Ernesto Pimentel sobre 'Chabuca', su película biográfica: "Me está haciendo llorar la muerte de mi madre"
Una conversación con Ernesto Pimentel sobre Chabuca, su película biográfica, sus recuerdos familiares, su vida antes de su personaje más conocido, su lucha contra el VIH y la música.
Es la noche del lunes 8 de abril y Ernesto Pimentel acompaña la función de pre estreno de su película biográfica en el Cineplanet Primavera. Está rodeado de figuras de la televisión y de la música, de amigos y conocidos, y afuera lo esperan decenas de seguidores y curiosos. La película avanza y muestra las travesuras y dificultades de un joven Ernesto en Arequipa. Hasta que ocurre la tragedia. En el cine todo se detiene en una escena en la que el pequeño actor Izan Alcázar, que interpreta a Ernesto, mira de frente a la cámara y abraza el vestido de su madre, con un horizonte árido, dominado por el Misti. Para Ernesto es el final, no puede continuar viendo el filme. Se descompensa. Lo auxilian para que salga del cine. Ha intentado de nuevo ver Chabuca, su película, y no lo ha conseguido. El actor, cantante y figura de TV pide disculpas por eso. La película cuenta más que su infancia en el sur. Está su llegada a Lima, el descubrimiento de su sexualidad, el nacimiento de su personaje más emblemático, su lucha contra el VIH. Es el resumen de una historia llena de altibajos y resiliencia que su verdadero protagonista no puede revivir.
¿Cada cuánto tiempo vuelves a Arequipa?
Cada que me contratan, cada que quiero ser feliz, cada que quiero comer rico, cada que quiero sorprender a alguien, cada que quiero sentir que me falta el aire, pero no por la altura sino porque el amor me sobrepasa. Cada que quiero limpiar la tumba de mi madre o dejarle flores, o cuando llevé a mi hijo a presentársela.
¿Cuándo se la presentaste?
Tenía 2 años y medio, lo llevé a Arequipa. Mi hijo todavía se acuerda. Tenía un show en la ciudad. Me fui un día antes, estuvimos juntos y fuimos al cementerio La Apacheta y allí le dije: “Mamita, este es tu nieto”. Son cosas que tenemos un poco los sensibleros.
¿Cómo eras de niño en Arequipa? El tráiler de la película nos muestra a un chiquillo travieso al que le gustaba arrancar ropas interiores de los tendederos.
Bueno, hay que hablar esas cosas con Tondero (la productora de la película). Lo que yo te puedo decir es que era un chico raro, porque recuerdo haber sido el animador de mi colegio, el presentador, el que cantaba la canción: “Remolino, gran torbellino, vuelve polvorientos todos los caminos por donde voy”. Canté el himno, hablé por todos mis compañeros. Terminé mi primaria de manera precoz, con 9 para 10 años. En Arequipa hay estas alturas, estas colinitas de las calles, allí jugaba con unos cojinetes, jugaba a las bolitas, comía adobo, me gustaba el caldo blanco.
¿Cuál fue tu mayor travesura En Arequipa?
Lo que pasa es que yo me subía a un hueco, a una rendija, lo que sería hoy un lugar de ventilación y por allí veíamos el show que había en un local que se llamaba el Zeppelin. Y allí actuaba y trabajaba mi mamá, y algunas personas que me sorprendía ver.
¿Y el show a qué hora era?
Me dejaban dormido, y yo me salía tipo 11 de la noche para ver el show. Esa es una gran travesura porque al día siguiente yo tenía que ir al colegio.
Dos de los grandes afectos de tu vida son tu abuela Estela y tu hijo Gaelito, pero en la película muestras un tercer personaje, tu madre, ¿cuál es el recuerdo más recurrente que tienes de ella?
Yo siento que ella fue una persona que me preparó para lo que venía. Ella me dejaba sacar el dinero desde muy chico, apuntarlo, comprar el desayuno, confió en mí. Y realmente se llamaba Rosaluz, pero todos le decíamos Nelly. Eso es algo que recuerdo.
¿Nunca le dijiste mamá?
Nelly, solo Nelly.
¿Cantaba igual de lindo que en la película?
Más todavía. Ella cantaba: “Si se marchó, sin un adiós, que se vaya, que se vaya”. La verdad es que nos gustaba eso.
¿Aprendiste de ella a cantar?
Me encanta cantar. Desde pequeño he cantado como una forma de recordar quién soy.
En la película no escucho el nombre de tu madre, ¿es intencional?
Lo que pasa es que una película, sobre todo esta, parte de lo que yo compartí con los guionistas, con Mariana, con Christopher, y con Ítalo Cordano, y se convirtió en algo donde el cine gana su espacio, para ver cómo se narra. Lo que se dice y no se dice es la estructura que ellos han creado. En mi caso fui respetuoso de valorar y de dejar el crédito correcto.
