La indecisión del presidente Pedro Castillo sobre la conformación del directorio del BCR se ha convertido en uno de los factores que aporta más incertidumbre a una economía como la peruana, que enfrenta, como uno de sus problemas principales, incluso reconocidos por el MEF, al riesgo político.
Antes de jurar la presidencia Castillo le pidió en público a Julio Velarde que siguiera al frente del BCR, como una manera de tranquilizar a los mercados, lo cual ratificó como presidente.
Velarde, quien ejerce la presidencia del BCR desde 2006 con un muy justificado y amplio reconocimiento a su desempeño, aceptó el ofrecimiento con la misma condición que le planteó a los tres expresidentes de la república que se lo solicitaron previamente: estar acompañado de un directorio que le permita la continuidad de una política monetaria sensata.
Pero mes y medio después de iniciado el gobierno, aún no se concreta ese camino, mediante el anuncio de los tres directores que designa directamente el ejecutivo, y la propuesta al congreso del presidente para su ratificación.
Y mientras eso no sucede, van surgiendo las versiones de que el presidente Castillo habría dado marcha atrás, haciéndoles caso a quienes, desde hace tiempo, le han puesto la puntería a Velarde con el fin de producir un giro radical en el manejo de la economía, tal como fue el caso de la excandidata Verónika Mendoza, usando argumentos deleznables como que ‘nadie es indispensable ni el dueño del BCR’.
Obviamente, eso es cierto, pero también lo es que son argumentos usados de manera asolapada por varios que intentan meterse al directorio de BCR sin ningún conocimiento de su tarea y sí, en cambio, de cómo usar un puesto en la política como pata de cabra para abrir puertas con motivación puramente particular y subalterna.
Y siendo cierto que nadie es indispensable, también lo es que el prestigio de Velarde como garantía de un manejo profesional del BCR ha sido usado –en el buen sentido– por presidentes que requerían cerrar una brecha grande de desconfianza, lo que, en el caso de Castillo, es mucho más grave que nunca, algo de lo que el presidente ni se da cuenta, a pesar de sus anuncios previos que ya parecen una mecedora.
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