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Cultural

Sandra Gamarra: Pinacoteca migrante

Bienal de Venecia. Conversamos con Sandra Gamarra sobre la propuesta que presentará a la Bienal de Venecia para representar a España en su pabellón. Es la primera vez en la historia que alguien no nacido español representa al país en la bienal.


‘Versión original con subtítulos en español VI’. Óleo sobre tela 310 x 175 cm 2018. Foto: Oak Taylor Smith / La República
‘Versión original con subtítulos en español VI’. Óleo sobre tela 310 x 175 cm 2018. Foto: Oak Taylor Smith / La República

Sandra Gamarra accede desde un inicio a conversar sobre el proyecto que presentará en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia. Es la primera vez que un artista no nacido español representa al país. Tiene sentido, pues el tema general propuesto por el curador Adriano Pedrosa es el de la otredad. Gamarra, para España, representa, sin duda, una otredad, pues está nacionalizada española, pero proviene del Perú, país tercermundista que fue colonia española. Sandra vive hace años en Madrid, aunque pasa algunas temporadas en Lima y otras ciudades del mundo. Ahora, anda extremadamente ocupada, y hemos postergado la entrevista durante más de un mes. Apenas contesta los WhatsApps. El proyecto se llama Pinacoteca Migrante y el curador es Agustín Pérez Rubio. En palabras de Sandra: “es básicamente una gran pinacoteca clásica” compuesta por más de cien obras. Se trata de crear una ficción de museo. “La idea es que te sientas entrando en ese tipo de pinacoteca que más o menos podrías encontrar en cualquier ciudad europea con ese tipo de relato que te invita a creer, que te invita a buscar un único relato para encontrarte con esa otra posibilidad de historia”. Le quedan un poco más de dos meses para montar una muestra de estas dimensiones. Imagino, que ya está casi acabado, le digo.

No, —me responde—. Todavía hay mucho que hacer. Casi todo lo que se expondrá es obra nueva. Entonces, hay muchas cosas que por mi propia forma de trabajar se van cerrando en el camino. Está cerrado en el sentido de que el pabellón se concede a un proyecto cerrado. No es que en el momento que puedas ir decidiendo. Puedes cambiarlo porque mínimamente las cosas varían, pero la propuesta y un presupuesto fijados.

-La última vez que hablamos no se podía hablar mucho. Ahora, ¿me puedes contar más o menos cuál es el proyecto?¿Cómo abordas el tema de la otredad?

-Bueno, tú bien sabes que yo soy pintora, y de alguna manera España ha sido una potencia a nivel pictórica, ¿no? Se ha exportado casi como una nación o un territorio de pintores, además pintores hombres. Me interesaba continuar esa tradición, y pensar en cómo había migrado desde la metrópoli a las colonias. ¿Cómo es posible que los 300 años de colonia y 200 años posteriores de relación no existan en las pinacotecas más importantes de España? Empecemos con el Prado… Creo que la primera vez que se ha expuesto una pintura de la colonia fue en el 2019, y muy puntualmente, fue una obra que iba de visita. Así que para mí es importante entender qué pasó, dónde está ese relato, que seguramente se podría pensar que todo está compendiado y casi aislado en el Museo de América. Ahí está casi toda la colección de obras que vinieron con los virreyes durante el propio virreinato, y también los regalos. Está ahí, pero se ha tomado la decisión de aislarlo del relato histórico español. Entonces, lo que he hecho es una búsqueda para ubicar esas piezas que podrían ser parte de ese relato y que podrían complementar ese relato, y crear una pinacoteca que he llamado Pinacoteca Migrante. Está compuesta y tiene como protagonistas esos otros relatos y de esas otras sociedades que también son parte de la historia española. Las fuentes en las que me baso son todas obras que forman parte de colecciones nacionales —públicas o privadas— que contextualizo al momento actual para entender que hay una continuidad en las maneras en cómo nos relacionamos. El sistema de la colonia no es un pasado que esté del todo pasado.

 Dúo. Sandra Gamarra y Agustín Pérez Rubio, curador de la muestra. Foto: Carmela García / La República

Dúo. Sandra Gamarra y Agustín Pérez Rubio, curador de la muestra. Foto: Carmela García / La República

-¿Vas a emplear la misma técnica del citado de imágenes? ¿Vas a repintar las pinturas de estas colecciones?

