Jon Fosse, un retrato con sus propias palabras
Galardonado. Un perfil armado del poeta, escritor y dramaturgo noruego, flamante Premio Nobel de Literatura 2023, con base en sus opiniones y declaraciones vertidas en la prensa.
Su nombre recorre en el mundo hispano y, sin embargo, es poco conocido. El escritor, poeta y dramaturgo noruego Jon Fosse, que ha recibido el galardón del Premio Nobel de Literatura 2023, corre esa suerte porque son contadísimos sus libros los que han transitado al idioma de Cervantes. En ese sentido, el autor de Trilogía, Melancolía y Mañana y tarde, no solamente casi no ha sido leído sino también poco se sabe de su vida y lo que él piensa en relación a su escritura que, para aquellos que la conocen, como dice la Academia Sueca, es innovadora.
No es muy conocido en el mundo hispano y sin embargo siempre cita a Federico García Lorca, a quien admira como poeta y como dramaturgo. “Me apasiona su trabajo, pero no recuerdo cómo lo descubrí. Es uno de mis autores favoritos de todos los tiempos. Cuando leo las traducciones de sus versos siempre acabo añadiendo mis notas. Aunque no sé español, he adaptado Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba usando diccionarios en distintos idiomas. Hay un sonido muy particular en su obra y yo traté de capturar la poesía y el ritmo tan claro de su escritura. Lorca escribe una música literaria parecida a la que yo trato de plasmar”, dijo a El País.
Toda vez de que no ha hecho mayores declaraciones posnobel, en las siguientes líneas intentaremos una suerte retrato armado a partir de sus respuestas en entrevistas anteriores. Será una manera de acercarnos a su vida y a su universo creativo a través de sus propias palabras.
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Melancolía, de Jon Fosse. Foto: composiciónLR
Preguntado de cómo se inició en la escritura, reveló que a través de la música, y que quizás por eso sus textos evitan los signos de puntuación para que su prosa funcione como una partitura.
“Al principio de mi adolescencia tocaba la guitarra y el violín, y hacía letras para canciones. Me encantaba escribir porque sentía que entraba en otro lugar, en un refugio donde estar solo y sentirme seguro. Pronto comprendí que no valía para la música. Escribí una primera novela épica muy mala, y a los 20 la segunda. En esta, por motivos que desconozco, ya había desarrollado mi propio lenguaje. Se llamaba Red, Black (rojo, negro), como la de Stendhal, aunque no la había leído. Se publicó y de repente era escritor”, le dijo a El País en el 2019.
“Para mí -agregó-, escribir es escuchar, es un acto más musical que intelectual. En un texto la forma debe ser extremadamente exacta, cada coma, cada cambio está medido para que al leer puedas sentir las olas, un latido, y el cambio de ritmo según avanza la trama. Esta unidad entre forma y contenido es necesaria. Con la escritura ocurre igual que con un ser humano: no se puede separar el alma del cuerpo, un cadáver no es una persona”.
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Ejercicio de la libertad
Para Jon Fosse, que actualmente vive en una casa cedida por el rey, privilegio por ser considerado uno de los más grandes intelectuales de su país, escribir es un ejercicio de la libertad. Y lo dejó todo por este oficio que le ha llevado a ganar el Nobel de Literatura. Por eso, cuando le preguntaron si dar vida a las palabras lo llevó a hacer teatro, él respondió: “Bueno, simplemente quise vivir de una manera libre. Por eso la idea de ser escritor me llamaba la atención; no tendría que ir a una oficina. Asumía que siempre sería pobre, pero lo prefería a cambio de la libertad que me otorgaba. Terminé mis estudios en filosofía y teoría del lenguaje, pero no quería ser profesor. Resultaba complicado ganarme la vida, y justo entonces me pidieron que escribiera el comienzo de una obra para una institución cultural noruega muy grande que pagaba muy bien. Querían solo unas cuantas páginas y yo necesitaba el dinero. Me pidieron que entregara una sinopsis, pero no se puede hacer algo así”.
