Peor que la enfermedad
Un estudio acaba de descubrir que el uso de la hidroxicloroquina en el tratamiento del Covid-19 estuvo asociado a casi 17.000 muertes en seis países. En el Perú fue recomendada por el Minsa durante los primeros siete meses de la pandemia.
En la confusión de aquellos primeros meses, cuando los cadáveres se apilaban en los hospitales y la desesperación cundía por todos lados, muchas personas recurrieron a ella.
La hidroxicloroquina, una droga usada tradicionalmente para tratar la malaria y la artritis, fue considerada en los primeros momentos de la pandemia como una de las armas con las que la población podía hacerle frente al Covid-19. Algunos científicos, de diversas partes del mundo, recomendaban su uso y en ciertos países, entre ellos el Perú, las autoridades sanitarias también la incluían en el paquete de fármacos propuestos para combatir la enfermedad.
Todo indica que aquello fue un craso error.
Una investigación publicada por la revista Biomedicine & Pharmacotherapy, el pasado 2 de enero, descubrió que los tratamientos realizados con hidroxicloroquina no solo no salvaron vidas, sino que estuvieron asociados a casi 17.000 muertes en seis países: España, Francia, Italia, Bélgica, Turquía y Estados Unidos.
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Punta del iceberg
El equipo de investigadores de la Universidad de Lyon se propuso calcular el número de muertes atribuibles a este tratamiento en los países donde se aplicó a pacientes hospitalizados durante los dos o tres primeros meses de la pandemia.
Sus análisis concluyeron que, por ejemplo, en España, de las 104.715 personas hospitalizadas por coronavirus, 87.437 recibieron dosis de hidroxicloroquina y, de ellas, 1.895 habrían fallecido a consecuencia de esta medicación.
En el caso de Francia, de 99.997 hospitalizados, 15.600 recibieron el tratamiento y, de ellos, 199 fallecieron. En el de Italia, de 89.895 hospitalizados, 72.635 lo recibieron y 1.822 murieron. Y en el de Estados Unidos, de 888.037 hospitalizados, 551.471 recibieron hidroxicloroquina y 12.739 fallecieron.
“Estas cifras probablemente representan la punta del iceberg y, por lo tanto, subestiman en gran medida el número de muertes relacionadas con la hidroxicloroquina en todo el mundo”, señalaron los investigadores.
El uso de la hidroxicloroquina fue promovido por médicos de varios países, sobre todo por el infectólogo francés Didier Raoult, una figura controversial en la medicina de su país, quien aseguraba que este fármaco podía curar el Covid-19.
En un primer momento, Raoult llegó a convencer al propio presidente Emmanuel Macron, quien autorizó su aplicación en Francia para casos severos. En Estados Unidos, donde gobernaba Donald Trump, otro entusiasta promotor del medicamento, la FDA también lo aprobó, para aquellos casos en los que no se dispusiera de un ensayo clínico.
En el Perú, el 29 de marzo de 2020, el Ministerio de Salud (Minsa) incluyó a la cloroquina y a la hidroxicloroquina en su paquete de fármacos sugeridos para tratar el coronavirus.
En los siguientes meses, sin embargo, fueron apareciendo, uno tras otro, diversos estudios que señalaban que estas drogas no solo no ayudaban en el tratamiento de la enfermedad, sino que, incluso, podían agravarla.
En octubre, los resultados del ensayo Solidarity, coordinado por la Organización Mundial de la Salud, mostraron que la hidroxicloroquina —entre otros fármacos analizados— no ayudaba a reducir la mortalidad de los pacientes.
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En nuestro país, también en octubre de 2020, un estudio del Instituto de Evaluación de Tecnologías en Salud e Investigación (IETSI) concluyó que el uso de hidroxicloroquina, azitromicina e ivermectina durante las primeras 48 horas de hospitalización podía incrementar el riesgo de fallecer hasta en un 84%.
Solo entonces, el Minsa los retiró de la lista de productos aprobados para el tratamiento del Covid-19.
Quizás en el Perú, como en muchas partes del mundo, el remedio fue peor que la enfermedad.