¿Hasta qué punto interviniste en el guion?
Resolví algunas cosas. Y traté de contribuir cuando ellos plantearon la línea dramática. Siempre pensé de dónde a dónde podía contarse mi historia, no por hoy, sino porque empecé a escribir un libro, que probablemente vea la luz en julio, y que será una exégesis de esta película.
¿En realidad pasó por tu cabeza ser cura?
Es que era el camino más sencillo para no tener hambre. Hice vida de comunidad, hubo un monseñor que me procuró una beca en el Inmaculada y otra en el Santo Toribio. Yo tomé la decisión de quedarme en el Santo Toribio, porque para llegar al Inmaculada tenía que tomar dos carros, por dos horas, y era caro. Imagínate, en la mañana me ponía mi uniforme para ir a trabajar y pagar escolar, y en la tarde también lo usaba para ir de verdad al colegio.
El joven Izan Alcázar interpreta al niño Ernesto Pimentel en Arequipa. Foto: Tondero.
¿Recuerdas el día que falleció tu mamá?
Sí. Lo recuerdo de muchas maneras. Y una de ellas es que me daba vergüenza no llorar. Todos lloraban y yo decía: “por qué no puedo hacerlo”.
¿Demoraste mucho en llorar esa muerte?
Realmente la película me está haciendo llorar esa muerte. Y es por eso que me resulta tan difícil verla.
Me has contado que no puedas pasar más allá de una parte de la película.
De un pedazo de la película.
Te detienes en lo que ocurre en Arequipa.
No sé lo que pasa, les pido perdón, pero me resulta complicado eso.
Has dicho que esta película es el acto más arriesgado de tu carrera, ¿por qué?
Sí, considero que este es un acto muy arriesgado, más incluso que una de las pasiones que yo tengo, que es el circo. A lo largo de 24 años, he hecho quizá uno de los circos más exitosos y populares. Allí he hecho trapecio, he subido a la cuerda floja, he volado sobre doce metros y todo eso no es tan arriesgado como abrir mi corazón y tocar mis heridas. Siento que, si alguna vez le pedí perdón al público por haberme dejado querer, sabiendo que mi vida estaba amenazada, hoy también hago lo mismo. Les pido que me den la oportunidad de contar esta historia que le puede servir a alguien. Acabamos de pasar una pandemia. Y todos decíamos que cuando eso pasara íbamos a hacer esto o lo otro. Y yo que he vivido de cerca lo amenazante que es un virus, quisiera que no se olviden de todas esas promesas que se hicieron.
Siempre has sido cuidadoso con tu vida privada, como Ernesto, no como la chola, ella es explosiva.
Claro. Se casó primera en televisión, fue la primera antes que todos y todas.
Y todes.
Y todix (se ríe)
Quizá un temor que te da la película es exponerte, hay episodios en ella de los que nunca habías hablado.
Sí, pero no siento que esos episodios sean lo más arriesgado. Al final de cuentas, de esos episodios la gente dirá: esto es verdad, esto no; esto me gusta, esto no; esto fue así. Yo creo que lo más arriesgado es mostrar que soy una persona que tiene tantos dobleces, estoy mostrando las costuras de quién soy. Me he sentido alguna vez extorsionado, permitiendo que algunas personas formen parte de esa extorsión.
¿La película también es la historia de una traición?
Yo creo que no se trata de la historia de otras personas, es mi historia. Desde esa perspectiva, yo no tenía más que seguir adelante.
El Perú tiene una sociedad conservadora, muchas veces homofóbica…
…transfóbica, xenofóbica y alejada de las minorías.
Ante eso, ¿sientes que es un riesgo mostrar un poco de tu sexualidad en la película?
No es lo más relevante de la película. No es algo que el público no sepa. Pero esta película es para mayores de 14 años y para la gente que tenga la capacidad de ver con respeto al otro. No es una película que hable de una minoría o de las minorías. Es una película que es un acto de sobrevivencia sobre cualquier otra circunstancia que nos toca en la vida. A mí, cuando nos repartieron las cartas no me dieron las mejores. Con las que me tocaba yo tenía que competir. Y al final de la partida me di cuenta de que no iba contra otros, sino contra mis propios miedos.
Dame una definición, ¿qué es Chabuca? ¿una drag queen, un acto de transformismo?
Chabuca es una actuación, pero tiene otra connotación, en el sentido de que muestra mis capacidades. Si hay algo real en Chabuca, es lo mejor de mí, mi capacidad de amar, mis deseos de cantar, mi preparación física, artística, mis interminables horas de lectura, tiene mis ganas de reír y de vivir. Todas esas cualidades las tiene. Y todos los defectos que hay detrás de eso, los tengo yo.
