Las nuevas medidas sanitarias, anunciadas esta semana por el presidente Francisco Sagasti, han reavivado el fantasma de los durísimos meses de confinamiento del año pasado, del desastre humanitario que llegó a costarle la vida a casi 6.500 peruanos en una semana y de la lucha por el sustento diario. Luego de casi un año cercados por la pandemia, los peruanos afrontan este nuevo encierro con un comprensible cansancio, conscientes de que las finanzas del país no soportarán un frenazo semejante al de 2020.
Además de estas consecuencias, la nueva cuarentena tendrá un impacto decisivo en una campaña presidencial que no logra despegar y donde los esfuerzos de los candidatos por emocionar a sus electores han resultado estériles. Esta indiferencia se debe, por una parte, a esa larga cadena de desilusiones que la ciudadanía ha debido encajar por culpa de presidentes y parlamentarios que han sumado ineptitud, cinismo, prepotencia, ignorancia y altas dosis de corrupción (que ha llevado a muchos a enfrentar a la justicia). También a que, en estos tiempos tan complejos, la política no puede competir con otras prioridades como la lucha por la vida, la salud o la economía familiar.
A esto tendremos que sumar ahora la prohibición de salir a las calles y plazas públicas, que impedirá el contacto directo con los votantes y forzará a los candidatos a mantenerse recluidos en sus casas, haciendo campaña desde las redes sociales o en apariciones públicas a través de la distancia y la frialdad de una pantalla.
Esta inmovilidad reduce la posibilidad de golpes de efecto y favorece a quienes van a la cabeza de las preferencias —en especial a George Forsyth—, a quienes conviene una estrategia más conservadora, sin mayores novedades, con la que aspiran a evitar riesgos y oscilaciones en su intención de voto.
¿Deben resignarse y permanecer cruzados de brazos los demás candidatos? ¿Estas dos semanas de cuarentena deben asumirse como un tiempo perdido? No necesariamente. Tomemos como ejemplo al recién electo presidente de los Estados Unidos, el demócrata Joe Biden, que comenzó a competir contra Donald Trump en los peores momentos de la primera ola.
En palabras de la revista Time: «Biden era famoso por sus abrazos y apretones de mano, pero se vio forzado repentinamente a hacer campaña desde la oficina de su casa. Lo que pareció un contratiempo terminó por convertirse en una oportunidad de reinvención. La campaña de Biden rompió su libro de reglas y montó una fábrica de contenidos digitales, convirtiéndose en la primera en la historia electoral del país en moverse casi enteramente en línea, empleando una avalancha de mensajes de texto, llamadas y grupos de Facebook».
Un ejemplo que deberán analizar los candidatos que luchan por asegurar su pase a la segunda vuelta, que no tienen tiempo que perder.
Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.