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La trágica historia de Janet Parker, la última víctima mortal de la viruela en el mundo

La fotógrafa médica contrajo la temida enfermedad en 1978 mientras trabajaba en el mismo edificio donde se realizaba investigación sobre la viruela. Su caso y su solitaria muerte conmocionó al mundo.

Los forenses decidieron no realizar una autopsia al cuerpo de Janet Parker para confirmar su fallecimiento por temor a un posible contagio de viruela. Foto: Perfil
Los forenses decidieron no realizar una autopsia al cuerpo de Janet Parker para confirmar su fallecimiento por temor a un posible contagio de viruela. Foto: Perfil

La viruela del mono que registra más de 250 casos en el mundo ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias globales. Dicha infección pertenece a la misma familia que la viruela, la enfermedad que mató a millones de personas antes de ser erradicada en 1980 tras una ardua labor de inmunización.

Solo en el siglo XX, se estima que aproximadamente 300 millones de personas fallecieron de viruela y su última víctima fue Janet Parker, una fotógrafa médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Birmingham, Inglaterra.

Parker, de 40 años, trabajaba un piso por encima de un departamento donde se llevaba a cabo investigación sobre la viruela con el aval de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Su director, el profesor Henry Bedson, enfocaba su investigación en hallar métodos más eficientes para distinguir entre distintos tipos de viruela, y entre la viruela y las afecciones que podrían imitarla. Temía que la enfermedad un día brincara a los animales, mutara y regresara a los humanos.

El 11 de agosto de 1978, Parker se fue del trabajo con un gran dolor de cabeza. Se encogió de hombros ante el dolor muscular que venía en espasmos cada vez más fuertes.

Una vez en casa, le comenzaron a salir unas feas pústulas en la espalda, en las extremidades y en la cara. Un médico le comentó que padecía varicela, pero la madre de la paciente se mostró escéptica: recordaba que su hija había tenido varicela en la niñez y no lucía de la misma forma.

Nueve días después, una desgastada Janet fue trasladada al hospital de los suburbios de Birmingham en silla de ruedas a una sala de aislamiento en la unidad de enfermedades infecciosas. En ese momento, su sarpullido estaba muy grave y había desarrollado manchas rojas en el pecho, las extremidades y el rostro.

Parker tenía una temperatura de 38 °C, se quejaba de dolor en las extremidades y tenía erupciones pustulosas en todo el cuerpo, pero como era mundialmente conocido que el último caso de la enfermedad se había reportado un año antes, la viruela era lo último en lo que el personal sanitario pensaba.

Luego de registrarse una cantidad elevada de glóbulos blancos y una insuficiencia renal leve, los doctores reconocieron que estaban ante un caso de una de las más peligrosas enfermedades del planeta: viruela.

En 1980 un informe liderado por el Gobierno británico indicó que “no había duda” de que Janet Parker se había infectado en el laboratorio.

En 1980 un informe liderado por el Gobierno británico indicó que “no había duda” de que Janet Parker se había infectado en el laboratorio.

Semanas de terror

En diálogo con la BBC, el doctor Alastair Gedder, especialista en enfermedades infecciosas en el hospital del Este de Birmingham, cuando apareció este caso, declaró: “Era una enfermedad temida. No solo había pánico en Birmingham, había pánico en el gobierno y en la OMS por si regresaba”.

“Muy muy rápidamente apareció allí la prensa nacional e internacional”, recordó. “Se volvió un gran tema global”, enfatizó Geddes. “El período de incubación de la viruela es bastante largo, unos 12 días, así que tuvimos una gran ansiedad durante dos semanas por si iban a aparecer más casos”.

Las autoridades sanitarias locales comenzaron a movilizarse y los primeros en ser vacunados y puestos en cuarentena fueron los más allegados a la fotógrafa médica.

Su marido, Joseph, y sus padres Hilda y Frederick Witcomb, fueron interrogados sobre sus últimos movimientos, por miedo a que la enfermedad pudiera propagarse.

Para el 28 de agosto, dos semanas después de que Parker tuviera los primeros síntomas, más de 500 personas habían sido ya inmunizadas. En 24 horas, el nosocomio localizó a la mayoría de sus principales contactos, incluidas dos personas de la facultad de Medicina que en ese momento estaban en Estados Unidos y Alemania.