No fue tu primer personaje femenino, ¿no? Según el libro de Javier Ponce primero hiciste a Yumi Higuchi.
Mi primer personaje de transformismo fue un gigante con coturnos, para el Sastrecillo Valiente, el gigante Jaja, que cantaba: “El gigante sí, el gigante no. El gigante canta como canto yo”. No se trata de transformarse en hombre o mujer. Mi hijo desde que tiene uso de razón me ha visto hacer de gato, de perro, de vaca, de príncipe, de los personajes que él quiere.
¿Y fue complicado hacer el papel de una mujer?
No, mi trabajo es ser actor. Mi pelea siempre ha sido con los que me han dicho travesti. Yo no expreso mi sexualidad a través de mi ropa. Hay un mundo muy duro que le ha tocado vivir a trans y travestis en el Perú, pero no es el camino que yo escogí. Yo tengo la capacidad económica, y los canjes también, para ponerme cuatro tetas, pero no es el camino que escogí. Yo soy un actor que hace el personaje de la Chola Chabuca, como hice el personaje de Perica de los Palotes, con gran éxito, en La Plaza. Hice por ejemplo un personaje que se llamaba Cucho Cacho.
Sí, lo conozco, un presentador de MTV
Sí, a veces era Cucho, y a veces Cacho.
Bueno, no podemos vetar eso.
No lo cortes, ¡Se llamaba Cucho Cacho! (se ríe)
Sí, yo no dudo de ti.
Cada uno con su apellido, ¿no?. Por ejemplo, mi personaje de la chola se llama Chabuca Jiménez, Jordán, Leiva, Lizama, López, Luna, Luque, Manga, Martell, Meneses, Montoro. Eran todos los apellidos de mis compañeros en el Método de Estudios Superiores. Y me preguntaban por qué tantos apellidos. Y yo respondía: Porque cualquiera de esos puede ser tu padre. Así empieza el humor de Chabuca, riéndose de ella y no de otros.
Hiciste cosas que antes no se habían hecho en los cafés teatro, como tener monólogos, o actuar, porque antes todo era baile.
A ver… Si a mí me decían que era una drag queen, yo no te podía decir que sí, porque antes no se llamaba así, no había ese término. Tampoco hacía stand up, sino mi rutina. Yo hablaba desde mi perspectiva. Tampoco hay referencia de que otro artista usara plataformas. Es más, yo no tengo un programa de TV, sino mi personaje de ficción, y es un caso Sui generis en Latinoamérica, creo que Chabelo está también en ese caso.
¿Cuánto llegaste a vincularte con la comunidad LGTBI en tus inicios?
Como todos, yo tenía la necesidad de llegar a mi casa. Además, les vendía mis tragos, porque nos pagaban con eso.
¿Llegaste a hablar el lenguaje loxoro y todo aquello?
Por supuesto, pero, además, en mi casa, mi abuela ya hablaba así, con la pe, antes de que se supiera que eso era el loxoro. En la comunidad LGTBI se usaba el “buses” y luego venían las frases, como “suasavexere, quesere vasara a pasarar consoro esara cosora”. Agregabas unas sílabas. En la comunidad era para que los demás no entendieran de qué estábamos hablando.
¿Se protegían de esa manera?
Sí. “Buses” sigue siendo una expresión de peligro, de alerta, y también para decir “habla bien”. Hay algunos chistes que pueden ser tomados como homofóbicos, pero que son la expresión de lo que en realidad se vivía, no podías ser tú.
¿De dónde venía la discriminación?
De todos, incluso de la misma comunidad. Por qué, qué pasa. Ese dolor, esa manera de vivir tan dura, va generando una manera de protegerse.
¿Recuerdas a Javier Temple (una de las primeras drags queen en el Perú)? ¿Qué significó para ti?
Por supuesto. Él decía que fui el único que lo hizo bailar. Como pesaba poquito, yo lo cargaba, lo echaba, lo tiraba. Javier Temple era mi amigo, lo veía en casa de una escultora, Eve Izaguirre, en cada fiesta que hacía, en cada reunión. Lo vi unos veinte días antes de morir, cuando se fracturó la cadera, fui a su casa de Magdalena.
¿Dirías que fue el principal transformista del Perú?
Era un precursor, tenía una gestualidad, una manera de ser fino. Lo menciono en la película.
Siempre has dicho: “Si yo fuera cholo o mujer no hubiera tenido el éxito que he tenido”.
Esa es una reflexión que quiero que la entiendan en el contexto del humor, quiero que sepan que es como una llamada de atención. La mujer del ande siempre fue retratada no como la dueña de la casa, y yo planteo que sea la dueña de la casa.
¿Tú reivindicaste a la mujer del ande?
