¿Qué hacer políticamente en este ciclo? El ciclo de los años 80, protagonizado por el Apra y la Izquierda Unida, culminó con la derrota de Vargas Llosa y, luego, el golpe de Estado de 1992 liderado por Alberto Fujimori. El ciclo fujimorista de los años 90, de reformas neoliberales o de “primera generación” con un contenido autoritario y personalista, terminó con la renuncia de Fujimori y la transición a la democracia. Se cerró en lo político, pero se prolongaron los pilares del modelo económico. A partir del 2001, tres gobiernos democráticos han sido parte del ciclo democrático post Fujimori. Con resultados diversos en los que se refiere a la realización de obras, reducción de pobreza por ingresos, reformas institucionales y ampliación del Estado, manteniéndose la continuidad del modelo económico, la expansión del mercado e inversiones privadas, compartido como fórmula necesaria por la mayoría de políticos en el poder, tecnocracia y decisores privados. En este nuevo ciclo democrático tuvimos actores de los años 80 recuperados o modernizados después de la era Fujimori y nuevos actores nacionales y locales (más pragmáticos). Ambos han protagonizado y delineado a este ciclo político que se caracteriza por: 1) una economía de mercado en crecimiento, aceptada, pero con deficiencias ante un Perú social que en varias encuestas cuestiona beneficios del modelo; 2) sucesivas elecciones que “funcionan” sin partidos estables; 3) la ausencia de políticos profesionales y de liderazgos nuevos y continuos desde las clases medias noveles o populares; 4) la existencia de partidos “familiares” y “empresariales” con dosis de pragmatismo y reclutamiento clientelista; 5) la consolidación del carácter carismático o personalista en las alternativas actuales y los movimientos independientes; y 6) una creciente corrupción con una preocupante permisibilidad de sectores ciudadanos que consideran a esta práctica como “normal” o “necesaria”; 7) la expansión de la política de compra de lealtades y el dinero “como cancha”. ¿Qué ratificar y qué innovar? Mucho. Podríamos construir una política democrática al Bicentenario que institucionalice formas más democráticas y participativas de representación, generándose nuevos liderazgos políticos, innovadores y responsables; incentivar una política menos clientelista, mercantilista y “cero tolerante” en corrupción. Pero, además una política que canalice demandas y expectativas del Perú social (de los más pobres, de trabajadores mal pagados, de informales por subsistencia, de los excluidos con menos optimismo sobre su futuro) desde un Estado que simultáneamente se reforme e integre al país. ¿El modelo económico permite cumplir este desafío? Hay una respuesta técnica, pero sobre todo es liderar y hacer buena política. Si en su vida cotidiana el Perú social siente ese cambio, estaremos avanzando.