Cultural

Borges y Luis Alberto Sánchez: una tarde de febrero

Jorge Luis Borges y Luis Alberto Sánchez compartieron una peculiar aventura en Bogotá en febrero de 1975, cuando cruzaron una avenida ciegos con humor y complicidad.

Jorge Luis Borges.
Jorge Luis Borges.

Escribe: Eduardo González Viaña

Tenía que ser ese mes, porque en El Aleph el gran escritor argentino describe “la candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió después de una imperiosa agonía”.

Borges era tan grande y asombroso que podría haber sido uno de los autores de la Biblia, pero, fue también en febrero y en Buenos Aires cuando Beatriz -o tal vez Estela Canto rechazó su declaración de amor. Ella contó que, si bien le habían adelantado que Borges no era muy agraciado, se veía peor de lo que esperaba.

Y fue también en febrero cuando Jorge Luis descubrió el Aleph, una esfera de dos o tres centímetros de diámetro que es el espejo y el centro de las todas cosas del mundo.

Quizás en ese mes, se dijo: “Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo; un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar…”.

Por su parte, con más de un centenar de libros en su haber, Luis Alberto Sánchez es el escritor más prolífico del Perú. Sus temas abarcan crítica literaria, crítica histórica, historia, biografía novelada, ensayo, novela y poesía.

Tres veces rector de la Universidad de San Marcos, vicepresidente de la república, senador, diputado y ministro, alternó todas estas ocupaciones con una efervescente e incansable vida a la que sumaron campañas políticas y largos destierros.

Con razón, se le ha llamado el doctor Océano. Se cumplieron 30 años de su fallecimiento el pasado 6 de febrero.

También febrero fue difícil para él. Durante algunas dictaduras y en castigo de sus ideas políticas, dos o tres veces entraron los “soplones” en su casa en ese mes.

¿Qué les pasó en Bogotá a Jorge Luis y a Luis Alberto?

Primero, una pregunta: ¿ha intentado usted en Lima cruzar la avenida Abancay en una hora punta con los ojos vendados?

No. Usted no está loco, aunque lo parezca. En 1975, Jorge Luis Borges y Luis Alberto Sánchez cruzaron de manera similar la carrera (avenida) 10 de Bogotá para entrar en el hotel Tequendama donde se alojaban. Se realizaba allí un encuentro de escritores y críticos latinoamericanos.

Antes de ejecutar la proeza, ambos habían estado recorriendo a pie el centro de la hermosa capital colombiana. Los acompañaba Leonor Acevedo Suárez, la madre de Borges, quien hacía de lazarillo, porque el genial narrador y poeta argentino era completamente ciego.

Justo antes de llegar al cruce, doña Leonor descubrió un conjunto de llamativas tiendas que no podía dejar de conocer.

-Me voy a hacer compras -dijo de pronto y le pidió, o acaso le ordenó, al peruano:

-Luis Alberto, por favor, tome de la mano a mi Jorge Luis y condúzcalo al hotel Tequendama.

Allí comenzó la aventura.

Los temas y motivos sobre lo que Borges escribió son una obsesión humana: los espejos, los laberintos, los libros inventados, la búsqueda del nombre real de Dios y de los hombres y, por fin, la dimensión del tiempo circular e inconcebible frente a la latitud de la eternidad.

Nadie ha producido creaciones como las suyas en el siglo XX, ni argumentos tan simétricos y asombrosos. Su prosa limpia, casi desnuda, tiene la capacidad de sugerir contenidos y mundos que van más allá de la palabra.

De nuevo, ¿qué pasó frente al hotel Tequendama? LAS tomó de la mano a JLB y lo hizo cruzar una avenida el doble de ancho de nuestra avenida Abancay.

-Es febrero. Algo nos puede ocurrir-se dijo asustado el escritor peruano.

Pero llegaron. Ya en el hotel le pidió a Borges que lo acompañara al bar.

-Ya sé que usted es abstemio. Puede tomar una Coca-Cola, pero yo prefiero un whisky.

-¿Por qué?

-Porque usted es ciego…y yo también lo soy.

Creo que no era febrero. Me lo contó Luis Alberto Sánchez.