-Sí, por eso hablaba de las fuentes que utilizo como base o inicio para estas pinturas. Todas son pinturas existentes, que, además, van a estar referenciadas en la propia exposición. Estas irán acompañadas por textos de pensadores y poetas. Hay voces como las de Silvia Federici o Yayo Herrero, que es una ecofeminista española.

-¿Todos contemporáneos?

-Sí, salvo en algún cuadro en el que hago referencia a un relato anterior que contextualiza. Por ejemplo, hay una pintura que naturalizamos como bella se acompaña de un texto que de alguna manera desvela lo que hay detrás de esa belleza. Es un texto sobre el uso del color en la pintura, pero que es perfectamente aplicable a cómo entendemos el color como con jerarquías también. Lo blanco es lo limpio, lo negro es lo oscuro, lo salvaje. Me interesa lo que representa técnicamente el color.

-¿Cuál ha sido tu criterio para seleccionar estas imágenes?

-Todas son pinturas que hacen referencia a las excolonias o a los habitantes de las excolonias, productos que vienen, que se han expulsado desde las excolonias españolas. El proyecto es una pinacoteca dividida en cinco salas. Cada sala se ocupa de un género de la pintura. Hay una sala que se refiere al paisaje, otra al retrato, otra al bodegón, y hay un gabinete botánico y un gabinete que se podría decir racial, científico,  en el que la pintura, la representación visual, ha sido la herramienta para concretar esas visiones, esas ideas de superioridad y de jerarquía. Como te decía, son imágenes que existen y que han terminado de consolidar la propia idea de nación española. Sin embargo, están y no están dentro del relato español. Pueden formar parte de la colección del Prado, pero no están dentro de la colección permanente. Es una historia que va en paralelo. Lo que propongo es juntar estas imágenes y crear un relato entre tantos que podía haber. Es importante notar eso, que no hay un solo relato.

-Es curioso, ¿no? Pienso en la fiesta nacional de España, que es el día del “descubrimiento” de América… Si tan importante fue, es raro que los museos no expongan el contenido de lo que se produjo ahí, ¿no?

-Yo creo que está tan normalizado. No nos damos cuenta de que hay una celebración desde el personaje activo, desde el que conquista. El que conquista podría haber conquistado cualquier otra cosa. No se celebra o no se recuerda qué le pasó al otro. No recuerdas ni celebras lo que significa para ti. Desde ese lugar, creo que hay muchas historias que todavía se pueden abordar y que es necesario, además, darles un nombre y una importancia. A nosotros nos pasa un poco todo lo contrario: celebrábamos hasta hace relativamente poco el 12 de octubre como nuestra segunda fiesta nacional… ¡Lo celebrábamos!

 La artista peruana que representará a España en Venecia. Foto: Carmela García / La República

La artista peruana que representará a España en Venecia. Foto: Carmela García / La República

-Las pinturas que se producen durante las colonias presentan estudios raciales y botánicos, en los que hay una suerte de exotización. Todo era entendido desde una racionalidad occidental. ¿Cómo crees que ha evolucionado el entendimiento de España acerca de América?

-Pienso que no solamente pasa en España. Sucede en cualquier país europeo, pero también en las ciudades europeizadas, como podría ser Lima, ¿no? Los sectores de la Lima europeizada normalizan la pobreza o los estados de precariedad casi como si fuera naturalmente así debido a una superioridad racial. Hay una normalización de una superioridad racial que por ende hace que la gente sea diferente y se desarrolle de una manera diferente. Si no fuera de esa manera, creo que las muertes y los naufragios que día a día se suceden en el Mediterráneo serían mucho más terribles, mucho más escandalosos. Si llegaran personas blancas en esos barcos, nuestra reacción sería otra.  Hemos normalizado eso y creo que todo proviene de una misma razón de la que no hemos terminado de limpiarnos. No hemos terminado de entender. Lo mismo es platicable en Lima. No tengo que dar ejemplos de lo que pasa dentro de nuestras propias fronteras y que de la misma duda capital, esa pregunta que creo que partió por la mitad de la historia occidental: la pregunta de si el indio tenía o no alma. Esa fue la primera vez que ante un humano se dudó de su humanidad. Porque, por supuesto, antes del mal llamado descubrimiento de América, había esclavos y gente sometida, gente más o menos desarrollada, dependiendo de las lógicas de cada nación; pero la duda sobre la humanidad aparece junto al “descubrimiento” de América. Surge con la aparición de ese territorio que para ellos no tenía por qué existir. Fue una hecatombe al conocimiento, y se tenía que dudar de ello. Creo que esa duda hasta ahora nos acompaña.

