Claudia AragónDiseñadora de moda.,Chola, cusqueña, activista “marrón” (sí, el color puerta), feminista, psicóloga, aprendiz de chamana, Claudia Aragón se define como todo esto y más, aunque empiece a ser célebre como diseñadora de moda, o como a ella le gusta decir, de indumentaria –hace un par de años ganó el concurso Flashmode de la Alianza Francesa de Lima por su colección “Protección, fe y poder”. Su historia es la de muchas mujeres jóvenes en el Perú, oprimidas, estigmatizadas por su herencia cultural, señaladas por su cuerpo, origen e identidad, que emprenden un proceso de aprendizaje que va del inicial rechazo a sí mismas al orgulloso reencuentro con su propia voz, su imagen y sus raíces. Claudia lo ha hecho a lo grande. No solo por su transgresor estilo, mezcla de mamacha andina, skater y anarcopunk, de tatuajes y piercings, tan rural como urbanita, sino sobre todo porque en esa forma de plantarse sobre el mundo desafía los estereotipos en torno a la choledad, como llevan haciendo otros creadores de este creciente movimiento antirracista que tiene en Claudia Coca, Ellio Tupac, Marco Avilés o Magaly Solier a sus más activos representantes. El suyo ha sido, según Claudia, “un viaje personal y estético”, que ha culminado en una apuesta artística y conceptual radical. En marzo, Claudia estará en México, en el encuentro de mujeres zapatistas. Y en junio formará parte, como organizadora, del II Foro de Artesanía Amazónica Nativa, en Cusco, en el que participan 11 regiones amazónicas. Cuéntame cómo surge “Marrón”, tu nuevo proyecto. Supongo que el nombre tiene que ver algo con aquello de “color puerta”... Fui víctima de bullying en el colegio, también de violencia sexual, he sido racializada toda mi vida y discriminada por ser marrón (el insulto que más circuló últimamente fue llamarnos despectivamente de “color puerta”) y por no tener el típico estereotipo de belleza, por ello crecí comparándome y sintiéndome menos que los demás. A partir de esa consciencia nació mi activismo, aprendí de muchas mujeres que habían encontrado en sí mismas su liberación. Mi proyecto M.A.R.R.O.N genera espacios de capacitación y desarrollo de diferentes habilidades para mujeres, además de talleres que son espacios seguros y protegidos, en los que se puede generar sororidad y empoderar nuestro ser andino, reconociendo su raíz y su cultura e incorporándolo a una especie de ser contemporáneo y del siglo XXI. Yo soy facilitadora en esa red de soporte, en la que trabajamos el empoderamiento a través de la imagen, la aceptación del propio cuerpo y del ser “marrón”. El proyecto será lanzado en Cusco en el primer trimestre de este año con un foro denominado “Empodérate Mujer”, con diferentes mesas de dialogo en torno a activismo y política, sexualidad y mujer, éxito y empoderamiento. ¿Cómo se te ocurrió que diseñar ropa también podía ser una forma de reivindicación política? Para mí la ropa no es solo ropa, es arte, y te genera preguntas, te mueve las tripas y como creadora a mí me sirve como soporte para manifestar mi lucha, mi voz y la visión de mi propio universo, que puede ser tan político como personal. La indumentaria es mi segunda piel y mi armadura de guerra, con la que salgo día a día a luchar por mis sueños y a manifestar mi identidad de chola cusqueña contemporánea. Cuando decidí tomar como soporte la tela y generar prendas para cuerpos que no necesariamente tienen género, creo que surgió una nueva dialéctica. Me esforcé por recopilar información de mitos, cultura oral e investigar rituales andinos, por ejemplo. Mi misión ha sido, desde que empecé, revalorar nuestros orígenes indígenas y llevarlos más allá. ¿Actualmente cómo te relacionas con las hacedoras, las artesanas, y con esa larga e impresionante tradición de textileras andinas? La última colección que realicé, SAPHY –algo bastante personal, porque forma parte del proceso de curación en el que estoy y el perdón a mi papá–, fue una colaboración creativa con unas mujeres mágicas y poderosas de la comunidad donde nació mi abuela Dionisia, Mollepata, en Cusco. Fue una aventura de cocreación con mujeres artistas tradicionales en situación de riesgo (pobreza y pobreza extrema) de esa comunidad, y jóvenes mujeres del programa Beca 18 residentes en Lima. Y una de las experiencias más increíbles de mi vida también, me reconstruí, me hice fuerte de solo mirarlas y les estoy infinitamente agradecida por todo el amor y poder que me dieron sin darse cuenta. Aprendí a trabajar telar a cintura, tejido a palitos y teñido de fibras con plantas. Actualmente soy aprendiz de unxs maestrxs que hacen bordado eclesiástico y teñido artesanal con flora, que solo encuentras en Sacsayhuaman. Aprender de artistas populares que mantienen vivas muchas costumbres es totalmente enriquecedor y gratificante para mí. La moda es uno de los sectores donde más se manifiesta el racismo, sobre todo en el Perú, que a veces parece impermeable a una tendencia más internacional de buscar la diversidad, la singularidad. ¿Con