Triple tragedia en Birmingham

El domingo 3 de septiembre, el padre de Parker, de 71 años, se despertó con leves náuseas y fue llevado al hospital por precaución, pero perdió la vida al día siguiente de un presunto infarto causado, según los medios, “por el estrés de la situación”.

Los forenses decidieron no realizar una autopsia para confirmar su fallecimiento por temor a un posible contagio de viruela. A la madre de Janet le diagnosticaron viruela y tuvo que ser hospitalizada, en consecuencia, no pudo asistir a los entierros de su hija y su esposo.

El profesor Henry Bedson sintió culpa cuando la prensa empezó a circular rumores de que el virus se había fugado del laboratorio de viruela que dirigía en Birmingham, donde laboraba Parker.

Bedson y su familia fueron puestos en cuarentena en su domicilio y otras 500 personas, contadas entre contactos estrechos y remotos, también fueron confinadas. La vivienda fue asediada por camarógrafos y periodistas, y la presión sobre él era insoportable.

El 6 de septiembre, el hombre de 49 años se suicidó. Dejó una carta disculpándose: “Por la confianza indebida que muchos de mis amigos y colegas han depositado en mí y en mi trabajo (...) . “Me doy cuenta de que este acto es la cosa más sensata que he hecho, pero puede que les permita tener algo de paz”.

“Estaba horrorizado, porque quedaban pocas dudas de que de alguna manera el virus debió haberse escapado de su laboratorio y así se había contagiado la señora Parker”, rememoró Geddes.

La trágica historia de Janet Parker, la última víctima mortal de la viruela en el mundo

El 11 de agosto de 1978, Janet Parker se fue del trabajo con un gran dolor de cabeza. Se encogió de hombros ante el dolor muscular que venía en espasmos cada vez más fuertes.

Días después, el cuerpo de Parker se debilitó terriblemente: había perdido la vista, padecía neumonía y tenía el rostro cubierto de costras. Su esposo Joseph Parker, totalmente horrorizado, no quiso ingresar a despedirse de ella.

Parker murió exactamente un mes después de ser llevada al hospital, el lunes 11 de septiembre a las 3.50 a. m., y fue la última víctima mortal de la viruela, una enfermedad que siguió asolándola incluso después de desaparecer.

Tras su deceso, se implementaron rigurosas medidas de control de enfermedades para el funeral, y el empresario funerario Ron Fleet mencionó: “El cuerpo tuvo que ser incinerado porque existía la posibilidad de que el virus hubiera prosperado en el suelo si la señora Parker hubiera sido enterrada. Todos los demás funerales se cancelaron ese día y el Crematorio Robin Hood se desinfectó a fondo después”.

Un misterio hasta la actualidad

El 16 de octubre de 1978, las autoridades declararon que Birmingham estaba libre de viruela, pero la pregunta sobre cómo exactamente se había contagiado Parker nunca tuvo una respuesta satisfactoria.

Al año siguiente se realizó un juicio, pero tres magistrados desestimaron las evidencias de la acusación que denunciaban que la Universidad de Birmingham había infringido la ley de Salud y Seguridad en el trabajo. Ante la ley, el profesor Bedson había quedado librado de cualquier culpa.

En 1980 un informe liderado por el Gobierno británico indicó que “no había duda” de que Janet Parker se había infectado en el laboratorio.

El documento sugería que eso habría podido ocurrir de tres maneras distintas: por una corriente de aire, por contacto personal o a través del uso de un equipo o aparato contaminado, según recogió la BBC.

Según el profesor Mark Pallen, el autor del libro Los últimos días de la viruela: tragedia en Birmingham, nadie realmente creía en la teoría de la corriente de aire. ¿Por qué solo se había contagiado ella?

“¿Por qué se murió?, ¿por qué se enfermó tanto?”, se pregunta la profesora Symmons, quien fue la primera que examinó a Parker cuando llegó al hospital de aislamiento. Pero agrega: “Si no pudimos averiguar qué pasó hace 40 años, no lo vamos a saber ahora, de repente”.

Con el tiempo todo regresó a la normalidad, y no hubo más brotes de viruela. En 1980, dos años después del fallecimiento de Parker, la viruela fue oficialmente declarada como una enfermedad erradicada por la medicina.