-Como sociedad, en el Perú, ¿hasta qué punto estamos libres de esos 300 años?

-Bueno, nosotros somos herederos de la cultura. Creo que existen muchos perus dentro de Perú. Las ideas de Perú, república o país no son originarias de aquí…

-Claro, yo no sé si alguien que nace y vive en la selva,por ejemplo, se sienta muy como parte de eso a lo que llamamos Perú. Es una idea muy abstracta. Todo está muy dividido y no hay necesariamente conexiones. Por mucho tiempo la selva no tuvo conexión como la sí tenían la costa y la sierra…

-Pero yo creo que de otra manera sí. Por más de que no hayan tenido una relación directa de convivencia y de hacerse de la cultura, sí han tenido que sufrir lo que significa ser parte de esta idea de nación que te ve como un lugar de extraer los recursos.

 Partes más resaltantes del óleo. Foto: Oak Taylor Smith / La República

Partes más resaltantes del óleo. Foto: Oak Taylor Smith / La República

-Sí, claro. Pero a un nivel de identidad cultural, uno puede ver en la cultura andina mucho de la cultura europea. La religión católica influencia en la costa y en la sierra, pero en la selva, digamos, se ha conservado mucho más una identidad propia, ¿no?

-Cultural sí. Y nuevamente: hay muchas selvas también. No quiero generalizar, y pecar nuevamente con esta necesidad judio-cristiana de monopolizar, de querer hacer un solo relato.

-No caer justamente en la división de lo uno y lo otro…

-Sí. Creo que justamente hay cuestionarnos esas polaridades. Si al final todos somos extranjeros, ninguno es extranjero. Lo que me parece es que, de maneras muy diversas, el tan solo hecho de defenderse para no ser allanados por esa otra cultura ya te está modificando. Entonces no sé si diría que la cultura se mantiene… Hay ese ideal de pureza que pregunta por qué tanto se mantiene, pero no sé hasta qué punto para ellos esa pregunta es importante o necesaria.

-¿Cómo crees que se entiende la colonia dentro de la historia fuera de la países excolonias?

-Cuando hablo con gente de aquí me doy cuenta de que se piensa que con la independencia la conquista y la colonia acabaron, como si las repúblicas que se consolidaron luego fueran un eslabón que se une directamente a lo precolombiano….  Y no. Las repúblicas han sido una continuación de la colonia…

-Es un proceso evolutivo ¿no? Es el orden que han seguido los territorios europeos y se impuso aquí. Me refiero a pasar de ser un imperio a ser reinos, ciudades feudales, repúblicas monárquicas, repúblicas independientes…

-Claro, un proceso evolutivo occidental. Hemos naturalizado la historia occidental como único camino. Se tiende a pensar que esa es la progresión lógica, que la consolidación de este tipo de república era lo que venía y que a partir de ese momento ya cada uno baila con su pañuelo. Y pues, no.

Recuerdo que hace años estábamos en Obrajillo pintando paisajes porque la Universidad Católica nos mandaba a hacer estudios del paisaje natural a la sierra. Era una experiencia súper bonita porque era la primera vez que pintábamos fuera. Fuera, bueno, en el sentido de lo que significa para un citadino la naturaleza. Los niños, las niñitas del pueblo, se nos acercaban a conversar y a mirar lo que hacíamos. Me puse a conversar con una niña y nada, la típica de hacer preguntas tontas o fáciles. Como: ¿qué haces? ¿Estás en el cole? ¿Qué te enseñan en el cole? Y en un momento le digo, ‘a ver, te voy a hacer una pregunta. ¿Quién es el presidente del Perú?’ Y yo estaba mirando el paisajito que estaba pintando, no a la niña.Y esta niñita de unos ocho añitos me dice ‘Francisco Pizarro’. Levanté la cara con esta prepotencia absurda para decir ‘no’, porque el presidente era Fujimori en ese momento. Pero, cuando la miré, entendí que ella no se estaba equivocando. Esa niña sabía que daba lo mismo que presidente hubiese. Era una contemplación de la conquista.