No fue mi intención. Hacer la chola fue un acto de sobrevivencia, de ganarme mi plato de comida. Pero en su camino, sirvió para evidenciar que decir mal algunas vocales no te hacía tonto.
¿Si hubieras sido un personaje trans hubieras tenido éxito?
Menos. Ya estuviera muerto. El promedio de edad de las chicas trans es entre 35 y 40 años. Y lo peor es que se pierde el rastro de ellas, después no se sabe dónde están.
Y sus nombres no se conocen.
O cuando mueren se les cambia el nombre, no se les respeta.
¿Quién es María Luisa Castañeda, Ernesto?
Mi doctora. Es una infectóloga del Hospital Carrión, es una profesional del tema de salud, es mi amiga y voy a estar en su cumpleaños pronto. Es una de esas grandes profesionales que pertenecen al sistema del Estado, un Estado que a veces se ha alejado de los demás, pero que no es carente de humanidad. A mí me duele cuando hablan mal y generalizan, sin individualizar cuántas enfermeras dan una mano de amor, cuántos médicos se quedan después de sus turnos o cuántos profesores hacen más por sus alumnos. En ella reivindico a esas personas (Ernesto llora, se quiebra un momento).
Te conmueve su trabajo.
Por supuesto. Hay que reconocer que desde la posición que tú estés, puedes impactar siendo bueno con el otro. Me conmueve la generosidad de los otros.
¿Recuerdas el día en el que te dieron el diagnóstico de VIH?
No quisiera hablar de eso en la entrevista, quiero que vean la película y que vean de qué se trata. Pero me pareció chévere hablar de la doctora. Yo no creo que nadie entre al Estado con la finalidad de dañar. Siempre decimos: “El sistema de salud es malo”. Y sí, pero hay gente buena.
No hablemos del diagnóstico, pero hablemos de tu trabajo. Entiendo que alguna vez te has plantado en la puerta del ministerio de Salud para pedir por otros, para pedir que tengan acceso a los retrovirales.
O sea, era un momento en el que en mi departamento hicimos una clínica, un banco de medicinas, se salvó a varias familias. A veces solo se les daba medicina para que pudieran sobrevivir un tiempo y ver dónde dejar a sus hijos. Se ayudó a que tuvieran asistencia psicológica. Se formó médicos. Me fui de hospital en hospital hablando de los cuidados que debían tener los médicos (al tratar el VIH), porque tenían miedo y tampoco se les protegía a ellos.
Al inicio de la enfermedad tendrían mucho temor.
Porque estaban desprotegidos por el Estado. Siempre había kits de emergencia o de rescate, de los cuales no se hablaba ni se profundizaba.
¿Viste muchos compañeros morir?
Por supuesto. No solo amigos. Lamento mucho sus partidas, si hubiéramos tenido un Estado más diligente, con mayor respuesta, podríamos haber permitido que ellos sigan aportando a la sociedad. Hubieran seguido pagando impuestos, generando puestos de trabajo. Yo no hablo de una dádiva, yo hablo de una inversión en salud.
¿Hay alguna muerte que te conmoviera más que las otras?
Todas. Las que conocí, las que no conocí, la de gente que encontré como activistas y luego se olvidaban de su propia necesidad para ayudar a otros. Mira, es importante el acceso a la información. Hablar de sexualidad en el Perú nunca ha sido sencillo, hablar del retraso de la actividad sexual, de si una mujer decide ser virgen, de si un hombre decide ser célibe. Si una persona decide vivir una sexualidad activa puede usar un preservativo, y no se trata de condonizar nada, sino de tener una respuesta desde el Estado.
Habrá políticos que te escucharán y dirán que no, que no se debe entregar libremente preservativos.
Bueno, ellos están retrasando la verdad.
Lo inevitable.
Por supuesto, lo que están haciendo es que más gente muera, más gente sufra y no se informe. Es inevitable, la verdad va a aplastar su ignorancia.
Cerremos con algo más alegre. Me acabo de enterar que tienes un disco con Armonía 10, es el tesoro escondido de Ernesto Pimentel.
Yo grabé un disco con todos los éxitos que Armonía 10 me permitió, dirigido por Walther Lozada, en vivo, lo pueden encontrar en Spotify.
Tienes otro tema con Rossy War.
Bueno, he grabado con Grupo 5, con Caribeños de Guadalupe, con Agua Bella, con Marisol, con Azucena Calvay y sigo trabajando. He grabado parte del soundtrack de la película.
Miguel Laura también ha anunciado un disco en el que estarás presente.
Sí, le quiero agradecer al maestro Miguel Laura por formar parte de su disco Sentimiento con el alma.
La cumbia es obviamente tu género.
Mi corazón late a ritmo de cumbia.
¿Puedes definirte en tres palabras?
Obsesionado por vivir, agradecido con la vida.