Mañana y tarde, de Jon Fosse. Foto: composiciónLR
Y agregó: “No con un poema ni con la música, ni con algo que vas a escribir, es como atentar contra tu propia habilidad. Al final escribí la obra entera en una semana y todavía hoy es, de mis 45 piezas de teatro, la que más veces se ha montado por todo el mundo”.
Y en su explicación de cómo es su teatro, mejor dicho, sobre la escritura de su teatro, está el poder innovador de su literatura que la Academia Sueca ha premiado.
“Al escribir teatro descubrí que podía usar el silencio, las pausas, lo que está entre las palabras. A veces pienso que, como una melodía, lo que escribo se puede cantar en muchos idiomas”, ha dicho el nobel.
A El País también le confesó cuál es su actitud en la hora de escribir. Cierto estoicismo ante la realidad y ante lo que va a plasmar en la página, que fluya: “Cuando escribo no tengo sentimientos desgarradores. Las emociones no son deletreadas, están contenidas. Todo tiene que ver con la forma y con la música. Las personas que imagino son más sonidos o colores, metáforas, que seres humanos. Aun así, hay personajes, no son textos abstractos”, ha dicho.
Pero todo eso tiene que ver con ese momento difícil que es empezar a escribir una historia. Pero él tiene su fórmula: “Un buen arranque contiene el conjunto de la historia, solo tengo que seguir. Y, cuando lo logro, yo mismo me sorprendo. Alumbré algo nuevo, y eso es lo fascinante: ese rol de creador. Es lo contrario de escribir una sinopsis”.
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Entre otros aspectos humanos, está en que Jon Fosse ha tenido una temporada oscura en el infierno del alcohol. Si bien es parte del pasado, esa fama aún lo retrata. En una entrevista del 2014, se defendía en que era un exbebedor y un exatormentado y que se había convertido al catolicismo y había adoptado una religión pura, como la de ser abstemio.
“¿Para quién escribo?”, se preguntaba. “Para Dios. Escribir es como rezar”, se respondía. Pero nunca ha negado ese pasado bohemio, pero encontró una salida en la religión.
“No tengo dudas religiosas. Estuve cerca de varias experiencias cercanas a la muerte cuando era niño y la visión de esas experiencias nunca me ha abandonado. Cómo eso se convierte en una u otra religión o confesión ya es otra cuestión. Durante muchos años estuve muy próximo a los cuáqueros, pero hace algunos años me convertí al catolicismo, también porque mi mujer es católica. Y siento la necesidad de mantener la fe, digamos, que con otros. En una iglesia católica me siento en casa, al menos más que en una iglesia luterana noruega, confesión que abandoné a los 16 años. No soy un católico practicante de la ortodoxia, sino una especie de, supongo, hereje. Pero voy a misa y rezo”, le dijo a Diario Público el 2019.
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Temporada de alcohol
Pero esa temporada de alcohol también tuvo una relación con su trabajo literario.
“Hay una relación, de eso no cabe duda, que se remonta a tiempo atrás. En la antigua Atenas se hablaba de los poetas borrachos. Ese espacio seguro que encontré en la escritura a los 12 años nunca ha cambiado, siempre escribo desde ahí. He tenido críticas malas y muchas crisis, pero nunca ha afectado a ese espacio. Nunca he podido escribir cuando bebía, porque me volvía sentimental, perdía la precisión, la agudeza, el foco, la claridad; incluso con una pequeña cantidad de alcohol mi escritura se volvía pésima. No escribo todos los días, pero cuando lo hacía, la combinación durante muchos años era escribir de día y beber de noche. Cuando empecé a hacerlo por las mañanas tuve que parar. Y lo logré”.
Un nuevo nombre, de Jon Fosse. Foto: composiciónLR
El 2014, cuando ya figuraba en las quinielas de la Academia Sueca, le preguntaron si deseaba ganar el Nobel.
“Lo quiero, pero a la vez tengo miedo. De la casa puedo escapar (la que le cedió el rey) pero del Nobel, no. Aunque mi posición en la lista de favoritos aún no es muy alta, puedo estar tranquilo”, decía.
Pero este año, perdió la tranquilidad, el Premio Nobel lo sorprendió. A él y a medio mundo.