 ‘Máscaras mestizas I’. Óleo sobre tela, pan de oro y máscaras de malla metálica 310 x 175 cm 2023. Foto: Oak Taylor Smith / La República

‘Máscaras mestizas I’. Óleo sobre tela, pan de oro y máscaras de malla metálica 310 x 175 cm 2023. Foto: Oak Taylor Smith / La República

-Con respecto a la elección de Roberto Huarcaya para el pabellón peruano, ¿Cuál es tu análisis de la polémica que surgió?

 -Mira, pienso que a veces el espacio que crea el arte es un territorio donde podemos permitirnos ciertos ensayos. Entonces, convocar a un concurso de esta naturaleza, como ser participante de la Bienal de Venecia con todas las críticas que puede tener un evento como este, en donde hay una convocatoria específicamente para un tipo específico de artista en un país donde se ha históricamente aislado voces de las culturas más apartadas de Lima, es una pena que, por ejemplo, la propia convocatoria no haya sido preparada para que un participante o un artista de estas culturas haya salido elegido.

-Pero esas son las bases de la convocatoria, como dices tú…

-Claro, por eso digo, como institución, podrían ser esos espacios donde uno se permita este tipo de aperturas. ¿Qué pasa si no somos realmente “democráticos”? Porque nuestra democracia siempre va a favorecer a que salga alguien. No sé si has escuchado el maravilloso podcast de Gabriela Wiener sobre el arte. Me invitó al primer podcast, al que llamó Venecia sin mí, y justamente habla de esta problemática. Hablamos y le dije que si yo, que aquí soy una artista otra, en Lima hubiese estado frente a Olinda Silvano, probablemente me hubiesen elegido a mí, porque tengo las herramientas que se esperan…

-Claro, pero la crítica en todo caso va a la institución… Es como decirte, bueno, vayamos a hablar de los problemas de la Amazonía peruana y busquemos que a alguien que represente a la población, pero la conferencia es en Naciones Unidas y es en inglés. Son las reglas que te limitan de entrada. Cuestionar la elección a mí me parece que es un poco fácil, porque en todo caso esa es una institucionalidad que tiene una historia muy larga y que tiene bases muy difíciles de combatir. Pero que en todo caso, si se hace una crítica, deben hacerse esas bases. No creo que sea un caso aislado, no creo que sea un caso puntual, ¿no? Me parece esperable que eso suceda. Hubiese podido pasar esto en cualquier otro país de América Latina. Sabemos que estas son las reglas del juego, sabemos que esto es lo que se pide. Sabemos el tipo de artista que se espera vaya a este tipo de eventos. Es muy difícil pensar que no iba a suceder algo así.

-Sí, claro, pero con una convocatoria como esta, que apela justamente a este tipo de culturas, la teníamos fácil… No sé cómo explicarlo. Era el momento en el que yo creo que todos podrían haber facilitado. Es un tipo de participación que no se había dado hasta ahora y no sé si se va a dar más adelante. Como tampoco sé si en otro tipo de convocatoria yo hubiese sido representante de España.

-A ti se ha criticado mucho que vivas en España y critiques el proceso de conquista. La típica crítica floja de “vive muy bien hace años en Madrid gozando de los privilegios de una ciudad europea”. ¿Cómo respondes a eso?

-Es que si alguien como yo, que está aquí justamente disfrutando, no se queja, ¿quién lo va a hacer? Justamente porque tengo ese lugar es que puedo entender de dónde viene y cómo viene lo hago. Lo que pasa es que a mí me parece tan fácil, y eso en Perú ya hemos visto, atacar cualquier lugar de enunciación con un supuesto buenismo fácil y que al final desarticula cualquier tipo de crítica… Es caer en un juego en donde todo el mundo peca de culpable. Por supuesto uno vive con esa contradicción y asume esa contradicción, pero lo peor que creo yo que puedes hacer es quedarte callado.