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Latinoamérica, una región improbable e injusta con las mujeres [OPINIÓN]

La socióloga Yolanda Roca explica a qué desafíos se enfrentan las mujeres en el continente más desigual y golpeado por la pandemia.

Por Yolanda Roca, socióloga.

A pesar de los avances que las mujeres han logrado en todo el mundo en los diferentes ámbitos, el 2020 fue un año nefasto para su desarrollo debido a la pandemia del coronavirus. Hemos retrocedido lo avanzado y se han agudizado las brechas de género. También han surgido nuevos obstáculos que se suman a los que persistían antes y que frenan su participación y liderazgo.

Es importante resaltar algunos indicadores que imposibilitan el avance de nuestras mujeres en un contexto de pandemia. Las mujeres se encuentran en la primera línea de la crisis de la COVID-19 como trabajadoras de salud: más del 70% del personal que trabajan en esta línea son mujeres.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en países como Panamá, Chile, Brasil o Colombia, las trabajadoras de la salud tienen ingresos al menos un cuarto menor que los de los hombres realizando las mismas actividades. Todo ello configura un gran desafío para las trabajadoras de este sector.

La crisis de salud y asociada a las medidas de control de la expansión del virus han afectado profundamente a los sectores de comercio y servicios, donde labora una gran proporción de mujeres. De acuerdo a las Encuestas de hogares y empleo de América Latina, 8 de cada 10 mujeres laboraban en los sectores servicios, comercio y hoteles. Y en países como Argentina, República Dominicana y el Uruguay, 9 de cada 10 mujeres laboraban en estos sectores, principalmente en servicios.

Lo cierto es que, en algunos países de Latinoamérica como Bolivia, El Salvador, Guatemala, México y Perú, las mujeres dejaron de generar ingresos en mayor proporción que los hombres. Hay que señalar, además, que 6 de cada 10 mujeres en situación de pobreza dejaron de trabajar en Perú, México, el Salvador, Colombia, Panamá y Honduras.

En Latinoamérica, las mujeres pasan la mayor parte de su tiempo realizando trabajos no remunerados, mientras que los hombres si reciben un salario; estos trabajos no remunerados que realizan las mujeres están relacionadas con el trabajo doméstico, cuidado de menores de edad, adultos mayores, personas con capacidades especiales, entre otras.

Según estimaciones de Naciones Unidas, el valor de trabajo no pagado, como el domestico, se calcula en 15.2% del PIB regional. Durante la pandemia, la economía de este cuidado ha aumentado su carga, especialmente entre las mujeres de sectores empobrecidos. En Bogotá, las mujeres dedican 31 horas semanales al trabajo doméstico no remunerado y los hombres 14 horas.

La violencia doméstica en prepandemia (2019) observó que más de 3.800 mujeres eran asesinadas por el simple hecho de ser mujeres en la región. Este hecho se ha acentuado en todo el mundo desde el inicio de la pandemia.

México fue el único país que supera sus cifras de feminicidio (2020) respecto al año anterior. Se estima que en este país, 10 mujeres son asesinadas a diario por violencia de género y 26 mujeres y niñas desaparecen. En Argentina, hasta el 14 de febrero de este año, se cometieron 35 feminicidios. En Brasil, ya en la primera quincena de enero, el machismo había asesinado a 50 mujeres.

Un gran avance para nuestro país es que en un esfuerzo por agilizar la atención de casos de violencia contra la mujer e integrantes del grupo familiar, el Poder Judicial y la Policía Nacional acaban de poner en marcha un sistema web de interoperabilidad entre comisarías de familia y juzgados especializados para permitir no sólo la transmisión inmediata de información de ambas instituciones, sino también para acelerar el otorgamiento de medidas de protección en favor de las víctimas.

Si bien los gobiernos latinoamericanos fortalecieron algunos mecanismos para evitar estas violencias —como ampliar las casas de refugio y las llamadas de emergencia— se trata de una respuesta insuficiente ante la emergencia que persiste.

Corresponde a nuestros Gobiernos tener un mayor compromiso político, y es que es desde las necesidades particulares de nuestras mujeres en todo lo arriba mencionado que deben implementarse estrategias que permitan su desarrollo en un contexto de pandemia.