qué te has topado? La moda en nuestro país ha evolucionado muchísimo, hay discursos interesantes que revaloran nuestra cultura y nos hacen visibles en el mundo entero. Y sí, es totalmente cierto que es un mundo altamente racista y que en definitiva no busca muchas veces la singularidad de las mujeres. Sin embargo, como dices, actualmente hay modelos afrodescendientes que son extremadamente hermosas e increíbles como Mera de la Rosa, Natalia Barreda y Lizeth Issamar, eso está pasando en las pasarelas de Estados Unidos y Europa, donde son validadas y escogidas por muchos proyectos de diseño. Por otra parte, existen diseñadores jóvenes, con manifiestos realmente increíbles, en los que no importa el género, el color, el tamaño, el origen de sus modelos, mujeres o varones, y en los que dan rienda suelta a discursos totalmente contemporáneos y personales. Aquí depende de a qué modelos escojan los diseñadores y no es el caso. ¿Cómo haces para que no te abduzcan, para que no te fetichicen, para no ser la cuota chola? Sigo lo que mi ser quiere, me alejo de las tendencias y las temporadas; el vestirme es mi manifiesto personal. Eso sí, no dejo de preguntarme cuándo habrá modelos andinas o andinas descendientes. ¿Qué te parecen esos editoriales de moda que se ruedan en Cusco, con fotos de Testino y modelos suecas vestidas con polleras y trenzas, rodeadas de llamitas? De alguna manera ese tipo de editoriales generan visibilidad, por ejemplo la idea de Cusco como un lugar totalmente colorido, místico, cosmopolita y altamente turístico. Sin embargo, no estoy de acuerdo con que muchas de esas editoriales de proyectos indumentarios extranjeros y nacionales o de revistas conocidas en Perú y a nivel mundial ridiculicen, humillen y pongan en segundo plano a la mujer andina, poniéndola como un ser de belleza y color inferior al de las modelos, o simplemente como seres alegóricos o accesorios. Tu origen e identidad se enraízan en los Andes. Tu abuela era indígena, tu tío es chamán. Utilizas la pollera y vestimenta andina para el diario, tengo entendido. También eres rupturista en lo generacional, urbanizada, deportiva, punk, rapera, tatuada, llena de piercings. Transgredes no solo tu propia tradición sino que lo haces en un medio altamente discriminador con todo lo andino. ¿Qué valor simbólico y político tiene todo esto para ti? Desde mi perspectiva las cholas contemporáneas tenemos derecho a evolucionar y a ser vistas como seres del siglo XXI. No solo a quedarnos con el estereotipo que nos ha vendido la televisión y principalmente el personaje de la Paisana Jacinta, como si solo pudiera ser chola la mujer con ojotas, mantilla, trenzas de manera tradicional, y lo que es peor, denigrándola, mostrándola como seres apestosas e ignorantes, haciendo creer al espectador que nosotras somos desmueladas, torpes y sucias. Yo he hecho esta suerte de sincretismo estético, salgo a la calle con prendas y accesorios que me hacen sentir muy orgullosa de donde vengo, me hacen recordar a mi familia, a mis santos. Es una forma de reivindicación, respeto y agradecimiento a las mujeres andinas y andinas descendientes, a las mujeres de mi familia y a mis ancestras. ¿Todos podríamos aplicarnos esa creencia a la hora de vestirnos? Claro, creo que cada persona es un mundo distinto, con vivencias distintas y que no podemos simplemente dejarnos encasillar en estilos de ropa que no necesariamente nos representan, porque de alguna manera solo seguimos lo que las grandes corporaciones nos dicen que está o no de moda, y es un tipo de adiestramiento el no dejar que podamos escoger libremente lo que queremos ponernos o como queremos mostrarnos al mundo. Vestirme como lo hago es un acto de resistencia política porque no permito que me digan qué debo o qué no debo ponerme. Casi toda la ropa que tengo es de alguien de mi familia o de segunda mano. ¿De qué formas te adhieres a esta nueva ola de orgullo de la choledad y que ha tenido unos de sus puntos culminantes en la campaña contra el racismo de la Paisana Jacinta? Creo que es importante y admirable que muchxs seres que tienen una voz fuerte se manifiesten y se sientan orgullosos de su ser cholx y marrón, sobre todo si son líderes de opinión y personas que de alguna manera representan a sectores marginados en nuestro país. Salí a manifestarme junto a mi compañera y hermana Lici Ramírez frente a la indignación, rabia y dolor que me generaba el saber que un personaje como la Paisana Jacinta saldría en pantalla gigante, pese a ser un personaje nefasto que lo único que hace y ha hecho es fomentar el racismo y la discriminación de las mujeres andinas y andinas descendientes. Después de que la protesta se esparciera por redes sociales, los niveles de odio y discriminación rebasaron límites. Nunca me había sentido tan vulnerada e insegura en Lima, pero todas esas muestras de odio no fueron suficientes para dejarme vencer y callarme, al contrario, me hicieron sentir más fuerte. Ahora tengo muchos más claros mis objetivos.