José Rodríguez: “La revuelta de octubre del 2019 y sus secuelas fueron como una vacuna contra el covid”
El diplomático chileno analiza los posibles escenarios del plebiscito constitucional de Chile que se realizará el 4 de setiembre. “El promedio sostenido de las últimas semanas dice que gana el rechazo”, explica.
El domingo 4 de setiembre es el plebiscito constitucional de Chile: un referéndum para determinar si la ciudadanía está de acuerdo con la propuesta de Constitución Política de la República redactada por la Convención Constitucional.
—Chile vive una fatiga constituyente. ¿Qué viene después del plebiscito del 4S?
—Despertar o seguir en una pesadilla que ni siquiera dimensionamos, pues vivimos en una especie de limbo valórico. Como la normalidad de la institucionalidad democrática ya no es lo que era, hoy existe cierta impavidez ante su pérdida posible o definitiva. En paralelo, la revuelta de octubre del 2019 y sus secuelas fueron como una vacuna contra el covid: dejaron la sensación de que hasta ahí nomás podía llegar la amenaza. Por eso, las señales de terrorismo se frasean como robos de madera o actos de “violencia rural”… ¿les recuerda esto algo a mis amigos peruanos más viejitos?
—¿Cómo van las encuestas?
—El promedio sostenido de las últimas semanas dice que gana el rechazo. Serían diez puntos de diferencia, que no es poco. Pese a que en este momento están prohibidas, todos sabemos cuándo esa diferencia se achica o se agranda.
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—¿Qué sigue si gana el “apruebo”?
—Para el sector oficialista más ideológico vendría la euforia de la utopía indigenista. Ya podrían dedicarse a tiempo completo a refundar Chile, para rehacer la historia errónea y tratar de imponernos “el buen vivir” de los pueblos ancestrales. El resto de los chilenos -la mayoría- seguiría asustado y añorando la sensatez de la democracia extraviada. Quienes disfrutarían un montón serían los analistas europeos y norteamericanos caviar, siempre aficionados a “pensarnos” las revoluciones. Somos su laboratorio preferido.
—¿Qué sigue si gana el “rechazo”?
—Borraríamos la angustia de vivir a la orilla de once naciones que tendríamos que recorrer con “pasaporte”. Cancelaríamos la ceremonia del adiós a la república bicentenaria y al Estado unitario. Tanto o más importante, la caída de los indicadores-país se detendría a la altura del entrepiso, sería más fácil instalar las bases de una buena economía mixta y quizás podríamos convencer a los políticos incumbentes de que son ellos los que deben refundarse.
—¿El 4S también será un plebiscito para la administración Boric?
—Así lo quiso el propio presidente, tras darle muchas vueltas al tema.
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—La detención de líder mapuche Héctor Llaitul provocó la primera crisis del gabinete ministerial. ¿Afectará en el apoyo al “apruebo”?
—Una detención sin crisis habría beneficiado al “apruebo” y, por tanto, al Gobierno. Pero ahora está siendo al revés. Tras la satisfacción del deber legal por fin cumplido, vino la incerteza de las especulaciones conspirativas. Es chocante que el abogado encargado de la querella contra Héctor Llaitul lo defina como “un líder y un guerrero” y que periodistas de la zona lo mencionen cariñosamente como “Héctor”, por su nombre de pila. Es un principio de legitimación de su actuar y un gran enigma para los “aprobistas”: el de hasta dónde puede sostenerse una política indigenista, refundacional y plurinacional, si hay mapuches armados que están contra el Gobierno y maltratan soezmente al presidente Boric.
—Con la nueva Constitución se reconocen avances en temas como el cambio climático, la paridad, la cuestión de los pueblos originarios… pero la propia izquierda reconoce que no soluciona la estabilidad política. ¿Qué falló en el nuevo texto constituyente?
—En vez de “avances”, yo hablaría de aspiraciones y declaraciones de bondad tan obvia, como la prohibición de la esclavitud. Algunas ya estaban políticamente en trance de ejecución, como la paridad y el cuidado de los ecosistemas. Otras me parecen envidiables como “el derecho al placer y al ocio”… ¡quién podría estar en contra! Punto aparte merece la extravagante manera de resolver “la cuestión de los pueblos originarios”, donde se salta desde un postergado y necesario reconocimiento constitucional a la mutación de esos pueblos en once naciones adicionales a la chilena. Es una “ley del péndulo” que, además, deja abierta la posibilidad de crear nuevas naciones por simple ley, aunque se trate de afrodescendientes tribales. Si esto se aprueba, los antropólogos, sociólogos e historiadores tendrán que renovar sus estudios sobre el origen de las naciones.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, sostiene el borrador final de la propuesta constitucional durante su presentación en el Congreso Nacional en Santiago, el 4 de julio de 2022. Foto: AFP
—El plebiscito que dio origen a este proceso constituyente desahució la carta magna de 1980, sin embargo, parece un muerto que goza de buena salud.
—Durante los tres primeros gobiernos de la Concertación, esa Constitución perdió su filo antidemocrático. De hecho, en 2005 Ricardo Lagos le hizo un lifting democrático que estimó definitivo. Con todo, ya cumplió su ciclo y nadie defiende su sobrevida. El tema es que la Constitución de reemplazo que se nos propone está lejos de ser la “casa común” de la metáfora. Está claro que es una casa bamba, con tejado de vidrio, paredes de cartón y piso de plástico. La mayoría de los chilenos queremos una casa confortable. Una Constitución, sin pecado original, que garantice una economía mixta y el perfeccionamiento de la democracia, pero no al costo de sepultar el Estado nación en el que nacimos.
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—A usted, como internacionalista, le tocó vivir y escribir sobre los conflictos que enfrentaron a nuestros países, pero parece que hoy los conflictos son solo internos...
Solo tienen la apariencia de internos, en especial para los jóvenes. Lo cierto es que, tras las revoluciones internacionalistas del siglo pasado -la proletaria de estirpe marxiana, la campesina con teoría maoísta, la guerrillera continental del castroguevarismo- , un nuevo fantasma recorre la región: el de la revolución indigenista-identitaria-plurinacional, activada por políticos antisistémicos y teorizada por los intelectuales de siempre. Estos vienen cocinando una receta continentalista con chips de Marx, Lenin y Mariátegui y últimamente agregaron a Rosa Luxemburgo, para que el plato tenga un ingrediente paritario. El chef por default pretende ser el expresidente boliviano Evo Morales. Los peruanos pudieron advertirlo en diciembre, a propósito del injerencista proyecto Runasur, que él quiso inaugurar en el Cusco.