IEP La casa de las ideas
Por quinto año consecutivo, el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) ha sido considerado el centro de investigación más influyente del país. La casona que cobijó los trabajos de Julio Cotler, María Rostworowski y Carlos Iván Degregori es el hogar de medio centenar de investigadores que se dedican a una sola causa: pensar el Perú.
En una hermosa casona de estilo neocolonial situada frente al Campo de Marte, en el distrito de Jesús María, funciona el centro de investigación más poderoso e influyente del país.
Entre sus paredes de ladrillo, a través de su patio empedrado, han transitado algunas de las mentes más lúcidas que han dado las ciencias sociales peruanas en los últimos 50 años: María Rostworowski, Julio Cotler, Carlos Iván Degregori...
Este centro es el Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Hace algunas semanas, la Encuesta del Poder, que realiza todos los años Ipsos, y es publicada por Semana Económica, lo presentó como el think tank con más influencia en el debate público.
Es el quinto año consecutivo que se le otorga este reconocimiento.
Casualmente o no, también hace algunas semanas se cumplió el quinto aniversario del convenio que sostienen el IEP y La República, a través del cual nuestro diario publica de forma mensual las encuestas que hace el Área de Estudios de Opinión del instituto.
La ocasión es propicia para conocer cómo fue que esta casa de las ideas, fundada en febrero de 1964 por intelectuales de la talla de José María Arguedas, José Matos Mar y los hermanos Augusto y Sebastián Salazar Bondy, llegó a convertirse en un actor tan importante en la discusión de políticas públicas en el país.
Patricia Zárate junto al equipo del Área de Estudios de Opinión. Foto: Marco Cotrina/La República
Los clásicos del IEP
Para la historiadora Natalia González, directora general del IEP, una de las razones por las que su institución se ha posicionado tan bien en el debate público es porque trata de que la producción de sus investigadores no quede circunscrita al mundo académico, sino que llegue a otros ámbitos de la sociedad.
—Durante estos casi 60 años, nuestro trabajo ha estado pensado para tener la mayor conexión posible con la sociedad —dice—. Hemos tenido un especial énfasis por llegar al público en general, a los maestros, por ejemplo, a las mujeres, a los estudiantes universitarios. Algunos de nuestros libros más emblemáticos son un ejemplo de que hemos podido hacerlo.
González se refiere a obras que con el paso del tiempo han alcanzado el estatus de clásicos. Como Desborde popular y crisis del Estado (1984), de José Matos Mar, uno de los primeros esfuerzos por comprender las transformaciones que vivían los sectores populares en los años 80. Como Historia del Tahuantinsuyu (1988), de María Rostworowski, el gran libro sobre el surgimiento y la consolidación del Estado Inca. Y como Clases, estado y nación (1982), de Julio Cotler, un lúcido análisis de la realidad peruana a partir de las estructuras y relaciones de poder heredadas de la colonia.
En las siguientes décadas, el IEP ha continuado propiciando el debate con obras que se han ocupado de asuntos tan diversos, pero a la vez fundamentales, como la violencia política (a través de los trabajos de Carlos Iván Degregori ), el mundo rural y la dictadura fujimorista.
El Fondo Editorial del IEP publica alrededor de 20 libros al año. Desde su creación ha lanzado cerca de 800 títulos. Foto: Marco Cotrina/La República
El historiador Raúl Asensio, director del Fondo Editorial del IEP, dice que tres han sido los libros publicados por su sello que más impacto tuvieron en los últimos 30 años: Historia del Perú contemporáneo, de Carlos Contreras y Marcos Cueto, que ya va por su sexta edición; Historia de la corrupción, de Alfonso Quiroz, un libro que se sigue discutiendo y analizando en universidades; y Memorias de un soldado desconocido, de Lurgio Gavilán, que ayudó a generar un conjunto nuevo de reflexiones sobre el conflicto armado interno.
—No solo publicamos las obras de nuestros investigadores, sino que pretendemos ser también una plataforma de difusión de trabajos de otros investigadores, nacionales y extranjeros —dice Asensio—. Somos un fondo que publica unos 20 libros al año. Ya vamos cerca de 800.
El impacto del IEP en la sociedad se explica por estos trabajos, pero no solo por ellos.
Natalia González dice que en los últimos cinco años ha sido fundamental el papel del Área de Estudios de Opinión, que lidera Patricia Zárate y que desde su creación, en octubre del 2018, ha realizado un total de 114 encuestas.
Por su parte, Zárate dice que el impacto de los estudios que llevan a cabo no sería el mismo sin el rol que cumple La República al permitir que los datos recopilados lleguen a todo el país.
Junto con los libros y los estudios de opinión, el aporte de los académicos IEP se manifiesta también en las investigaciones que realizan en torno a problemáticas muy específicas y cuyos resultados luego comparten con funcionarios públicos, de manera directa o en mesas de discusión. González dice que este conocimiento con base en evidencia ha contribuido a la formación de políticas públicas en varios sectores.
Julio Cotler y María Rostworowski, dos figuras emblemáticas de la institución.
Además, no hay que olvidar que en las últimas dos décadas la institución ha dado tres ministros de Estado: Cecilia Blondet (de la Mujer en 2002), Carolina Trivelli (del Midis en 2011) y Ricardo Cuenca (de Educación en 2020).
¿Cómo llega el IEP a sus próximos 60 años?
—Es un momento muy crítico del Perú, en el cual vemos un retroceso en la construcción democrática de estos años —dice el antropólogo Ramón Pajuelo—. Después de décadas vemos problemas en la economía cuya profundidad no tenemos muy clara todavía, de la mano con problemas que el IEP ha trabajado a lo largo de su historia: problemas de desarticulación social, de falta de representatividad política, de violencia social, de represión estatal, con muertos y heridos. El cúmulo de problemas que ha constituido la agenda del IEP necesita ser releído y resituado en el contexto actual.
—Lo que nos preocupa de cara a los 60 años es el tema de la democracia —menciona Natalia González—. Todo lo que hemos producido en estos 60 años nos muestra la importancia de vivir en una sociedad democrática y eso está en riesgo.
—Llegamos como una institución fortalecida —comenta, por su lado, Raúl Asensio—. Y con el tremendo reto de la complicada situación actual en la cual ninguno pensó que íbamos a encontrarnos a estas alturas, quizás la peor crisis de los últimos 30 años en el Perú. Pero acá seguimos, dispuestos a seguir molestando.