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Vladimir Cerrón

“El Estado peruano requiere una reforma radical, y no debe ser empresario, salvo en aquellos casos extremos...”.

Mientras que el presidente Pedro Castillo mantiene una afasia desconcertante y una sordera supina, su socio político y vocero fáctico, Vladimir Cerrón, tuvo una performance desbordante en un par de medios de comunicación. En el portal Sudaca.pe, que dirige Juan Carlos Tafur, y en Canal N, en el set de Enrique Castillo.

De entrada, hay que señalar que el socio de Castillo es inteligente, cazurro, articulado y posee dominio escénico. Pero, sobre todo, es alguien absolutamente ideologizado. Allá cada cual con su punto de vista, pero en materia económica, la cosa viene clara. El gobierno pretende la “nacionalización de los principales recursos naturales”. Sic. En este sentido, considera que deben revisarse los contratos de las concesiones. No algunos, sino todos los contratos. Siempre bajo el pretexto de la “nacionalización de los recursos”, que, aunque trate de darle vuelta a la tortilla, suena y huele a estatización.

Su lista de prioridades también es explícita. El gas de Camisea. Los proyectos mineros. Las centrales hidroeléctricas. Las carreteras. En ese orden. Su modelo es absolutamente proteccionista, enmascarado en una frase demagógica: “economía popular de mercado”, según la cual el Estado debe ser una suerte de gran regulador.

En resumen. Lo que se viene, de acuerdo a Cerrón, es populismo trasnochado como cancha. Esto, de prosperar, solo traerá regresión, ruina económica y políticas que empeorarán los problemas sociales y económicos que ya padecemos como país.

Si algo ha revelado esta última elección es el fracaso absoluto del actual Estado que tenemos. Darle hegemonía a este, sin antes reformarlo, en lugar de asegurar el desarrollo económico, trabará y frenará la creación de la riqueza.

Leer y ver a Cerrón es como volver a oír al expresidente Alan García de los ochentas, arrebatándole las banderas a la izquierda para plagiar su programa, desde sus infumables “balconazos”.

El binomio Castillo-Cerrón quiere intervenir la vida económica a través del Estado, como en los peores tiempos. Al final ya sabemos cómo acaba esa historia. Anestesiándolo todo y corrompiéndolo todo.

Es como si estuviésemos condenados a repetir nuestros errores. Una política como la que se sugiere, solo ahuyentará la inversión, nos volverá a aislar del mundo y nos hundirá en la zozobra.

Como sea. Nos esperan momentos de improvisación y de caos. Castillo pudo aprovechar esta oportunidad para rodearse de una izquierda más tecnocrática y menos rígida en lo ideológico, para hacer un gobierno decente. Pero no. Optó por la “cerronización” de su administración, lo que supondrá, de acuerdo a sus palabras, un mayor intervencionismo estatal, un controlismo asfixiante, e, ineludiblemente, más corrupción.

El Estado peruano requiere una reforma radical, y no debe ser empresario, salvo en aquellos casos extremos donde es necesario para la sociedad y el sector privado no llegue.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.