ha logrado cumplir con un mínimo de sus funciones, protegiendo a la ciudadanía de una de las peores decisiones de las muchas malas que ha tomado nuestro actual gobierno. Quizá esto nos ayude a enfrentar las próximas olas de COVID-19 con un mínimo de liderazgo desde el Estado.

Porque olas habrá: desde una potencial y cercana ola, posiblemente menor, con la variante BA.2, hasta aquella que una nueva variante traiga en los próximos meses, la laxitud social frente al virus, combinada con las carencias de la gestión gubernamental, puede traernos severas complicaciones. Ciertamente el mensaje del representante de Perú Libre que ocupó el Ministerio de Salud fue de desatención y prioridades absurdas, no de alentar vigilancia e informar con claridad a la ciudadanía, más allá de que las medidas básicas sigan en pie.

Esto apunta a un problema mayor del Estado que vemos no solo en el Ejecutivo, sino en todos los poderes: ausencia de credibilidad. Esa misma ausencia que usó la díada Fujimori Montesinos para apropiarse del Estado en 1992 sigue vigente.

No es que el Estado y la clase política peruana hayan sido jamás particularmente creíbles para el grueso de los peruanos. Pero la estafa del fujimontesinismo fue distinta: utilizar la buena voluntad de muchos ciudadanos, junto con su indiferencia frente a la división de poderes, para apropiarse de todos los poderes para sus propios y delincuenciales fines. El colapso del fujimorismo provino de la constatación social de la mentira fundamental de ese régimen, que nunca priorizó los intereses del país. Las traiciones y crímenes varios que acompañaron el proceso sirvieron para reconfirmar esa mentira.

Desde 2006, con la connivencia de las varias derechas peruanas, el fujimorismo 2.0 ha tratado de reescribir la historia y victimizarse a cada paso; ha mostrado una entraña tan vengativa y cruel como el original de los noventa; y además ha actuado para deteriorar la poca confianza que el Estado ha construido la mayoría de las veces a pesar de los gobernantes. En su tercer fracaso electoral consecutivo, tras una campaña repleta de mentiras, terminó haciéndonos el peor favor: le abrió la puerta a su doble, a su copia de izquierda.

Perú Libre comparte con el fujimorismo la misma visión explotativa, instrumental, del Estado. El poder es una herramienta para acopiar beneficios y alimentar clientelas; el censurado es uno de muchos que ven al Estado como premio del “partido”. Esa es la línea que une la tragedia iniciada hace treinta años con las tragedias por venir, con el desborde violento de estos días; y esto nos recuerda la urgencia de construir un Estado en el que podamos creer.

Eduardo Villanueva Mansilla

Profesor principal del departamento de Comunicaciones de la PUCP. Investiga sobre política y desigualdades digitales, y el contacto de estas con prácticas de la cultura digital, desde memes hasta TikTok.