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Defensores desconcertados

“Ya no pueden decir que se mantiene la Constitución porque es una manera de defender la democracia en el país”.

Leí ayer una columna más en defensa de la Constitución del 93. No en este periódico, aunque acá también las he leído. La argumentación en su defensa es cada vez más débil, recurriendo con mayor frecuencia a la descalificación de quienes queremos cambiarla. Somos extremistas, irracionales o ideológicos. No perciben que la estrategia del “cuco” ya no tiene el efecto de antes.

Lo más triste de los defensores de la Constitución del golpe es que no son capaces de ver lo profundamente ideológica que es su defensa de un texto cada vez más caduco y sin recursos para hacer frente a la crisis política y económica que afrontamos de cara al bicentenario.

Ya no es solo la izquierda quien nota los límites de un modelo económico que ata las manos del Estado para privilegiar el rol del mercado. Es ya de sentido común tras la llegada del COVID-19 viendo cómo se lucra con la salud, las medicinas y el oxígeno. Mensajes como “eso no lo puede hacer el Estado” porque hay un principio de subsidiariedad, o porque se suscribió un contrato ley hace quince años, o porque existen derechos reales de los titulares de concesiones sobre nuestros recursos naturales, tienen un efecto diferente al esperado por los defensores de la Constitución. Con estas llamadas de atención lo único que hacen es darnos la mano a quienes venimos hace años advirtiendo sobre lo pernicioso de este modelo. Supongo que queda agradecerles por su desesperación.

Parte de ella es el spot televisivo “defensores de la inversión”. Si ven programas políticos o de noticias en la noche, seguro lo han visto decenas de veces. Las personas de a pie desaparecen, sus necesidades y problemas en medio de la crisis sanitaria y económica más duras de nuestra historia contemporánea ni se asoman. Lo importante es la inversión como parte de la defensa del modelo. No ven que es un modelo que se desmorona, aunque no quieran.

El agotamiento del texto constitucional no es solo por el capítulo económico y eso es parte de su angustia. Ya no pueden decir que se mantiene la Constitución porque es una manera de defender la democracia en el país. El modelo de gobierno que nació con ella tampoco resiste más. La relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, en particular las medidas de control político, dejan una bomba para el próximo gobierno, sea el que sea. Y la fragmentación política a la que vamos llegando, con el descrédito de la política, no se resolverá manteniendo un sistema unicameral de representación tan restrictivo como el que tenemos. Nació en un tiempo de antipolítica y ahora se ahoga y nos ahoga.

El problema con el desconcierto de los defensores del modelo es que pueden hacer que esta agonía dure más de lo que debería. Y esto sí puede afectar nuestra maltrecha democracia. Pues dificulta que hallemos una salida dialogada y consensuada, y abre puertas a una disruptiva, que espero no suceda pues sería un golpe más para el Perú.

Marisa Glave

Desde la raíz

Marisa Glave. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.